2

390 53 11
                                    

Joaquín

El camino a casa lo sentí eterno. Las imágenes de lo que acaba de vivir iban y venían a mi cabeza. Me sentía perdido, no todos los días pierdes la ilusión de tener el amor de tu vida así. Todo fue como si hubiese caído un balde de agua fría sobre mí, estaba devastado. Podía ver como algunas personas me observaban de forma extraña como si supieran que algo me pasaba.

Llegué a mi casa finalmente, lo último que quería era que preguntaran porque había llegado tan tarde o el porqué de mi actitud extraña. Tome un suspiro antes de sacar las llaves del bolsillo trasero de mi pantalón. Las puse dentro de la cerradura y abrí la puerta. Ahí estaban Renata y mi mamá, sentadas en el sillón, al parecer me estaban esperando, pues se levantaron en seguida preocupadas a preguntarme si estaba bien y porque no había contestado sus llamadas.

No quería contarles qué había pasado exactamente, no quería derrumbarme en frente de ellas, siempre habían querido demasiado a Kevin como para que también recibieran esta noticia.

— Joaquín, por Dios, nos tenías preocupadas — dijo mi mamá mientras me tomaba de los brazos — ¿estás bien? pensamos que algo te había pasado —

— Si tonto, ¿qué te pasa? no respondiste nuestras llamadas — acompañó Renata a mamá en su "regaño", mientras me miraba con ojos de preocupación

No supe que decirles, no quería que supieran todo — Lo siento — fingí una sonrisa y rasque un poco mi nuca — saben que cuando estoy con Kevin el tiempo se pasa volando, o ¿es la primera vez que pasa esto de llegar tarde? —

— Pues si mamá — dijo Renata mientras se separaba de mí y de nuestra mamá — sabes que ellos dos son unos tortolitos, ¿verdad, Joaco? — levantaba y bajaba sus cejas insinuando no simplemente una romántica intención con sus palabras.

— ¡Ren! cuida tus palabras, no te metas con las cosas de tu hermano — le dio una suave palmada en el hombro a Renata y giro su mirada hacia mi dirección otra vez — aunque se deben aceptar ciertas cosas — ambas soltaron una carcajada que puedo jurar que se escuchó por toda la casa.

Ellas no lo sabían, pero mi corazón, que ya no sentía tenerlo por cierto, se había empezado a arrugar con la mentira que dije, y cada uno de sus comentarios me destrozaba otra vez, era como revivir todo por milésima vez.

— Sí, sí. Lo siento, ¿sí?, prometo que la próxima vez aviso si ne quedo hasta tarde ¿puedo ir a mi cuarto? — dije en tono bajo, estaba forzando mi voz para no llorar, no en frente de ellas.

— ¿no vas a comer? hay cena en el horno — pregunto mamá antes de que yo empezara a subir las escaleras.

— No, muchas gracias mami. Estoy lleno aún de lo que comí con Kev — fingí otra sonrisa y seguí mi camino a mi habitación. Al parecer dolía más fingir.

Apenas entré a mi cuarto, cerré la puerta y me quede parado recostado en ella. Al darle un vistazo a la habitación pude ver diferentes objetos que me recordaron a Kevin, algunos eran regalos y otros que yo mismo había hecho para conservar nuestros recuerdos. Un porta retratos sobre la mesa de noche que estaba al lado de mi cama, esa foto la tomamos cuando fuimos de vacaciones a Los Ángeles. Unos pósteres con mensajes recordándome lo mucho que me "amaba" y felicitaciones por los meses que cumplimos.

Mi armario estaba abierto y pude observar algunas fotos que ambos nos tomábamos mientras hacíamos diferentes actividades juntos, o que uno le tomaba al otro mientras estaba desprevenido. Además, algunas prendas que él me había regalado se hacían presentes en ese frío ambiente que me abrumaba, queriendo dejar escapar las lágrimas que no había querido derramar en el transcurso a mi casa. No quería que nadie me viera en ese estado.

ExtremosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora