CAPITULO 2

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Era un 20 de diciembre, 11 años atrás. Lucas necesitó enrollar dos sabanas alrededor de su torso para llenar el traje de Santa Claus, por suerte, la peluca, el gorro y la barba cubrían la mayor parte de su rostro o no habría tenido el coraje de salir en público.

«Es por una buena causa, es por una buena causa», repetía en su mente mientras entraba al comedor del hospital donde iba a realizarse la celebración.

Muchos practicantes iban y venían colocando sillas, globos, regalos. Su amigo sonrió al verlo y un poco en burla levanto los pulgares. Lucas habría deseado mostrarle el dedo de en medio, pero ese no era un gesto apropiado para Papá Noel así que se dirigió a una de las esquinas del salón mientras esperaba a que le dieran indicaciones.

En ese momento ambas puertas se abrieron y entró un grupo de personas, chicas jóvenes en su mayoría. Iban vestidas con atuendos rojos y gorros navideños.

Un par de sujetos empezaron a colocar bocinas y micrófonos en el espacio que se había designado como escenario.

A Lucas le habría encantado quedarse observando las pruebas de sonido de aquellas guapas mujeres, pero entonces la trabajadora social lo apartó para darle algunas instrucciones: los pequeños pacientes estaban por llegar y él debía darles la bienvenida. Respiró profundo y se dirigió a las puertas que quedaban al fondo de donde se habían colocado las sillas. Para su sorpresa la trabajadora social regresó trayendo a una de las chicas del grupo.

―Lucas, ella es...

―Amanda, mucho gusto ―se presentó la joven estrechándole la mano.

―Amanda él es Lucas.

―Mucho gusto ―dijo él, algo nervioso.

―Ustedes van a recibir a los pacientes conforme los vayan trayendo, salúdenlos, denles la bienvenida, estrechen sus manos solo si es necesario ―dijo entre dientes la trabajadora social―, algunos tienen enfermedades muy contagiosas así que les recomiendo evitar el contacto físico tanto como puedan. Aquí tienen unos guantes y cuando terminen pueden usar el baño que está en la cocina para desinfectarse, es esa puerta de allá. ¿Alguna duda?

―No ―respondieron los jóvenes al mismo tiempo, y sintiéndose un poco preocupados por las advertencias recibidas, tomaron su lugar en la entrada del salón.

Los enfermeros empezaron a llevar a los pacientes.

Fue desgarrador y a la vez maravilloso ver la sonrisa de felicidad en aquellas caritas pálidas llenas de tubos, vendas y mascarillas y poder estrechar sus manitas atravesadas por agujas. La recomendación de la encargada resonaba en la cabeza de ambos, pero pronto la hicieron a un lado. ¿Cómo rechazar un abrazo de aquellos angelitos caídos en la batalla de la vida?

Algunos se detenían y con gran inocencia les hacían preguntas, ninguno de los dos solían entretenerse con fantasías, pero en esa ocasión hicieron su mayor esfuerzo para seguirles la corriente y no romperles la magia.

El maestro de ceremonias procedió a dar la bienvenida. Amanda y Lucas esperaron un poco más, pero al parecer ya todos los pacientes estaban en su lugar.

―Creo que ya son todos, verdad ―comentó ella.

―Sí, así parece.

―Voy a lavarme.

―Si yo también ―dijo Lucas siguiéndola.

Lucas no pudo evitar pensar en lo atractiva que era Amanda mientras caminaba detrás de su bien formado cuerpo. A su belleza se le sumaba el hecho de que había sido realmente dulce con los niños, lo cual había dejado a Lucas gratamente sorprendido.

AMIGOS SIN DERECHOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora