CAPÍTULO SIETE

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Desde hacía días Toru estaba preparando un plan para confesarle al menor sus sentimientos. Fingiria quedarse encerrado en una habitación en compañía de él.

Para eso se puso en contacto con Meiko para que fuera con Hiro a su casa donde tendría listo el plan. Siempre que trataba de hablar con él a solas aparecía alguien con algún tema urgente que contar, interrumpiendo.

Meiko fue a casa de Hiro aquella misma tarde.
- Tengo que pasar por casa de Toru para recoger unos libros que le pedí.
- ¿Y necesitas mi ayuda?
- De hecho me dijo que vinieras por si quieres alguno. Quiere deshacerse de unos cuantos.
- Bueno - Se quedó un momento pensando - Llevo un tiempo buscando libros nuevos para leer.

Taka escuchaba en silencio sentado en el sofá mientras miraba su móvil.
- Dile a Toru que se quedará sin libros. Hiro adora leer.
- Pienso devolvérselos.
- ¿Me acompañas o no? - Presionó ella.
- ¿Cómo iremos?
- En mi coche.
- De acuerdo ¿vienes con nosotros? - Le preguntó a Taka. Él no entraba en el plan y Meiko no sabía si su presencia arruinaria el plan.
- Creo que no estoy invitado.
- Podemos pasar un rato divertido juntos.
- Ven, no te hagas de rogar - Soltó Meiko para que no sospechara.

Antes de arrancar le mandó un mensaje a Toru avisando del cambio de última hora. Aún así todo seguía en pie.

El plan consistía en que él sería el encargado de enseñarle a Hiro la cantidad de libros de la que disponía. Cerraría la puerta con la cerradura manipulada y se quedarían dentro hasta que pasado un rato Meiko intentaría sacarlos.

Hiro mostró verdadero interés en la biblioteca. Estaba ilusionado y Toru sonreía resplandeciente al verlo así.

- No tienes que esperar más, adelante.

Señaló un pasillo largo con puertas de madera maciza similares a las de las mansiones.

Meiko convenció al mayor para salir a la terraza, ésta quedaba lo suficientemente alejada para que el plan funcionase. De camino a ella oyó como Hiro le llamaba.

- Tienes que ver esto, es impresionante.

Se asomó un poco seguido de ella que trataba de buscar una excusa para alejarlo de allí. Toru salió, algo molesto, para pedirle a Meiko que se lo llevara. Hiro tiró de la mano de su hermano para hacerle entrar. Oyeron la puerta cerrarse con ese característico clic.

- No me lo puedo creer - Se lamentó golpeando su frente con la palma de su mano - Solo tenías que traer a Hiro.
- Iba a sospechar sino le pedía que viniera conmigo, además le ha invitado Hiro.
- Voy a sacarle.
- ¿Qué haces? Espera - Le detuvo cogiéndole por el brazo - Si intentas sacarlos tan pronto será sospechoso.
- Pero debo entrar.
- Espera un minuto.

Ellos recorrían con la mirada la pequeña habitación. Dos de las paredes estabas recubiertas por estanterías repletas de libros. El menor giraba despacio sobre sí mismo, sonriendo.
- Nunca me había enseñado esta parte de su casa - Comentó Taka.
- No sientes amor por los libros.
- Y tú lo sientes de más.

Bajó la manivela en vano. Hiro continuaba observando todo a su alrededor ajeno al encierro.
- Vale, perfecto - Dijo irónico el mayor - Estamos encerrados.

Entonces el menor se dio la vuelta.
- Llama a Toru.
- No es un héroe, tranquilo - Su voz sonó molesta. Desde que supo que tenía interés en él solo hablaba de Toru y el mayor comenzaba a estar harto - Se habrá atascado.

Forcejeó un poco empujando con el hombro la puerta.
- Debió avisarnos si la puerta falla.
- Que más da. A lo mejor ni lo sabe. Odio los sitios cerrados.

Taka se acercó a él, preocupado.
- Lo sé. No pienses que estamos encerrados piensa en... en... ¿Toru?
   Hiro empezó a reír.
- ¿Por qué?
- Dicen que en estas situaciones debes pensar en cosas agradables o que te gusten.
- Claro, solo puedo pensar en él ¿verdad?
- No lleves la conversación al mismo punto de siempre.
- Llama a Toru - Dijo cortante.
- Sería mucho mejor si te hubieras quedado aquí dentro con él ¿verdad?
- Sí. Tal vez no pensaría en estar encerrado ¿y si me hubiese dado nuestro primer beso?
- Pero qué...
- Tienes razón, con él esto sería diferente. Habría sido un momento romántico.
- Solo dices tonterías.

Pasó por su lado para golpear la puerta.
- ¡Toru! ¿Estás ahí? Por favor, abre.
- Cálmate - Habló el mayor un poco enfadado.
- Déjame.

Tras unos minutos Toru consiguió abrir. Por impulso y por el alivio que sentía, Hiro puso sus manos en el pecho de éste respirando agitadamente.
- Ya está, mi niño - Le abrazó con cariño.
- No aguanto los sitios pequeños.
- Lo siento, no tenía ni idea. Sino habría abierto mucho antes.
- Pareces un héroe llegando en el momento justo - Respondió mirando a su hermano de reojo.
- Ven - Entrelazò sus manos - Te prepararé un vaso de agua.

- ¿Qué ha pasado? - Preguntó Meiko cuando se quedaron solos.
- Estoy cansado, me voy a casa.

Cogió la chaqueta que estaba en el sofá y salió dando a entender su visible enfado con sus bruscos movimientos.

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