Uno

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Le veía junto a la orilla de la playa. Con Olivia en sus brazos, con Charlie corriendo un poco más allá seguido de cerca por Eddie. Con Grace sentada en la mesa del puesto de Kamekona esperando a que trajeran la comida. Oyendo la voz de Nahele en el camión.

Cuatro años ya desde aquella primera noche y aún se sorprendía de ser merecedor de todo aquello.

Ahora pensaba en lo estúpido que fue los primeros años del 5.0 cuando aún sabiendo ya que sentía algo diferente por Danny no se atrevió a decirlo en voz alta y arriesgó todo por seguir una vendetta que le costó años dejar.

Casi dejó que Wo Fat ganase arrebatándole ese futuro que ahora tenía delante de los ojos.

Durante mucho tiempo después ser pareja mantuvieron su relación únicamente para ellos. Celosos de su intimidad tan solo lo sabían Grace, Charlie, Rachel, Nahele, Joe y Mary.

Fueron años de reconocerse enamorados.

Esa clandestinidad les permitía disfrutar de intimidad. Lejos de ojos indiscretos, de exigencias, de actitudes políticamente correctas. En la soledad de sus habitaciones se exploraban. Se probaban, profundizaban en el conocimiento que tenían el uno en el otro.

Acariciaban sus pieles, sentían sus respiraciones.

Se hacían cómplices de lo cotidiano.

De mañanas de café caliente para Steve en la mesa del lanai, sí acompañado con una incomprensible cucharada de mantequilla. De bolsas con una malasada en el cajón superior del escritorio de Danny. Diarias y solo para él.

De esporádicos atardeceres rasgando las cuerdas de la guitarra que le regaló, porque con la forma del estuche estaba claro que NO era una tuba.

De nuevas corbatas en el armario del marine. Compradas para su rubio. Aunque siguiera sin entender cómo era capaz de llevarlas con la humedad de Oahu. Eso sí, no iba a ser él quien discutiera lo útiles que eran a la hora de atarle al cabecero de la cama o taparle los ojos mientras le desnudaba y llenaba su piel de diminutos y febriles besos que hacían estremecer al otro.

De mirada cargada de celos no hacía tanto cuando fue a Montana al fallecer Joe para descubrirle con Cath planeando una nueva venganza. Casi incapaz de ver más allá de hacer pagar por el dolor que estaba sufriendo en esos momentos al serle arrebatada su segunda figura paterna.

Ese dolor que pasó semanas mitigando por seguir queriendo ocultarle sus partes más oscuras cuando era inútil hacerlo. Porque sabía que él las conocía y aún así le amaba.

Como probó su propia medicina cuando sintió que volvía a acercarse a Rachel y tuvo que volver a hacerle ver que no había nadie más que ÉL.

Porque entendió que por mucho que se amasen, si el amor no se cuida puede morir. Y sintió que no merecería la pena vivir en un mundo en el que el otro no le amase. Porque para él, era imposible no verse juntos.

Años de ver crecer a los que consideraba sus hijos. Años de sentirse orgulloso de Nahele cuando el chico le pidió que le acompañase a visitar centros de estudios superiores porque, uno hace eso con los padres. Y con quién lo iba a hacer él sino.

De Grace echándose en sus brazos al anunciarle que había sido admitida en la universidad de Cornell, en New York. Y como le tocó esa noche abrazar a Danny con fuerza porque aunque no lo dijera, que ella se fuera, le rompía el corazón a su padre. Y el suyo también.

De Charlie y su carrera en el coche construido junto a él en el garaje para la competición escolar. Un coche con forma de mercuri marquis porque mini D, como le gustaba llamarle le dijo que le gustaría tener un coche como el de su abuelo John McGarrett. ¡¡Dios como quería a ese niño!!

Somos padres, ¿tu y yo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora