En tu corazón, en tus sueños...

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La lápida con el nombre de John Mcgarret estaba limpia, como siempre. Su propio hijo se encargaba de que fuera así.

Le visitaba regularmente. Cuando tomaba una decisión importante. Cuando tenía dudas. Aunque sabía que no estaba allí, que su padre siempre estaba con él.

A él le contó en aquellos primeros años del 5.0 lo asustado que estaba por lo que sentía por su compañero. Él que siempre se había considerado hetero atraído por un cabezota bocazas de Jersey.

A él le contó lo dolido y decepcionado que estaba con su madre. Lo orgulloso que estaba de la mujer en que se había convertido Mary.

Lo feliz que era por tener a los dos hijos de ese cabezota en su vida. Por tener luego a Nahele. Lo mucho que los quería. Lo afortunado que se sentía.

La ohana que la vida le había regalado junto a su equipo, primero junto a Chin, junto a Kono y los que luego fueron llegado, Lou, Jerry, Adam, Tani, Junior...

Y lo inmensamente enamorado que estaba de Danny. Porque sí, al final le reconoció, a él el primero que no solo se sentía atraído por el otro. Sino que le amaba como jamás había amado a otra persona.

Así que aquel día, con la pequeña mano de Liv aferrada a la suya se sentó en la hierba frente a la tumba.

Le preguntó si sabía qué había sucedido con su madre. Le contó lo que le había sucedido al propio John. Como cuando alguien sufre un accidente, cae enfermo puede acabar reposando en sitios así para siempre. Y que acaba pasando inevitablemente cuando llegas a muy viejecito.

Trató de explicarle que morir significa cerrar los ojos no volver a abrirlos, no volver a caminar, no volver a hablar. Que morir significa no poder vivir más.

Le contó que con lo que no puede la muerte es con los recuerdos. Con el amor que sentimos por quien se ha ido.

Trató de hacerle entender que sí, que su madre había fallecido en aquel accidente. Que ella no tenía la culpa de lo sucedido. Que nadie la había castigado por ser desobediente ese día haciendo que ella se fuera porque no quisiera volverla a ver. Que Isabella nunca quiso dejarla sola.

Le dijo que sabía que ella la quería tanto como su madre la amaba. Que jamás hubiera querido separar sus caminos. Y que, los recuerdos, el amor, esos sentimientos que no morían se quedaban en nosotros. Guardados en el corazón.

La mano del líder del 5.0 se posó suavemente en el pecho de la pequeña.

- En tu corazón y en tus sueños. Cuando cierres los ojos y duermas podrás hablar con ella, podrás verla. Y de esa manera siempre estará junto a ti. De esa manera en todos los momentos importantes, e incluso en los que no lo sean, tu mamá estará a tu lado. Velando por ti y queriéndote. Porque como te digo, Liv, ese amor nunca muere.

Le habló de lo decisivo que era el momento que estaba viviendo, que la vida la había dirigido por un camino y la había traído junto a ellos. Que debía sacar el máximo provecho de lo sucedido, recordar los buenos instantes vividos junto a su madre porque sin duda habían sido los mejores pero que lo nuevo que comenzaba con ellos no estaría falto de días felices, de risas, de alegría, de complicidad.

Con dos personas, él y Danny que vigilarían sus pasos. Que se alegrarían con sus éxitos y llorarían sus penas. Ayudándola a superarlas.

Y que, por encima de cualquier obstáculo, aunque les sucediese como a su madre jamás, nunca, dejarían de quererla.

Tenía un hogar en el que refugiarse cuando la vida doliese como en esos días, una familia que la consolaría. Tenía un lugar al que volver, personas para las que era importante y que no se imaginaban poder seguir existiendo sin su presencia.

Steve, sentado a su lado, abrazando a la pequeña que había buscado refugio en su regazo siguió hablándole.

- Tu madre se fue, Liv como se fue mi padre. Pero no es un adiós, es un hasta otra...- le secó las lágrimas que mojaban su rostro. Le besó las húmedas mejillas. Le apartó de la frente uno de sus pelirrojos mechones. - Y, te prometo, que Danno y yo haremos todo lo que esté en nuestra mano para que no nos tengas que despedir diciéndonos hasta otra por lo menos en los siguientes 100 años... - Le sonrió suavemente. - Te vas a hartar, incluso, de nosotros. De lo pesados y insufribles que podemos llegar a ser. Quizá un día, cuando hayas cumplido, mínimo los 40 y te cases, si es que te dejo hacerlo - Liv rió ante la cara cómica que estaba poniendo Steve. - me permitas acompañarte y recordarte que no ha habido un solo día de tu vida a mi lado en que no te haya querido.

- Tío Steve... - susurró la pequeña ocultando su cara en el cuello de él mientras le abrazaba fuerte. Dime, le susurró él al oído. - Yo también te quiero mucho. - el ex Navy Seal sintió como se le hacía un nudo en la garganta. La estrechó más contra él. Ella apartó el rostro y le miró con el ceño fruncido. Se mordió el labio. La hizo un gesto animándola a seguir. - ¿Ahora tú eres mi papá? - se vió obligado a tragar saliva.

- ¿Quieres que lo sea? - ella asintió con entusiasmo.

- ¿Y Danno?

- Estoy seguro de que estará orgullo de ser también tu padre. - Liv respiró profundo antes de volver a hablar.

- ¿Podemos ir a casa?

- Puedo llevarte al fin del mundo si me lo pides, cariño.

- Solo a casa. - sonrió divertida.

- Pues a casa, entonces.

Y en el momento en que arrancó el motor del coche, justo antes de ponerse en marcha los brazos de Liv le abrazaron desde atrás. Los labios de la niña se posaron en su mejilla en un beso dulce como el algodón de azúcar, al tiempo que volvía a susurrale un te quiero, papá que supo con total seguridad le había encadenado por lo que le restaba de vida a ella.

Si Olivia supiera el poder tan inmenso que tenía sobre él.

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Esa noche, cuando el rubio inspector del 5.0 acababa de acostar a su sobrina se sorprendió siendo abrazado por ella. Y se sorprendió cuando le susurró casi a modo de confidencia.

Te quiero mucho, papá Danno.

Esa noche la sonrisa que iluminó el rostro del antiguo policía de Jersey fue capaz de hacer que amaneciese en una pequeña habitación en Hawai.

Somos padres, ¿tu y yo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora