CAPITULO 1

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El doctor López se dirigió a la unidad de cuidados intensivos para recibir su turno

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El doctor López se dirigió a la unidad de cuidados intensivos para recibir su turno. Era una mañana como cualquiera en la que el joven y apuesto médico levantaba suspiros mientras caminaba por los pasillos del exclusivo hospital; la mente en blanco para no ponerse ansioso, solo Dios sabía con qué desgracias tendría que lidiar en cuanto empezara su faena.

―Buenos días. ¿Qué vas a dejarme hoy? ―Preguntó aproximándose al doctor Sáenz quien terminaba de sellar apresurado un expediente.

―Buenos días, un ingreso: cama dos, paciente de sexo masculino, Bruno Ricardo Holzner Peralta, 28 años de edad, accidente en motocicleta. Ingresó anoche a las 19:40 aproximadamente ―indicó el doctor Sáenz mientras se dirigía al pabellón del mencionado paciente―. Hace un rato vinieron los últimos resultados y hay que hablar con la esposa. ¿Podrías encargarte de eso?

El doctor Sáenz le dio una palmada en el hombro a su colega al tiempo que le extendía la papeleta. López hizo un gesto de disgusto y entonces el doctor Sáenz añadió.

―¡Vamos hombre! Sabes que usualmente no hago esto pero es el cumpleaños de mi hija y mi mujer me va matar si no estoy en ese desayuno dentro de 20 minutos.

―Ve pues, yo le digo a la esposa, solo porque en mi turno no quiero atender a un politraumatizado de 60 años por ataque con sartenes.

―Gracias hijo, te debo una, me llamas si tienes alguna duda ―dijo Sáenz sonriendo agradecido antes de irse.

El doctor López permaneció unos minutos más en la habitación revisando expediente: «28 años», el paciente era apenas un año menor que él. Esto iba a ser complicado, siempre era más difícil para la familia asimilar las malas noticias cuando se trataba de un paciente joven y sano como el que tenía enfrente: a pesar de las vendas, los tubos, los moretones, las sondas, el collarín y la mascarilla, podía apreciarse que se trataba de un hombre de constitución atlética.

La enfermera apareció en la puerta informándole que la esposa del paciente solicitaba hablar con él. López salió del pabellón preparando el discurso en su mente. No importaba cuantas veces lo hubiera hecho, llevar malas nuevas seguía siendo la parte que más odiaba de su trabajo.

Se dirigió a la sala de espera donde se hallaba un pequeño grupo de personas―Señora Holzner―. Dijo con la vista en el expediente para asegurarse de decir correctamente el apellido.

Una mujer joven se levantó del sofá y se adelantó hacia él.

―Amanda ―dijo sorprendido, fijando la vista en los ojos llorosos de la mujer. Eran unos grandes ojos verdes que conocía demasiado bien―. ¿Amanda Holzner?

―Soy yo ―aclaró ella sin inmutarse―. ¿Dónde está el doctor Sáenz?

―Tuvo que retirase, asuntos familiares. Lo siento mucho ― ella lo veía fija y tristemente―. ¿Quieres verlo?

AMIGOS SIN DERECHOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora