Sí, quiero

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Nadie le había explicado a Liv qué significaba morir. Nadie se había sentado con ella para que entendiese por qué su madre no iba a volver.

Ella pensaba que había hecho algo mal aquel día, en el coche, que provocó el accidente y que por eso se había quedado sola. Nadie le explicó que no fue así... La sobresaturación de los servicios sociales italianos no pudo dar cobertura a las demandas de una niña que claramente se encontraba en estado de shock. Nadie se paró a responder sus preguntas y dudas.

Así que llegó a su familia sin saber qué quería decir que no hubiese vuelto a ver a su madre. Por qué era necesario que dejara su casa y el entorno que conocía. Y por qué nadie le hablaba de qué había pasado.

Esa es la tarea que Miriam les puso. Promover que hablase, que aclarasen sus dudas. Sin cuentos de hadas y suavizando las cosas. Si la realidad era dura es lo que se le tenía que explicar. Y que ella fuera aceptando lo sucedido a su ritmo.

Danny y Steve se encontraban en el despacho del segundo en el Palacio Aliiolani.

- ¿Cómo hacemos para que hable del tema? No podemos sin más ir y decirle; "Liv tu madre no va a volver porque murió"... - el rubio se sentía aún muy molesto porque las autoridades italianas hubieran dejado que su pequeña sufriera todo aquello ella sola sin recibir ayuda. Y que hubiera llegado al estado de tensión actual cuando podría haber sido mitigado y paliado hacía mucho.

- Quizá... - Steve guardó silencio un momento como meditando sus palabras.

- Adelante, nene, dime.

- Quizá podríamos llevarla a Punchbowl, a la tumba de mi padre. Ahora mismo, dado que me dijiste que sí a mi petición de que nos casáramos, es como si fuera su abuelo. - el inspector le miró, al final, sonrió suavemente.

- Es una buena idea, chico sexy... - una sonrisa enorme iluminó el rostro de McGarrett. Le encantaba cuando su chico le piropeaba. Luego le vio fruncir el ceño.

- Estaba pensando si sería muy complicado saber qué sucedió con el cuerpo de Isabella. Me refiero, si pudiéramos traer sus restos a Oahu y Olivia tuviera un lugar en el que visitarla quizá también le ayudase.

- Se lo preguntaremos a Miriam. Si ve que puede hacerle bien veremos si podemos saber qué pasó con ellos y traerla para que repose cerca de su hija. - Danny se levantó para acercarse al otro, inclinarse sobre él y besarlo con suavidad. Durante unos minutos solo existieron ellos dos...

- ¿Y os vais a casar? - el policía casi se atragantó al oírla y más aún cuando escuchó a su neardenthal favorito tras él.

- Eso, Danno... - se volvió a mirarlo algo alarmado. - ¿Nos vamos a casar?

El ex policía de New Jersey siguió mirando al otro durante lo que pareció casi el minuto más largo de su vida. Hasta que reponiéndose habló con Liv sin dejar de tener los ojos fijos en el moreno.

- No sé, peque. Yo creo que de pensar en casarme con Steve, él me lo tendría que pedir de manera más adecuada, ¿no? - la pequeña asintió desde la cama con gesto vigoroso. - ¿Y bien, neardenthal? ¿Vas a complacer a nuestra pelirroja favorita? - una sonrisa pícara adornaba el rostro de inspector. La misma que adornaba momentos antes el del ex SEAL, quien suavizó el gesto y miró a su compañero con dulzura. Entró en el cuarto buscando algo en los bolsillos de sus pantalones cortos. Finalmente sacó una tuerca de las que había estado usando para arreglar la transmisión del mercury marquis de su padre. Avanzó un par de pasos más y se arrodilló frente al otro. Le cogió una mano, le miró con los ojos cargados de seriedad y formalidad..

- Daniel Williams, el único y verdadero amor de mi vida, ¿me concederías el inmenso honor de querer envejecer a mi lado? ¿Aceptarías casarte conmigo? - el rubio se echó a reír algo emocionado.

- Animal mío, si esta tuerca que me das es una metáfora de que quieres vivir atornillado a mi, no puedo con más que decirte, que sí... que estaré más que encantado de ser tu compañero hasta el final de nuestros días.

Los aplausos y gritos entusiasmados de la niña inundaron la estancia. Una vez en pie, Steve y Danny se volvieron a mirarla, la pequeña se puso en pie encima de la cama, extendió los brazos y ambos se las apañaron para estrecharla contra ellos en un abrazo que selló a su vez un compromiso de lealtad, protección y fidelidad hacia aquella pelirroja que sabían que, a pesar de las dificultades, sería esa hija que el destino les había regalado.

Ella, por fin, comenzó a sentirse a salvo.

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Grace se había empeñado en que celebrasen su compromiso a solas. Dijo que ella se encargaría de cuidar de Charlie y Olivia ese fin de semana.

Adam, les regaló el poder usar uno de los yate de su nueva chica. Alguien que como él estaba reconstruyendo su vida desde los escombros y las sombras.

Aceptaron. Pasar tiempo a solas era algo que en los últimos meses no sucedía. Y ambos tenían ganas de volver a sentir esa intimidad que tanto añoraban.

Danny estaba tumbado al sol en la cubierta inferior de la embarcación, que se encontraba anclada en una de las muchas y pacíficas islas que circundaban Oahu. A su lado el agua se mecía suave y tranquila.

Una sombra se cirnió sobre él, cuando el cuerpo húmedo de Steve, recién salido del mar, se colocó sobre el suyo goteando agua salada.

Te vas a quemar... - murmuró el marine aproximando su boca al oído de su pareja que se estremeció al sentir su aliento sobre la piel. Y volvió a temblar cuando le comenzó a recorrerla con la punta de la lengua saboreándole.

Sus manos abrazaron la fría espalda del comandante atrayéndolo hacia él para reclamar sus labios. Comenzó a besarlo con suavidad para ir poco a poco, segundo a segundo, aumentando la intensidad.

Una de las manos del moreno descendió por su costado hasta llegar a los cordones que anudaban la cinturilla de su bañador. Los desataron y se perdió en el interior avanzando hacia su objetivo.

El gemido de placer del policía se dejó oír sin vergüenza alguna en el silencio decadente de aquella solitaria tarde de sol, agua y sal.

Pronto ambos se encontraron desnudos, el uno sobre el otro, dejándose llevar por la pasión que despertaban en el corazón de cada uno. Hacía tiempo que abandonaron el miedo a vivir lo que sentían, las precauciones se olvidaron y prometieron que pasarían el resto de su existencia demostrándose el inmenso amor que sentían.

Los murmullos, los jadeos, los gemidos creando banda sonora a la escena. Movimientos enérgicos, uñas dejando marcas en el cuerpo del otro. Labios que se mordían levemente. Saliva que se intercambiaba en besos igual de húmedos que sus ya sudorosos cuerpos.

Manos acariciando el dorado cabello de su Danno. Brazos ciñendo la cintura del otro en un mudo gesto de que aumentara la intensidad y entrase más en él.

Espalda arqueda cuando el más pequeño alcanzó el éxtasis bajo las atenciones de su pareja. Y este dejando escapar su nombre al notar como la palpitaciones se ceñían sobre su miembro atrapándolo en una cima de placer.

Sensaciones que sólo habían experimentado estado juntos. Que nadie más había logrado que sintieran.

Aún recordaban aquella primera vez. Un momento que jamás podrían olvidar. Porque en aquella noche, como hoy, no tuvieron sexo. Hicieron el amor.


Se mandaban textos incendiarios. Se provocaban con gestos que podían pasar por ser solo lujuria pero para ellos, era la manera en que se decían sin hablar: déjame demostrarte lo mucho que te amo. Déjame que te enseñe lo mucho que te quiero.

Somos padres, ¿tu y yo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora