Capitulo 2

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Caminamos sin rumbo alguno, a cada paso nos encontrábamos aún más lejos de nuestro hogar, ¿Qué eran aquellos gigantes montones de tierra? ¿Y por qué debajo de sus pies el suelo tenía un color rojizo?

Todo era muy diferente al oscuro color de la tierra de los ríos, la humedad era inexistente, era un lugar desértico.

-Debemos prepararnos.- Dijo mi madre.

-¿A dónde iremos?-

-No lo sé Jacú, no tenemos amigos fuera de la tierra de los ríos-hizo una corta pausa.-Si tu padre estuviera aquí ya estaríamos a salvo.-

-Pero no lo está- dije en voz baja. Mi madre me dirigió una mirada de reojo, desafiante.

De pronto unos gritos surgieron detrás nuestro, eran los guerreros de la tribu, nos habían seguido.

- ¡Corran!

Corrimos lo más rápido que pudimos pero éramos menos y estábamos más cansados, fuimos hacia los montones de tierra y corrimos entre ellos, lo que me hacía recordar a los pasadizos de las cuevas de los ríos. Seguimos corriendo hasta llegar a un lugar plano.

-¡Niara!- Me di la vuelta.

-¡Madre!- grité, pero era demasiado tarde, una de las lanzas que llevaban los guerreros había atravesado su brazo derecho.

No podía pensar, ni moverme, o por lo menos no era consiente de mis actos. Sin siquiera darme cuenta estaba corriendo hacia los guerreros, dos de ellos sostenían a mi madre que se encontraba inconsciente, pero todos parecían correr tras de mí.

Una nube de tierra se levantó a nuestro alrededor y por primera vez en el día escuché a mi hermano gritar, a los segundos sentí un golpe seco en mis piernas y caí sobre la tierra, mis palmas dieron duro contra el suelo y comencé a sangrar, no sentía dolor alguno.

La nube de tierra desapareció, levanté la vista y la luz del sol me cegó, pero pude vislumbrar una monstruosa figura de cuatro patas, un hombre bajó del animal golpeando el suelo con sus pies, la tierra volvió a entrar en mi garganta y comencé a toser.

Intenté levantarme pero algo en mis piernas me lo imposibilitaba, miré a mi alrededor, mi tribu había desaparecido junto con mi madre, detrás mío se encontraba Jacú, tirado en el suelo con la misma correa que parecía tener yo.

Observé los grandes animales, eran ocho y nos rodeaban, cada uno con su respectivo jinete.

-Niños del agua vagando por las tierras de la montaña, ¿Quién se imaginaría tal cosa?

La tribu del rioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora