Cuando TN abrió la puerta de la habitación, vio a L acercándose hacia ella calmadamente, sus manos en los bolsillos.— ¿Dónde estabas? — preguntó, observándola con esos grandes ojos.
— Pues en la biblioteca — respondió TN mirando hacia otro lado.
— Cuando mientes, tiendes a mirar hacia otro lado — Ryuzaki posó sus manos en tus hombros —. Que hayas desaparecido unas horas tiene que ver con que acaban de atrapar al jefe de la mafia que estabais investigando, ¿verdad?
TN era miembro del FBI, conocía a L desde hacía tres años, cuando habían trabajado juntos en un caso en Los Ángeles. Y llevaban siendo novios desde hacía un año, ya que desde aquel caso prácticamente habían estado siempre juntos, y los sentimientos comenzaron a surgir. Formaban un equipo perfecto.
Claro que salir con el mejor detective del mundo tenía sus desventajas, como soportar sus raras manías (que TN encontraba adorables), o que a veces se preocupase demasiado por ella. Bien era sabido por el chico que TN era alguien que se podía meter en medio de un tiroteo sin pensárselo mucho.
— Lawliet, estoy cansada y necesito dormir — se excusó, yendo a la cama de la habitación del hotel. Pero TN no se sentía nada cansada, tenía el cuerpo lleno de adrenalina.
Antes de tirarse al colchón, el chico de cabello azabache tomó una de sus manos, estando detrás de ella.
— Estás temblando — murmuró, como si estuviera pensando en voz alta —. TN, ¿qué estuviste haciendo? Tus manos están calientes, así que no puedes estar temblando por frío. No eres de las chicas miedosas, así que no creo que estés temblando de miedo. La opción que veo más clara es que estás temblando por adrenalina. Tus ojos están muy abiertos y es obvio que no te puedes estar quieta. Es decir, no estás cansada. Me estás mintiendo.
— No te puedo ocultar nada — suspiró la chica, dándose la vuelta para mirar a su novio.
— Tú atrapaste a ese jefe de la mafia, ¿verdad? — L quitó su agarre de la mano de TN, mirándola expectante mientras pasaba sus manos por la cintura de TN.
— Sí, lo atrapé yo — confesó TN. Lawliet apretó un poco más su agarre —. Lo encontramos en unas ruinas de un viejo psiquiátrico. A él y a sus compañeros. Los conseguimos atrapar a todos menos a tres. Y sí, hubo disparos.
El chico hizo puños en la camiseta de TN, arrugándosela.
— Entonces me imagino que te dispararon — dijo.
— Sí — afirmó TN. Lawliet la miró con más intensidad, como si estuviera algo molesto —. Pero llevaba un chaleco antibalas.
L deshizo su agarre y se sentó de aquella manera tan extraña en un sillón de la gran habitación, alejado de donde estaba TN.
La chica se mordió el labio. Si había algo que a L no le gustara, era que la vida de su novia se pusiera en peligro. Sobretodo cuando la mafia que habían estado investigando era una de las más peligrosas.
— ¿Por qué te pones en peligro innecesariamente? — preguntó el detective —. Nunca he entendido ese comportamiento de ti. Yo dije que no hacía falta que entrarais en acción.
— Pero el caso lo dirigí yo esta vez, Lawliet. No tú — reclamó TN, acercándose a donde estaba L —. Tú tienes tus propios métodos para resolver crímenes. Yo tengo los míos.
— Lo sé. Pero podríais haber sido un poco más precavidos.
— Sabíamos dónde estaban. No podíamos quedarnos quietos — TN se cruzó de brazos.