DUO

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El rezo de la mañana es alzado, el abad agradece la comida y todos los presentes se sientan en silencio, el único ruido que se oye es el de los cubiertos. Taehyung sigue pensando en el encuentro de la noche anterior, poco después de darle de beber, cerró la reja y puso la cabina frente a la puerta. Se retiró a su pequeña alcoba, donde se sintió rebasado, sus piernas temblaban como una maldita gelatina; no pudo dormir, la voz del demonio todavía giraba en su cabeza y cuando consiguió cerrar los ojos, escuchó el llamado para la misa de primera hora.

¿Qué se supone que debe hacer ahora?

Sus pies se dirigen por inercia hacia la biblioteca donde traducirá unos libros del latín, deja un momento los papeles perdiéndose en la ventana, la luz es tenue por la niebla pero todavía es mucho mejor que estar en la oscuridad del sótano. Suspira. Intenta seguir con sus quehaceres, después de avanzar esos textos sagrados, deberá pelar patatas para el almuerzo, barrer los pasillos, recolectar la limosna...

Esa noche, otro novicio se encarga de cerrar la capilla. Eso no lo ayuda a dormir, la silueta desolada sigue rondando su cabeza.

Pasan otros dos días más para que decida volver a verlo.

Uno de sus compañeros es el encargado, pero, por algún motivo, él se ofrece a arreglarla; no es que busque hacer algo realmente, sólo necesita confirmar que fue real, no sólo una alucinación; la situación en la que se encuentra no parecer ser la ideal.

Los fieles se retiran a paso calmo, en el pueblo todos los días parecen ser iguales así que los mismos creyentes vienen en la tarde a pedir por las mismas causas; algunos días, la rutina cambia celebrando un bautizo, una boda o un funeral, mas, el calendario no marca nada mejor para nadie. El muchacho mira a todos lados, una vez que se encuentra solo, saca la llave del sagrario y lleva el vino de misa junto a un poco de pan que guardó de su propia comida, toma un candelabro viejo y se aventura al sótano donde el caído sigue atado, la campana se alía a su proeza ocultando el ruido. Saca los alimentos, remoja las migas en la bebida para llevarlas a la boca del demonio que mastica con algo más de fuerza.

─Gracias ─lo escucha susurrar, sus orbes dorados se posan, en todo su esplendor, en su rostro. El novicio se cohíbe bajo la inspección de esos dos soles sin vida.

─No es nada ─no puede evitar que su mirada vaya a las cicatrices, es horrible hasta para un demonio, es como si el metal fuera parte de su carne; son bocas con dientes grises─ ¿te duelen?

─Ya no.

Como la primera noche, Taehyung deja el sótano cuando el demonio termina de comer; como esa primera noche, el insomnio lo acecha junto a la figura teñida en desolación; como la primera noche, no sabe si está haciendo lo correcto.

¿Qué es lo que debe hacer?

Sus quehaceres del día lo alejan, un momento, de la encrucijada en la que da vueltas dentro de un laberinto que no pidió. Prepara una cobija, un poco de agua, algunos panes, vino y carne seca además de un ungüento robado de la botica monástica. Después de que el encargado de esa noche termine sus labores y todo el monasterio quede en silencio, corre entre las sombras hasta la puerta prohibida, con el corazón en la boca y la anticipación adueñándose de él.

Camina hasta quedar frente al caído, el demonio lo observa apoyado en la columna. Le alcanza la vinajera de plata donde el vino de misa se halla. El demonio la abre, bebe la mitad del contenido antes de reír, de su garganta sale una especie de alarido en lo que intenta ser una risa.

─Acércate ─pide dispuesto a tomar un poco más del líquido borgoña. Su voz es amable, es miel sobre una hogaza de pan horneado por los hermanos del monasterio.

─Aquí estoy bien ─aclara algo incómodo, la abrasadora mirada del caído no se despega de su persona.

─No voy a comerte.

─Claro... ─se abraza a sí mismo con recelo, sus ojos recorren el lugar─ ¿qu-qué haces aquí?

─Actúas como si no lo supieras ─el demonio da por sentado que el novicio sabe algo, acaba con el vino y le alcanza el recipiente de plata.

─De verdad.

El pelinegro lo detalla, sus bruñidas pupilas recorren sus rasgos danzando con la luz de las velas.

─En el tiempo que llevo aquí, nadie de los que sabían que existo me ayudó... nadie tampoco escuchó mis lamentos. Eres el primero, debes tener algún don ¿cómo te llamas?

─Taehyung.

El silencio es casi tan grande como la oscuridad, se miran sin decir absolutamente nada, las velas van derritiéndose.

─Te traje vino, carne y algo de pan ─deja el candelabro en el piso para alcanzarle los alimentos.

─Gracias ─los recibe y sus manos tocan por un momento las del muchacho. El humano se muerde el labio inferior, el tacto debería ser tosco pero es suave como la seda, eso lo hace evocar la primera noche. Su mente se pierde en recodos inimaginables.

El chico se sienta frente al demonio viéndolo trozar el pan a la mitad, el caído le extiende uno de los pedazos.

─No, gracias.

─ ¿Sabes hace cuánto no comparto una comida? Dame el gusto, no te haré daño, así lo quisiera, estoy encadenado.

─Está bien.

Comen pequeños trozos.

─Afuera... ¿es de día?

─Está cayendo la noche.

El de ojos dorados recarga la cabeza en la columna, suelta un largo suspiro.

─ ¿No preguntarás mi nombre?

─ ¿Cómo te llamas?

─Jungkook.

─Es un lindo nombre.

─El tuyo también es lindo, te queda bien.

─ ¿Qu-qué haces aquí?

─Vine de excursión ─dice serio, luego ríe al ver la cara de extrañeza que tiene el bonito novicio─ no arrugues el gesto, se te marcará con la edad.

─ ¿De verdad no puedes irte?

─No sé qué te dijeron sobre el infierno, pero esto es mil veces peor. No me quedaría por propia voluntad.

Taehyung se levanta, desempolva su sotana y recorre el lugar mientras Jungkook toma el vino viéndolo de reojo. Hay más pilares en los que las cadenas se tensan pero el pelinegro es el único cautivo allí, además, una biblia antigua y varios crucifijos decoran alrededor; el origen de las cadenas lo llevan a un hueco desde donde nacen junto a un conjunto de cosas que no puede lograr divisar.

─Alguien se acerca ─advierte Jungkook─ deberías irte. No te olvides de cerrar bien, tienes tiempo, no creo que entre a la capilla.

El novicio saca otras dos velas y una caja pequeña con tres cerillas.

─Cuando se apaguen las que traje, puedes encender estas... cúbrete bien, dejaré la cobija. Dicen que empezará a nevar... y pásate el ungüento por las heridas, sé que no es mucho pero...

Eso enciende mucho más que la oscuridad en la que Jungkook habita, el muchacho aviva algo que creía muerto.

─ ¿Regresarás? ─pregunta intentando no demostrar la esperanza de volver a verlo mañana.

─Si puedo lograr que alguien cambie su turno, lo haré... ugh ¿te gustan las moras? Podría recolectar algunas.

─Sí.

Jungkook no necesita decirle que los demonios no necesitan comer, el que Taehyung se preocupe y le lleve cosas, le alegra. Aunque piensa que es algo lento, si tuviera necesidades humanas, no hubiera sobrevivido ni una semana en ese sótano.

─Hasta mañana ─susurra cuando escucha el candado ser cerrado─ Taehyung.

SacrilegioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora