En una cima a lo lejos, en un lugar sin nombre, de altos robles que hieren el cielo y siniestros pájaros brunos, un grupo de turistas es guiado por las ruinas de un antiguo monasterio rumbo a la capilla, las columnas que sobrevivieron, si tuvieran boca, narrarían la historia que se tejió bajo su serena mirada infinita; los santos podrían gritar la infamia cometida, darle voz al dolor, a la traición, según sus ojos de vidrio y santidad, es fácil diferenciar el bien del mal. El frío de las piedras del piso, cala en sus huesos igual a una daga, el eco de sus pasos se confunden con una grabación mal hecha de los cánticos antiguos que, el guía jura, alzaban los clérigos en esa hora ingrata. La descripción de su riqueza arquitectónica invade lo que fue una exquisita bóveda en un credo de historia del arte y la construcción que se desdibuja junto a todo lo demás.
El tiempo fuera es desolador, el viento crea susurros contándole historias malditas al que quiera escuchar, historias que el invierno recuerda como si fuera ayer. El sol se esconde tras los aciagos troncos secos: taciturno, lánguido, temeroso. Un muchacho anda alejado del grupo, sus cabellos de seda caen en su rostro hermosamente creado, en una de sus manos lleva un guante que es poco visible gracias a las mangas de su abrigo, la tela esconde su secreto mientras sus dedos acarician las formas de las rocas. Sus ojos contemplan los restos con indescifrable semblante, el pecho se le oprime y viaja al pasado con horrorosa rapidez. Su respiración se acelera.
─En esta parte ─señala el guía─ se alzaba un retablo tallado a mano. Uno de los registros de la biblioteca tiene los bocetos de su singular composición con flores y hojas propias de la zona además de pequeños querubines.
El sonido de campanas reemplaza los cantos desde los parlantes dispuestos en esquinas escondidas de la iglesia.
─Durante la época que se expandió la religión en todo el continente; este pueblo fue considerado un foco del mal, las leyendas hablan de una puerta al infierno por la que Satanás pudo hacerse con las almas de los pobladores. En la zona habitaban más campesinos y gente que no sabía leer ni escribir, que estaba más propensa a creer en supersticiones y cuentos. El monasterio funcionó desde su construcción hasta que pasaron ciertos acontecimientos que nadie tiene claros. No tenemos registro más que el ataque de un grupo de niños a un vitral de la Virgen... es lo último antes de la muerte en masa de los monjes y el robo de la mayor parte de objetos de valor.
Espera un instante, lo que duran algunos parpadeos, para bajar por unos escalones detrás de una puerta secreta. El grupo de turistas, baja también, uno a uno, se congregan alrededor de una de las columnas donde un esqueleto yace encadenado.
El muchacho dubita, retrocede negándose a bajar cuando un pequeño susurro va hasta sus oídos, casi indetectable a causa de todo el ruido; el chico levanta la mirada, sonríe levemente, da sólo un pequeño paso cuando vuelve a escucharlo, un poco más claro, dulce y bañado en estío, muy diferente al paisaje en el que se desenvuelven.
─Jungkook ─llama posando una de sus manos en el rostro contrario. El nombrado besa la palma escondida en tela negra, con suavidad, justo en la cicatriz que sigue ahí aunque la herida haya cerrado. Esa respuesta a su llamado, expande luces en el pecho del castaño mientras es abrazado desde atrás, su corazón late y se siente afortunado. Se siente protegido.
─No necesitas bajar ─susurra dejando un beso en su mejilla, aspirando el aroma de sus cabellos─ sabemos que Shin murió encadenado, que todo está bien. Todo acabó hace mucho, mi amor. Deja de temer, no puede hacernos daño, nadie lo recuerda, no hay nada más que fantasmas a los que tienes la opción de olvidar. Yo estoy contigo, estoy aquí para alejar las pesadillas, para sostenerte; soy un demonio ¿lo olvidas? Puedo hacer temer hasta al más valiente.
─Lo sé. Necesitaba volver para cerrar esa puerta, necesitaba saber que Yoongi no lo liberó. Que no lo recuerdan como a un mártir, que fue borrado.
─Vámonos, TaeTae ─lo pega a su cuerpo, lo conforta hasta sentir que se calma en su abrazo─ todas las heridas sanaron.
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Sacrilegio
Fanfiction─Taehyung... te quiero. ─Yo también te quiero ─susurra con los ojos cerrados, cayendo en un profundo sueño. ─Pero, realmente te quiero. Empecé a ansiar que vinieras a verme, a alimentarme de tus dulces gestos, a querer vivir... y me enamoré de ti, s...