Capitulo 4

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Nos encontrábamos en lo que serían los aposentos del rey de la tribu de la montaña, todo parecía tener un tono marrón.

La guarida de los hombres de montaña me recordaba a un hormiguero, bajaban por un hoyo en la superficie y bajo tierra se encontraban túneles que llevaban a diferentes recámaras, la organización de la tribu también se asemejaba a la de las hormigas, algunos se encargaban de la defensa, otros eran exploradores, otros recolectaban alimentos, y así.

-He visto que traes a una niña contigo, ¿está destinada a ser tu esposa? Ni siquiera me miró. En las tribus de agua las mujeres eran adoradas por su belleza, pero a la vez eran tratadas como objetos delicados que no tenían mucho intelecto, sin contar a las ancianas, miembros sumamente importantes de la tribu ya que eran ellas las encargadas de llevar las leyendas a los integrantes más jóvenes del clan, y eran ellas también las que sabían absolutamente todo sobre las plantas y animales marinos y sobre métodos de curación, y sobre otras tribus y demás, eran como libros antiguos caminantes.

Pero aquí era diferente. La delicadeza no era algo que en las mujeres tuviera importancia, eran guerreras, y eso era algo que me gustaba, las niñas en mi tribu se dedicaban a lavar ropa en el río o a recolectar algas, pero nunca me interesó aquella tarea, le supliqué a mi padre que me criara como a mi hermano, aprendí a usar la espada, el arco y la flecha, y como defenderme, pero eso no era algo de lo que estar orgullosa según los demás, por lo cual era un secreto, que mantenía con mi padre y mi hermano. El hombre de montaña parecía no ver una guerrera en mí, me veía igual que a las mujeres de mi tribu.

-No.- respondió Jacú y luego agrego.- Es mi hermana.

-Dos hermanos de la tribu del agua vagando por las tierras de la montaña. ¿Sabes a qué me suena eso?.- dijo el rey.- Fugitivos.- agregó tras una pausa.- Y sólo hay dos razones por las cuales una persona de la tribu del agua abandonaría su tribu.- Nos miró fijamente.- La primera, que se cansaron de la aburrida vida de recolectar algas y la segunda, que escapan por el cambió de rey.- Nos observó con curiosidad, esperando una respuesta.

-Es la segunda opción montañés.- dijo mi hermano tras pensar si era inteligente decir la verdad.

-Justo lo que me imaginé.- Le dio una seña al guardia que estaba de nuestro lado, éste puso de rodillas a Jacú y lo sujetó por el pelo.- Dime tu nombre niño del río.

-Jacú, hijo de Senir y Jena, guerrero de la tribu de los ríos, descendiente de los espíritus del agua. -dijo esto escupiendo las palabras, con odio, lo único que hacía el rey era sonreír.

-Suéltenlo.- bajó su mirada riendo para posarla nuevamente sobre mi hermano, esta vez mucho menos agradable.- Sé quién eres Jacú, hijo de Senir y Jena, se quién fue tu padre, y sé quién fue tu abuelo.- Hizo una pausa, toda la tribu de las montañas guardaba silencio y observaba la situación.- Fue tu abuelo quien le dio la espalda a nuestra tribu en épocas difíciles, nuestra gente moría mientras él gozaba de sus aguas y banquetes, sin siquiera pensar en el tratado de Jantix.- El odio estaba presente en la mirada de ambos.- Pero eso es pasado, aunque no te confundas guerrero, el olvido no es sinónimo de perdón.

Jacú y yo nos miramos por unos segundos, no sabíamos absolutamente nada sobre tratados, ni alianzas, ni muertes, sabíamos de la existencia de una tribu cercana pero no teníamos conocimiento sobre esto, y teníamos la certeza de que nuestra tribu tampoco, o por lo menos no la realeza.

-¿Qué quieres de nosotros rey de la montaña?- hablé por primera vez pero mi voz sonó decidida. Toda la sala inclusive el montañés giraron su mirada a mí, tragué saliva. Él se tomó uno de sus cabellos trenzados y recorrió con sus ojos toda la sala para volver a depositarlos en mí.

-Quiero que sean mis invitados.- Sonrió con un brillo en los ojos que me hizo estremecer.

La tribu del rioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora