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Cassie no recordaba la última vez que estuvo tan ansiosa y nerviosa.

Los últimos años de su vida habían sido bastante... solitarios.

La mayoría de sus días habían estados cubiertos por una manta de tristeza, pues aunque se mantuviera ocupada, aunque fuera a la escuela y se encargara de sus tareas, inclusive si tenía amigos y se divertía con ellos, el recuerdo de sus padres y la ausencia de estos siempre estaba presente.

Era difícil definir cuándo fue la última vez que tuvo emociones como las que sentía en esos momentos mientras iba sentada en la parte trasera de uno de los lujosos autos a disposición de Tony Stark.

¿Cuál era el destino?

Pues la casa de Hank Pym.

Cassie se lo pensó bastante antes de decidir que en verdad quería ir a aquel lugar, pero sólo le tomó dos días estar completamente segura, así que llamó al número que Stark le indicó y sólo tuvo que decir su nombre para que la persona al otro lado de la línea entendiera todo y le dijera a qué hora la recogería en su casa.

Era sábado, así que no tenía que preocuparse por dejar algún pendiente y abordó libremente el auto aquella mañana a las 10 am. Ahora ya eran las 2 pm y se dio cuenta a qué se refería Stark con que fue complicado encontrar la casa, pues estaba muy lejos.

Para este punto, el auto conducía por una playa alejada mientras ella veía el paisaje por la ventana y escuchaba la música del walkman intentando concentrarse en ella.

Sin embargo, la tonada de Wham Bam Shang-A-Lang no podía calmar su interior. Cassie no estaba segura de qué encontraría en esa casa, tampoco de lo que quería encontrar, pero aun así tenía la necesidad de ir.

Cuando el señor Stark pronunció el nombre Pym, todo su interior se sacudió.

Hank Pym y Hope Van Dyne eran... personas muy importantes.

Ambos fueron personas clave en la vida de su padre y ella llegó a considerarlos su familia.

Había estado tanto tiempo sola, rodeada de cosas de su padre y algunas de su papá, que sentía la necesidad de también tener algo del resto de su familia.

Así jamás podría olvidarlos.

-Señorita, hemos llegado -.

Se sorprendió al darse cuenta que de no ser por el señor Happy, la persona que Stark designó para acompañarla, no se habría dado cuenta de que el auto se detuvo. Se sorprendió una vez más al sentir sus manos temblar cuando intentó abrir la puerta.

-La esperaré aquí, tómese el tiempo que quiera – aseguró gentilmente.

-Gracias... - sonrió lo mejor que pudo y ejerciendo un poco más de fuerza, logró abrir la puerta.

Cassie fue recibida por la fuerte y fresca brisa del océano, una brisa tan fuerte, que hizo su cabello volar en el aire despeinándolo ligeramente y que le hizo cerrar los ojos por un momento, sólo para que al abrirlos, se encontrara con la gran casa del hombre que llegó a considerar como un abuelo.

Allí estaba, aquella enorme casa de dos pisos, de colores café rojillozo en un tono ladrillo o incluso arena, con las escaleras altas que conducían a la puerta de madera de la entrada. Observó la aguja del techo de la pequeña torre del ala oeste y sonrió al recordar que cuando era pequeña, le gustaba pensar que esa parte era un castillo.

Se quedó anonadaba mientras muchos recuerdos venían a su mente, en especial la primera vez que visitó ese lugar.

En ese entonces tenía tan sólo 6 años e iba de la mano de su papi.

Sola - Star-Ant - MarvelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora