Un cruel accidente fue la perfecta combinación que necesitó la sirena para caer en los encantos de un hombre de unos ojos profundamente azules. Su tiempo era reducido, aquel día en que estuvo preparándose meses y meses le pisaba los talones, pero ¿C...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Samantha:
La piel se me erizó al mezclar varias sensaciones, sentí la necesidad de huir y de querer desaparecer, aunque sea para que esa presencia tan sería se fuera de mi mente y mis sentidos no acabaran por arruinarme. Caminé con crueldad o quizás miedo hacia la puerta principal de mi casa. Me detuve y vi a Thomas cruzar la calle, le seguí los pasos con sigilo y me di por enterada que se dirigía a la tienda de su amada prima. Abrí la puerta del local y justo después de tres metros yo me le acerqué. Lo encontré charlando mientras su prima Emy trataba de arreglar un poco esa camisa manchada que siempre lleva puesta. Carraspeé un poco para llamar la atención de ambos y entre los dos surgió una complicad de incomodidad que no me importó, porque seguramente no le agrado a su prima.
—¡Sam! ¿Qué haces acá? —Thomas me preguntó con cierta preocupación.
—Tenemos que hablar muy serio, por favor —Él se cruzó de brazos para escucharme—. A solas, por favor.
—Bien, vamos afuera y hablamos.
Se acercó a mí tomándome por la cintura y juntos volvimos a vernos frente a frente afueras de la tienda.
—No puedo seguir cuidando ese hombre —Sentencié.
Thomas arrugó la piel entre sus cejas.
—¿Qué ha sucedido? ¿Ese tipo se ha propasado contigo? —Negué apenas pude—. ¿Entonces por qué no puedes seguir cuidándolo? Tú misma lo rescataste, tú misma te metiste en este lio.
—Thomas es que no quiero seguir cuidándolo, apenas llevo un día y no puedo seguir porque...—No tuve como argumentar una sensación difícil de explicar al frente de sus ojos—. No quiero y punto, Thomas.
Fingí no ver su presencia y pasé por su lado para irme donde madrina, pero se interpuso en mi camino a eso de dos segundos.
—No puedes hacerlo.
—Sí —Agregué firme.
—¿Qué hay de nuestra luna de miel? ¿De conocer otro mundo del que siempre ves en revistas? —Bajé la mirada un tanto confundida y la levanté recordando la horriblemente exquisita sensación que me invadió cuando lo conocí en el océano—. ¿Sabes quién es el hombre que está bajo tu techo, Samantha? Es el jefe más alto que tengo. No quiero ser la misma persona con el mismo puesto toda mi vida y él es el único modo de subir más escalones. No lo cuidarás porque tú quieres, ¿Tú crees que me agrada la idea de verte dormir con un hombre en el mismo techo? Claro que no, pero tendrás que soportarlo, no por mí y tampoco por ti, es por nosotros y por el futuro que construiremos al casarnos. Mis hijos merecen lo mejor y eso tú lo sabes.
«Hijos» La simple palabra que sus labios expulsaron, me llenó de temor.