CAPÍTULO 10

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¿Qué era lo que Lucas iba a decirle aquella noche en el taxi? Todas las noches, Amanda tejía conversaciones imaginarias tratando de responderse esa pregunta. Deseaba saber si Lucas la amaba, pero no lo había dejado terminar porque en el fondo, no estaba segura si estar con Lucas iba a hacerla feliz o miserable. Él nunca tenía tiempo y ambos eran muy celosos, una relación en la que no pudieran verse difícilmente podría funcionar. Y si él escogía estar con ella y dejar todo, seguro ella se sentiría culpable o a lo mejor Lucas acabaría arrepintiéndose.

Ser amigos parecía menos complicado. Así que eso fue lo que hicieron por años. Llamadas telefónicas, salas de chat, correos electrónicos, mensajes de texto, reuniones en horarios extraños: desayunos a las seis a.m. cine un martes por la tarde, canchas de fútbol a las diez de la noche, compras de supermercado, fiestas de cumpleaños y hasta funerales, cualquier excusa, cualquier momento libre en el que coincidieran era bueno para estar juntos. Para Lucas, la voz adormitada de Amanda era la cosa más sensual del mundo. Amanda por su parte adoraba lo mensajes de texto que él le enviaba y los guardaba para leerlos una y otra vez.

Por supuesto no era fácil, ni mucho menos perfecto, aunque se mantenían en contacto la vida seguía su implacable curso, transformándolos continuamente. Algunas veces sentían la certeza de que eran el uno para el otro y otras veces les parecía que ya no se conocían.

Él no siempre estaba de buen humor, a veces se mostraba cansado, distraído; ella lo entendía pero no siempre tenía la paciencia para lidiar con el mal genio de Lucas. Ella cambiaba su lenguaje y sus gestos de repente, y eso hacía a Lucas preguntarse cómo eran las personas con quienes ella pasaba el tiempo, los celos lo agobiaban, especialmente porque a diferencia de él, ella rara vez le presentaba a sus amigos y casi nunca lo invitaba a sus reuniones familiares.

Casi no hablaban sobre sus relaciones con otras personas, era una especie de acuerdo implícito que existía entre los dos para ahorrarse el sufrimiento, pero era evidente que ella salía con otros muchachos. Lucas sufría en silencio, pero ¿qué podía hacer? sabía que él no podía darle la atención y la compañía que ella se merecía. Él intentaba relacionarse con otras mujeres también, pero era realmente difícil, no solo por lo absorbente de sus compromisos, sino por la escala de atributos que había creado mitificando las cualidades de Amanda.

Entre el quinto y sexto año de su carrera, Lucas empezó hacer prácticas en diferentes regiones del país. Se hallaba en la segunda ciudad más grande del país. El Director del hospital donde se encontraba era un renombrado intensivista que además de haber sido catedrático en varias universidades, tenía una intachable reputación debido a su ética profesional. Lucas lo admiraba, aquél hombre encarnaba todo lo que él quería ser como profesional y el Director también sentía gran aprecio por su joven aprendiz. Lucas siempre estaba ansioso por ayudar y por aprender, su inteligencia y buena actitud lo hacían resaltar entre el montón.

El médico en mención iba a asistir a un Congreso de Medicina en una ciudad cercana, pero inesperadamente, dos días antes del evento, falleció un doctor retirado muy querido por todos. Dado que la mayoría de doctores del hospital iban a asistir al funeral de su ex colega, el director decidió cederle su puesto a Lucas, quien aceptó sorprendido y agradecido.

El Congreso duró dos días y se realizó en una zona hotelera que quedaba cerca de la playa. Para cerrar el evento, recibieron una muy breve charla, sobre los beneficios de la Zumba como opción de ejercicio y terapia, un tema bastante fútil comparado con el resto de los que se habían desarrollado previamente, pero tras una breve charla, el conferencista anunció que habían preparado una pequeña demostración durante el coctel de despedida, lo cual fue muy bien recibido por los cansados concurrentes.

Lucas salió sin prisa al lobby donde los asistentes se relajaban, bebiendo, degustando tapas y observando a las cinco bellas chicas que bailaban detrás del instructor. En uno de los extremos del escenario, una chica peinada con dos trenzas llamó su atención.

Se trataba de Amanda, vestida en un ajustado traje negro con detalles de blancos. Estaba hermosa, su cara se veía algo aniñada con ese peinado, pero del cuello para abajo era una mujer en todo el esplendor de su juventud.

Lucas nunca la había visto bailar. Trataba de llevar el hilo de la conversación con sus compañeros, pero las caderas de Amy moviéndose de un lado a otro, sus glúteos firmes, sus piernas fuertes, los latigazos de su cabello agitándose en el viento, sus senos rebotando con cada salto, eran algo casi hipnóticos y le robaban la atención por completo. Ella sonreía todo el tiempo, pero no era una sonrisa coqueta y forzada como la de sus compañeras, de hecho, parecía evitar el contacto visual con los espectadores. Se veía tan concentrada que Lucas decidió mantenerse alejado para poder admirarla sin perturbar su actuación.

El grupo bailó por casi una hora y luego varios de los asistentes se aproximaron para tomarse fotos con las chicas. Lucas esperó pacientemente hasta que la multitud se fue dispersando. Cuando ya solo quedaban algunas personas, Amanda lo distinguió desde lejos e inmediatamente corrió a abrazarlo.

―¡Lu, que sorpresa! ¿Por qué no me avisaste que ibas a estar aquí?

―Fue algo de último minuto. Tú tampoco me contaste que estarías aquí.

―Me olvidé, supongo, como hablamos tan poco últimamente...

―Sí, lo siento, he estado muy ocupado. En fin, nunca te había visto bailar ¡Eres increíble!

―No tanto ―dijo ella con humildad―, pero he tomado clases desde hace 17 años, algo tenía que aprender. ¡Wow! Mírate ¿Has estado haciendo ejercicio?

Antes de que Lucas pudiera responder una de las chicas gritó: ―¡Mandy ya nos vamos!

―Me tengo que ir ¿Cuándo te vas? ―preguntó Amanda.

―Mañana al medio día.

―¡Genial! Yo también, por qué no me llamas y nos reunimos a desayunar o algo.

―Me encantaría.

―¡Apúrate perra! ―interrumpió de nuevo la amiga de Amanda― ¡Tiene novio Doc., no pierda el tiempo!

―¡Cállate perra, ya voy! ― respondió Amanda, luego suavizó el gesto y le dio a Lucas un beso en la mejía―. Te quiero, llámame ¿Sí?

AMIGOS SIN DERECHOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora