El pequeño cuchillo hiere la piel de las patatas, el sonido al pelarlas y tirarlas al recipiente de madera es familiar, cotidiano, colmado de esa nostalgia milenaria que se arrastra junto a la humanidad, inevitable, conocida, dulce y triste. Miles de vidas forman capillas en nuestro interior, las notemos o no. La voz cavernosa de los hermanos entonando cánticos sube en cada rizo de cáscara que cuelga desde sus manos hasta el suelo. La inocencia procedente de la vida contemplativa le forma un nudo en el estómago, está sentado concentrándose en su tarea cuando grandes cantidades de agua escalan por sus tobillos hasta taparle la nuca, sus manos sangran poniéndose moradas. Morir de inmediato o resistir como una flor tardía. Irreverencias. Oraciones. La vida. La muerte. Su nombre. Su nombre...
Besos suaves desde sus mejillas, dulces hormigas picando sus poros vertidos de amor por el otro bautismo secreto. La humedad del agua, la consistencia de otra piel. Los clavos y el sacrificio de amor, vuelve a verse desde la esquina mientras la corona de dolor lo aniquila y Jungkook grita desde abajo.Su Jungkook.
Arde, entre sus brazos, sin ninguna flama, toda su existencia arde. Es inexplicable, es imposible, es justo lo que el amor más fuerte es. Un fulgor desconocido, una lumbre encendida bajo el agua. Taehyung es, Jungkook es... ambos son esas excepciones que se encienden con sólo un roce, con una palabra, con una mirada. Al despertar, la sangre dibuja ya seca, senderos enraízados a su piel alrededor de la gran llaga que atraviesa su carne. Su cuerpo tendido entre matorrales, parece no pertenecerle. Su mente todavía es incapaz de procesar todo lo vivido, desde el beso más dulce hasta la tortura más sádica.
Con el silencio agreste jugando con el sol de mediodía de fondo, una lágrima se atreve a expresar lo que con palabras nunca podrá ser dicho, ni sanado. Taehyung se aferra al cuerpo del demonio, la herida de su mano vuelve a sangrar mientras el escozor recorre sus bordes dolorosos y la movilidad se interrumpe por la hinchazón. Lo necesita tanto, necesita un abrazo suyo, una palabra dulce.
─Taehyung ─la voz cavernosa, seca pero dulce le devuelve la sensación de los rayos de sol en su anatomía. Jungkook no tarda en cerrar sus brazos alrededor de él, sin necesidad de perdírselo, lo toma acercándolo y llamándolo; ninguna palabra más es necesaria, a veces una sola engloba toda una charla.
Quién sabe cuánto dura, la brisa fresca, un poco de lluvia, el olor a tierra mojada.
Y lo ama un poco más.
Es otro inicio, un Génesis, ellos son dos adanes en un Edén sin dioses. Y está bien así.
─ ¿A dónde iremos? ─dubitativo, el castaño alza un poco la cabeza mirando al pelinegro. Tiene miedo del mundo que los rodea, se siente indefenso y sus ojos lo reflejan.
─Te llevaré conmigo a donde sea que vaya, podríamos ir a algún lugar que quisieras conocer.
─No sé mucho sobre lugares─ vuelve a esconderse en su pecho─ justo ahora, no quiero ir a ninguna parte... no particularmente. Sólo abrázame.
─No te soltaré, no podría hacerlo ─besa la cabeza del ex novicio, la ira no cesa aunque lo tenga a salvo, ahí, junto a él. La dulce naturaleza del muchacho, su sutil alegría, el eco esperanzador de su presencia está ahora enlazada a una extraña melancolía. Taehyung, su amado Taehyung─ por ahora, buscaré un lugar seguro para ambos y te curaré las heridas. Estás a salvo, lo estás.
El caído se levanta sin soltarlo, como prometió, camina tomando el sendero opuesto del que va al pueblo. El cielo va cambiando sus vestidos conforme pasa el día, la inconsciencia lo envuelve dejando que el caído tome el control. Jungkook se detiene de pronto, el acanelado que se hallaba adormecido posa su mirada en él.
─ ¿Qué ocurre?
─Te bajaré un momento ¿está bien? Me esperarás como un buen niño, mi amor ─lo deja sentado bajo un árbol, se inclina y le roba un dulce beso antes de erguirse y dejarlo solo.
Taehyung mira al demonio alejarse, se abraza las rodillas mientras ve algunas flores asomarse entre la hierba, por momentos, todo toma tintes de sueño, sólo son destellos de horrores nunca presenciados, pero no se arrepiente cuando los destellos vuelven como pesadillas. ¿Acaso no lo volvería a hacer? ¿No volvería a darle un poco de agua? ¿No iría a escondidas a darle de comer y a brindarle su compañía?
Una caricia lo devuelve a la realidad, Jungkook se arrodilla junto a él con esa mirada llena de amor. Los ojos del castaño viajan por las heridas que porta el azabache, no lo entiende, Jungkook puede regenerarse ¿por qué no lo hace?
─Encontré un pequeño lago de agua limpia ─no deja de brindarle suaves caricias en el rostro. Está dispuesto a cargarlo hasta allá pero el castaño le indica que puede caminar.
Una vez allí, ingresan con lentitud hasta tener más de medio cuerpo dentro del líquido cristalino.
─Está fría ─el muchacho tiembla un poco abrazándose al otro. Lo necesita a su lado.
El pelinegro le regala una sonrisa, el baño comienza al lavarle la cara.
─Te buscaré un lugar cerrado para pasar la noche ─dice pasando sus manos por los hombros y pecho de Taehyung─ prenderé una fogata, recolectaré agua y unas moras para que vayas comiendo mientras cazo algo. Ya mañana seguiremos el camino.
Frota con suavidad sus brazos, pasa por sus caderas, talla su espalda dejando algunos besos y al bajar hacia sus glúteos lo acerca todo lo que puede.
─Jungkook ─jadea el almibarado, sus manos se aferran a él.
El demonio vuelve a tomarlo de la cintura para abrazarlo sin querer propasarse. Sólo tiene dulzura y amor para él, acariciar su anatomía lo hace rememorar la vez que compartieron las moras y Taehyung lo lavó con un paño. Ese pequeño castaño es el dueño de su ser, vive alrededor de su respiración, de su frágil vitalidad. Si él muriera... nada podría tener sentido otra vez, todo es suyo, Jungkook es suyo.
─Hay algo que me ha estado torturando desde que salimos del monasterio ─confiesa cerrando los ojos. Pasa un instante de silencio antes de que vuelva a hablar, toma el brazo herido mirando la gran herida de su palma, se culpa, se maldice por dejar que hirieran al muchacho─ si duele mucho, puedo darte mi sangre.
Taehyung abre la boca para contestar pero no se le ocurre nada, su mente está en blanco. El agua sigue fluyendo, los pájaros cantan a lo lejos, el cielo se llena de nubes grises.
─E-Eso... ¿me convertiría?
─Así tus heridas se regenerarán y tu cuerpo se sentirá mejor... es lo que puedo hacer por ti. Entiendo que tengas miedo y pienses que eso te corromperá pero juro que no lo hará, tú seguirás siendo el mismo. Podremos estar juntos... por siempre... podré cuidarte... es sólo si tú quieres. Yo no te obligaré a nada. No haría algo que te lastimara, jamás. Y sé que te herí, es mi culpa que te torturaran. Es mi culpa, lo siento tanto.
─Jungkook, te amo ─el muchacho une sus labios a los ajenos para iniciar un beso, se mueven lento, sin prisa por separarse. Puede sentir la sangre fluyendo por todo su cuerpo, puede sentir algunas ráfagas de alegría.
El demonio rompe el beso sin alejarse de los dulces belfos que adora.
─Déjame devolverte un poco de lo mucho que hiciste por mí.
─No hice nada. También estás herido.
─Yo sané la noche que te vi.
Se abrazan todavía en el lago, los rayos de sol van muriendo, dejando el telón celeste a la noche. El mundo sigue mucho más allá de ellos, la vida sigue su curso. El tiempo. Jungkook suspira, llora; cada lágrima se mezcla con las gotas dulces que caen de sus cabellos brunos; su rezo y su rosario es sólo uno, es un resplandor brotando del dolor y las cicatrices, al amarlo, lo ama sin reparos. Es la enseñanza más grande y valiosa, es Taehyung.
Dividí el epílogo en dos, es mi regalo de fin de año. Saben, esta es una obra de la que me siento orgullosa, aunque no sea muy leída y no esté "bien" editada, disfruté escribirla y lloré y me caló hondo.
Espero que alguien sienta lo mismo al pasar por aquí, un pequeño universo es un estuche maravilloso de secretos y sentimientos valiosos. Es mi estuche.
Feliz Año Nuevo.
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Sacrilegio
Fanfic─Taehyung... te quiero. ─Yo también te quiero ─susurra con los ojos cerrados, cayendo en un profundo sueño. ─Pero, realmente te quiero. Empecé a ansiar que vinieras a verme, a alimentarme de tus dulces gestos, a querer vivir... y me enamoré de ti, s...