Capítulo 8. (Ágata Banks)

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Los bitores de algunos de los invitados me sorprenden cuando llegamos al encuentro de los demás jinetes, ellos, a diferencia de las damas que me miran con gran recelo, parecen sorprendidos y divertidos, algunos me inclinan la cabeza con una sonris...

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Los bitores de algunos de los invitados me sorprenden cuando llegamos al encuentro de los demás jinetes, ellos, a diferencia de las damas que me miran con gran recelo, parecen sorprendidos y divertidos, algunos me inclinan la cabeza con una sonrisa en el rostro mientras otros me miran fijamente antes de asentir en tono de aprobación.

Lord Hugh y lord Bridge que salen recientemente del bosque, galopan hacia nosotros, siendo lord Bridge el primero en llegar. Se aproxima junto con su caballo hacia mí, con los ojos cargados de furia y su mandíbula apretada.

–¿Cómo has osado a desafiar a tu marido y a tu padre delante de todos, vagabunda? –habla bajo, amenazante.

–De la misma forma en que osa usted llamarme así, milord –me enderezo ante él.

–No te equivoques Ágata –devuelve– sé muy bien que tu marido no puede castigarte como se debe esta semana, pero lo que a mi concierne no hay poder en el mundo que a mí me detenga.

–Ni soñando milord –lo enfrento– no soy una niña ahora y no permitiré que coloque un solo tramo de su cuerpo sobre mí –mi voz suena tensa.

Él se tensa, observo por el rabillo del ojo como sus manos enguantadas aprietan cada vez más las riendas de su corcel

–Agradece que tenemos a demasiadas personas a nuestro alrededor –dice siseando.

Sonrío tímidamente, lo que hace que él ensanche sus ojos a modo de sorpresa.

–El que tiene que dar gracias es usted, porque si no fuera por mí hermano y por mí, usted estaría vagando por las calles de York, como un pordiosero –murmuro.

Sus mejillas se escandalizan, y la ira, que es costumbre verla en su rostro, se torna más profunda.

–Cómo te atreves mujer...

Farid llega hacia nosotros y su rostro cambia radicalmente al verlo.

–¡Hijo mío! –dice sorprendido.

Por un momento, parece olvidar nuestra reciente conversación, gira su corcel hacia él y le sonríe sinceramente.

–Padre –responde mi hermano con tono seco.

Hace mucho tiempo nada de esto era así, mi padre, en sí no se comportaba de esta forma. Antes, hace más de ocho años, éramos una familia feliz. Mi padre no solía apostar y beber como lo hace ahora, trabaja en el banco que es ahora del lord Filey. Todo cambió el día que el dueño principal decidió ponerlo a él a cargo de su imperio bancario y no a mi padre. Si bien ambos se lo merecían, mi padre solo se enfocaba en hacer productivo el negocio y no en el bienestar de los clientes, mientras que lord Filey y su gigantesco corazón, sí. Ese día comenzaron los problemas en nuestra familia, mi padre alimentaba cada día su envidia y realizaba cosas con el fin de llegar a tener el mismo poder que lord Filey en ese momento. Estaba obsesionado con ello, apostaba y bebía sin ningún control, su odio fue extendiéndose incluso hasta los miembros de la familia Devine, volviendo una gran amistad a la rivalidad por culpa de su maldito ego, cómo no tenía más con quién desahogarse utilizaba, y aún lo hace, a nuestra madre, propiciándole grandes palizas que la han dejado tumbada en el suelo durante horas más de una vez. Mi hermano y yo, siendo testigos de esa crueldad, jamás estuvimos de acuerdo, nuestra perspectiva de él cambió absolutamente, el rencor y la impotencia de ayudar a nuestra madre, fue reuniéndose poco a poco en nuestro corazón. La gota que rebosó el vaso se dio cuando se enteró que yo no era pura y procedió a casarme inmediatamente y para ese entonces mi hermano al contrario de mí, pudo librarse de ese infierno marchándose lejos, mientras mamá y yo seguíamos quemándonos lentamente.

LO QUE NOS HICIERON CREER © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora