CAPÍTULO 21

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Mientras el viaje se acercaba, Lucas fantaseaba con que Amanda lo detuviera, con que le pidiera que se quedara

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Mientras el viaje se acercaba, Lucas fantaseaba con que Amanda lo detuviera, con que le pidiera que se quedara. Pero ella simplemente siguió jugando a la enfermera con su esposo como si él no existiera.

Llegó el día de subirse el avión y aun en el aeropuerto, él seguía revisando el teléfono una y otra vez buscando algún mensaje, alguna señal de Amy, pero no había nada. Mientras estaba en el baño escuchó el altavoz indicándole que era hora de abordar, todo su dolor se convirtió en rabia y sin poder contenerse más golpeó el celular contra la pared haciendo pedazos la pantalla, lo lanzó al cesto de la basura y fue a montar el avión que al fin lo alejaría de la mujer a quien había amado por tantos años.

Una de las primeras cosas que hizo apenas se instaló en el otro país fue tomar la computadora y eliminar minuciosamente todos los mensajes, los contactos, las cuentas, las fotos, cada pequeña interacción que había tenido con Amanda hasta que fue como si nunca la hubiera vuelto a encontrar. Se creyó libre y se sumergió por completo en su nueva realidad.

Fue asignado a una pequeña ciudad fronteriza. Ya no atendía accidentes y sobredosis de personas adineradas, ahora la mayoría de sus pacientes eran migrantes sin documentos; víctimas de brutalidad policial o de ataques criminales; campesinos y trabajadores; gente que se veía al borde de la muerte simplemente porque carecía de los recursos necesarios para procurarse una buena salud.

Lucas trabajaba muy duro, más que los demás, como si no necesitara tiempo libre. Y es que no había mucho que hacer en aquel pueblucho, su trabajo era lo único que lo mantenía lo suficientemente entretenido para no pensar en Amanda.

Con el tiempo, el joven médico extranjero fue haciendo amistad con algunos lugareños quienes se ofrecieron a mostrarle los alrededores. 

Lucas aceptó cada invitación, cada viaje, cada cerveza que le brindaron, besó a cada mujer que se lo permitió e incluso durmió con algunas, aunque luego tuvo que esconderse. Lucas buscaba divertirse a toda costa y muchas veces lo lograba: pesca, senderismo, compras, estadios, playas, carreteras, volcanes, montañas, comidas exóticas, tragos, mujeres. Finalmente estaba haciendo todo aquello que no había podido hacer siendo más joven. 

Pero aun en los lugares y en los momentos más perfectos, él pensaba en Amy y deseaba que ella estuviera a su lado.

Le tomó muchos meses aceptar que iba a necesitar más que solo aventuras para poder borrarla. Odiaba admitirlo, pero ella tenía razón: necesitaba dejar que las personas se acercaran a él y él debía acercarse también si quería formar relaciones que realmente significara algo.

Empezó por sus compañeros de proyecto, se propuso conocerlos mejor y dejar que lo conocieran un poco más. Fue bueno, nuevas amistades comenzaron a forjarse a partir de aquel cambio.

Luego conoció a Rosita, la hija de uno de sus pacientes. Ella mostró interés por él desde el principio y como había algo de química Lucas decidió intentarlo. Era cariñosa y siempre estaba pendiente de él, pero a medida que fue conociéndola mejor se dio cuenta que ella lo veía solo como un cajero automático y lo manipulaba para conseguir lo que quería.

Más adelante conoció a Karina, un compañero se la presentó en una reunión informal y la atracción fue instantánea. Ella era muy hermosa y femenina, por fuera era como una versión más joven y rústica de Amanda. Pero no era muy inteligente, la mayoría del tiempo no entendía los chistes de Lucas, ni siquiera cuando él se los explicaba. 

Era extrovertida y no dudaba en acompañarlo a cualquier lugar, pero parecía que lo único que le interesaba era tomarse fotos. Lucas pronto se cansó de las constantes sesiones fotográficas seguidas de aburridas jornadas de edición, así que cuando terminó su primer año de contrato y le ofrecieron una nueva misión en otra provincia, él aceptó de inmediato. Se despidió afectuosamente pero dejó en claro que no estaba interesado en continuar con la relación.

Lucas se mudó a otro pueblucho, para hacer básicamente lo mismo que en el anterior. Allí conoció a una colega llamada Leila, era bonita aunque su estilo era más bien relajado. Lo que la hacía realmente atractiva era su mente algo sucia. Desde que se conocieron ella empezó a provocarlo con comentarios en doble sentido. Las insinuaciones subían de tono cada vez más, hasta que en una ocasión se quedaron solos en la sala de médicos y ella jugando, comenzó a toquetearlo. Lucas no pudo quedarse de brazos cruzados y terminaron poniéndose muy afectuosos. Apenas salieron de turno, corrieron al apartamento de Leila para quitarse las ganas.

Ambos disfrutaron mucho aquel encuentro y empezaron a reunirse con frecuencia. Como sus horarios eran muy parecidos, sin darse cuenta pronto comenzaron a pasar la mayor parte de su tiempo libre juntos. No hacían mucho, generalmente veían televisión, ordenaban comida, tenían sexo y luego dormían.

Tenían tantas cosas en común, el trabajo, los compañeros, la mala alimentación, el cansancio, el estrés y sobre todo la lujuria. No había complicaciones, ni siquiera tenían que esforzarse por llevarse bien.

Ella empezó a meterse en su cabeza más y más. Leila no tenía reparo en hacerle comentarios inapropiados o susurrarle al oído sus deseos más íntimos incluso cuando estaban en el trabajo. Lucas no hacía más que pensar en su próximo encuentro. A veces ni siquiera tenía que esperar mucho, si ella veía una oportunidad para estar con él no le importaba que estuvieran en el hospital.

Leila se estaba apoderando de él por completo, de su casa, de su mente y de su corazón. Entonces, cuando iba a cumplir seis meses de estar en aquel lugar, Lucas recibió una noticia de parte de sus superiores que lo obligó a analizar hacía donde iba aquella relación.

―Huele bien. ¿Tú cocinaste? ―Dijo Leila al ver la mesa del apartamento de Lucas.

―Sí, espero que te guste.

―Seguro que sí, con el hambre que tengo me comería hasta el cocinero.

―Qué bueno porque eso hay de postre.

―Mmm que rico. ¿Volviste temprano? ¿Cómo estuvo la reunión?

―Más o menos ―dijo Lucas algo evasivo―, te cuento luego. ¿Comemos?

Se sirvieron la cena y se dirigieron a la sala para ver televisión mientras comían. Al terminar, Leila dijo:

―A ver, por qué tan calladito hoy. ¿Pasa algo?

Lucas se acomodó en el sillón para poder ver de frente a Leila y respondió.

―Hoy en la reunión me informaron que me necesitan en la capital, van a mandarme para allá en unas semanas.

―Entonces... ¿Esto es la despedida? ―Preguntó Leila un poco seria.

―¡No! Bueno, depende de ti.

―¿Cómo así? ¿Puedes escoger si irte o quedarte?

―No pero, podemos seguir viéndonos. La capital queda como a tres horas, yo podría venir cuando estemos libres. Ya solo faltan seis meses para terminar mi contrato, tal vez luego puedo pedir que vuelvan mandarme para acá, o pongo una clínica, o te llevo secuestrada para mi país, no sé. ¿Qué opinas?

Ella se alegró al escuchar a Lucas y sentándose sobre su regazo dijo:

―¿Me vas a mandar nudes?

―Si quieres.

―¿Me vas a hablar sucio en whatsapp? ―Lucas asintió con la cabeza, antes de besarla― Te lo advierto, si no vienes seguido voy parecer presa recién salida de la cárcel y te voy dejar exprimido.

―Me parece ―dijo Lucas con su frente contra la de ella― ¿Entonces qué? ¿Vemos que pasa?

―Sí, veamos qué pasa.

Se besaron entre sonrisas. Lucas de pronto pensó que tal vez había encontrado lo que tanto había estado buscando. Cerró los ojos y empezó a soñar sin estar dormido.

AMIGOS SIN DERECHOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora