Capítulo 24

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Samantha:

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Samantha:

Terminé a eso de la media noche, ya la mayoría de los huéspedes se fueron. Solo quedó él y su hermana, pero lo vi ausente todo este tiempo. Un agudo dolor que me arde, no me logra dejarme tranquila. Me dejé caer en mi cama y miré el techo, perdiéndome. El malestar a mi espalda palpitaba, mis huesos al igual que mis acalambrados pies. Tomé aire y mis manos apretaron con delicado tacto, la bolsita dorada. Solté un suspiro, tratando de entender porque nunca podemos estar así de simple. No llevo siquiera un día cerca de él y de alguna forma lo encuentro tan distante.

Tomé el obsequio, sacándolo de su empaque y noté el hermoso collar de una luna, y una cadena que de ella bajaba hasta una estrella. Miré hacia todos lados y mis ojos se empañaron de una sensación austera entre alegría, pero se desmoronaba en la tristeza. Me levanté de la cama, fui por el espejo y me coloqué en medio de la noche, con la luz encendida, era hermosa. La rocé con devoción, nadie me dio un regalo tan hermoso, más bien nadie me regaló algo en la vida. Agaché la cabeza y unas gotas se cayeron de mis ojos. No lo merezco.

Me tumbé en la cama, apagué la luz y cerré mis ojos solo para dormir. El tiempo pasó, la madrugada de igual forma. El miedo me inundó cuando ese presentimiento malo me llevó a no dormir, desperté casi a las 3 am y estuve por un largo rato de igual forma. El sonido de un auto entrar, despertó todos mis sentidos. Me coloqué un suéter y corrí con mis pantuflas a las rastras. Lo encontré sentado en una de las sillas de la cocina. Me miró y nuestras miradas conectaron como miles de chispas, pero aquello se quebró al ver ese aspecto desaliñado. Su camisa estaba medio machada de vino oscuro.

—¿Qué hiciste? —Susurré preocupada.

Me acerqué al instante a él y miré su ropa, él me arropó con sus brazos y depositó su rostro a la altura de mi estómago.

—Lo siento, no debí haberme ido así —Se disculpó en largos susurros—. De verdad lo siento. Es que te extraño tanto, a pesar de no haberte conocido —Arqueé mis cejas, no era yo a la que decía, era a mi estómago—. Los extraño mucho. Lo siento, sirena.

—No me tienes que pedir disculpa —Susurré mientras acariciaba su cabello.

—De verdad, lo siento —Alzó la mirada y entrelazamos. Su mirada era triste y sus ojos eran llorosos. Negué levemente al sentir un olor a alcohol—. No debí hacerlo, pero no sé qué sucedió. Todo vuelve a mi cabeza, todo vuelve a ese día.

—No quiero que esto, arregle nuestros problemas —Confesé llena de miedo—. No quiero que el día de mañana algo suceda y esta sea la única forma de resolver tus problemas. Eres un hombre exitoso, ¿cómo caes así de simple?

—No lo sé —Se cargó en mi vientre y me apretó con necesidad—. Hace mucho tiempo no tengo algo a que aferrarme con toda mi alma, solo tú.

Aquello provocó una ola de memorias innecesarias.

No culpes al deseo (disponible solo hasta el 18 de Marzo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora