Mi niña

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Liv miraba incrédula la inmensa masa de agua que tenía frente a ella. Se había escabullido en silencio nada más despertarse y descubrir que se había quedado dormida sobre su nuevo tío Steve. Creyó que él no había notado que abandonaba la cama y salía de la habitación.

Ni se dio cuenta que él la vio hacerlo con tan solo sentir que dejaba sus brazos y entreabrir los ojos.

La niña se había sentado en la playa, con su ligero pijama de verano. Eddie se había tumbado a su lado y ella le acariciaba distraídamente el pelo.

- Veo que has hecho un nuevo amigo, Liv. - la pequeña emitió un jadeo asustada pero en seguida vio que se trataba de su compañero de lecho y volvió a tranquilizarse. El la tendía un tazón. - ¿Cereales? Hay que coger fuerzas para aguantar el día. - ella siguió en silencio aunque lo cogió para luego llevarse la cuchara a la boca y empezar a comer. Steve dio también él un trago de su café. Antes de seguir hablando. - ¿Habías estado en la playa antes? - ella negó con la cabeza. - Bueno, quiero que sepas que ahora que esta es tu casa, este pequeño trozo de arena es tuyo también y que puedes venir siempre que quieras. Pero necesito, necesitamos, Danno y yo que nos digas que vienes, que estás aquí y que nunca nunca te metas en el agua sola. ¿Sabes nadar? - esta vez asintió. - Eso está bien pero el agua de una piscina no es como la del mar. Yo he sido Marine y he crecido aquí, el océano es una segunda naturaleza para mi. Hasta que esté completamente seguro de que sabes desenvolverte no quiero que entres sola en el agua... - la miró con seriedad y ella le devolvió la mirada. - ¿Lo entiendes? - la vio fruncir el ceño y supo que de alguna manera en su cabeza, aunque no lo dijese en voz alta estaba oponiéndose a aquella norma. - No hay discusión posible, Liv, ni alternativa a que desobedezcas. Nos preocupa que te pueda pasar algo. Y no voy a permitir que eso suceda.

- No eres mi padre. - cuatro nuevas palabras. Esta vez de rechazo.

- Cierto, no lo soy. Pero si soy responsable de ti. Y me tomo muy en serio mis responsabilidades. Y aunque, tanto Danno como yo estamos más que dispuestos a ayudarte en lo que necesites también quiero que tengas claro que por muy pequeña que seas, por muy comprensible que sea que te sientas extraña y enfadada por todo lo que te ha sucedido... en esta casa hay unas normas que todos respetamos. Y la primera de todas es que tanto tu tío como yo somos quienes mandamos y se nos a de obedecer. Puedes pedirnos permiso para hacer cualquier cosa pero si decimos que no hagas algo, no se hace.

- No me gusta... - nueva frase. Nuevo No.

- Si no te gusta tratarás de convencernos de que te dejemos hacer lo que te estemos negando. Y si aún así te seguimos diciendo que no, se obedece. No hay más opciones.

- ¿Puedo estar con Eddie aquí? - murmuró ella removiendo la leche del cuenco.

- Mientras te podamos ver desde la casa no hay problema. - la cogió la barbilla haciendo que le mirase. - ¿Puedo confiar en tí, Liv? Se que no nos conocemos y que debo ganarme que tu creas en mí, en que no te voy a fallar nunca. Y, que como te dijo Grace, jamás vas a volver a estar sola. Y sé que nos queda mucho por recorrer pero lo haremos juntos... ¿Sabes porqué? - ella negó con la cabeza. - Porque, es cierto, no soy tu padre... pero ahora tu eres MI niña.

Liv dejó caer el tazón sobre la arena. Se levantó con lágrimas en los ojos para echarse sobre Steve abrazándolo con fuerza. Él la estrechó.

- Voy a hacer que te sientas orgullosa de mi. Y quizá, dentro de unos años, me hagas el honor de considerarme tu padre. - la besó las húmedas mejillas para volver luego a dejar que ocultase el rostro en su cuello llorando con fuerza.

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Danny les había visto desde la terraza superior. Suspiró. Iba a ser complicado. Pero verle anoche y ahora, sentado con la niña, le hizo saber que aunque lo fuese, difícil, a veces muy doloroso tenerle a su lado era lo mejor que le podía haber sucedido. De tener que afrontar algo como aquello, que mejor que con él hawaiano a su lado.

Cada día estaba más profundamente enamorado de él. Y, ser consciente de ello no dejaba de sorprenderle. A estas alturas de su vida y tras diez años de estar juntos, el sentir que a cada momento el otro hacía o decía algo que hacía que sintiera que esa sensación se enraizara más en él, le asombraba. Ni es sus más locos sueños se hubiera sido visto a sí mismo protagonizando semejante historia de amor.

Steve le dijo hace años que no parecía estar genéticamente programado para ser feliz. Pero qué equivocado había estado el moreno. Y cuánto se alegraba de que hubiera sido el propio ex marine el encargado de auto quitarse la razón. Mcgarreth era su amuleto contra la infelicidad. El artífice de casi todas sus sonrisas, y sí de casi el 100% de sus enfados pero qué sería de una relación sin las escenas de reconciliación y sin las mejores sesiones de sexo post peleas que la isla hubiera visto jamás.

Le amaba.

No sólo por ser un hombre atractivo que atraía las miradas de muchas mujeres y hombres. Sino por su corazón, ese enorme corazón que ocultaba bajo capas de dureza y, a veces frialdad, pero que él consiguió traspasar descubriendo un ser humano cálido. Profundamente protector de los suyos. Amante de la paz y la serenidad aunque pareciese lo contrario.

Que era feliz con tan solo pasar un rato al día sentado en el lanai cerveza en mano viendo atardecer junto a él mientras eran acompañados del suave mecer del sonido de las olas, que antaño tanto detestara el rubio. Oyendo la risa inocente de Charlie jugando con Eddie, los ladridos excitados de este corriendo tras su juguete favorito. Viendo hablar por teléfono a Grace con su chico.

Que era feliz sentándose en el sofá a ver la televisión con Mr. Pickels dormido en su regazo.

Y que era feliz volviendo a casa con una niña que acababa de irrumpir y poner patas arriba sus vidas abrazada a él.

Cuando les oyó entrar en la planta de abajo se asomó al pasillo. Se apoyó en la barandilla finjiendo que salía del aseo secándose las manos.

- Grace era un Monito, ¿sabes, Liv? Tu te parece más a un koala... ¿crees que te gustaría ser mi Koalita? - ella levantó la vista hacia el rubio y arrugó la nariz. - ¿No? Vaya... nunca fallo poniendo motes de animales a mis niñas... quizá puedas ayudarme a encontrar uno mejor. - la pequeña se secó las aún húmedas mejillas y asintió. - Estupendo. Y ahora qué tal si subes, te vistes y me acompañas a llevar a Charlie al colegio. - Steve la dejó en el suelo dándole un suave empujón hacia la escalera.

- Ve con Danno. - ella le miró. Se agachó para ponerse a su altura pellizcando su nariz. - Estaré a tan solo una llamada de teléfono. Te lo he prometido. - la cría asintió y con el inicio de una sonrisa bailando en sus labios subió corriendo las escaleras para entrar con el inspector en su cuarto.

Steve suspiró.

Sería duro.

Mucho.

Pero cuánto la quería ya.

Somos padres, ¿tu y yo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora