Cuando Kim Seokjin tenía cinco años, lo que más le aterraba era ver a su progenitora enfadada, nunca fue con él, pero solía gritarle a las personas, resonaba su voz por entre medio de sus tímpanos y le erizaba la piel, lo hacía sentir pequeño, más pequeño que el bebé que acababa de traer al mundo y que hacía llorar por las peleas que armaba. Pero dejó de temer para pasar a acostumbrarse, la repetición sólo pudo hacerlo fastidiar, aunque jamás dejó de tenerle miedo...al miedo, lo comparaba a una sensación viscosa que se adhiere a tu calzado y no te deja avanzar o como aguas negras que, más allá de ahogarte, te impiden ver la luz, te corta el respirar y te rodea de impedimentos.
Así que era bastante difícil afrontar el miedo que sentía en ese momento, no podía opacarlo con algún pensamiento o imagen en su cabeza, era más fuerte que él y su ritmo cardíaco amenazaba con detenerse por completo después de trabajar tan duro, sus piernas ardían de puro cansancio y se sentía desmayar, pero finalmente pareció estar valiendo la pena. Un gran hueco en la montaña, con una profundidad que superaba los treinta metros, y que llamaban "la fosa" se posó en su camino, cerca de ella se encontraba la parte más baja del terreno, no por ello la más sencilla, pero acortaba tiempo y era lo que necesitaban.
Se miraron por unos instantes, se permitieron formar una sonrisa en sus labios, pero no duró demasiado. Un carruaje guiado por caballos de pelaje negro atravesaba desde lo más espeso del bosque, no tenían duda alguna.
Era YoungMi.
Jinetes enfundados en gruesos abrigos de piel resguardaban de cerca la seguridad de la reina y sus posibilidades eran reducidas, no había ningún sitio en dónde esconderse, una explanada pintada de blanco los rodeaba, les gritaba que no había escapatoria. Y para Jin, el único refugio eran los brazos de NamJoon, nadie podría hacerle daño si estaba en ellos, así que lo abrazó con fuerza, él era su escondite.
Hacía tiempo que no veía a su progenitora, que no escuchaba su voz, pero aún así no quería apartar su mirada de la obscuridad que sus párpados cerrados le daban. Sus reparaciones seguían agitadas, sus corazones desbocados y el príncipe se permitió derramar un par de lágrimas rebeldes que quemaron la fría piel de sus mejillas.
"No quiero y tampoco necesito a nadie que no seas tú..." le susurró con voz temblorosa, aferraba sus dedos a las ropas del más alto, no quería soltarlo ni dejar de sentir su calor.
"Voy a luchar hasta el final, sea cual sea, tengo que verte, en el altar. Necesito que seas mi esposo, que seas mi rey." le respondió, acercando su mano hasta la suya y enlazando sus dedos. Ya no estaban solos, si llegaban al fin del mundo lo enfrentarían lado a lado, siempre juntos.
"Seokjin." pronunció la reina mientras bajaba lentamente del carruaje, sus pasos eran difíciles, la nieve estaba incrementando lentamente sin que se dieran cuenta.
El frío aire parecía ser el único espectador de la catástrofe que comenzaba a avecinarse, los rodeaba con su gélida temperatura y los golpeaba sin piedad sobre su piel expuesta, era la guía para los copos de nieve cayendo delicadamente sobre sus cabellos y pestañas. Los guardias no se movían, se limitaban a mantener sus miradas encima del príncipe en compañía del sirviente que había robado su corazón, esperaban pacientemente que cometieran cualquier mínimo error que pudiera justificar una flecha directo en el pecho o un golpe sin piedad.
La reina, imponente y orgullosa, ordenó que la noticia del encuentro con su hijo llegara al reino Min, una manera simple de decir "No los pudiste ocultar de mí", una manera simple de proclamarse vencedora.
[...]
"¿Has decidido irte?" le preguntó.
"No, madre, no me iré. Simplemente pasaré una temporada más extensa en el castillo de Yoongi, voy a volver." le respondió Taehyung, frenando sus movimientos sobre la maleta que llenaba de ropa. No podía dejar de pensar en su hermano, en lo poco que era capaz de hacer y lo mucho que quería verlo libre y feliz, pero algo estaba claro, no lo quería demasiado lejos de él.
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❝Príncipe❞ #1 [NAMJIN] [TERMINADA]
RomansaJin y NamJoon no debieron haberse conocido, pero lo hicieron. No tenían que verse a los ojos de esa manera, pero ocurrió. Sus labios no debieron unirse, pero lo hicieron incontables veces. No debieron caer el uno por el otro, pero se enamoraron, qui...