El lunes por la tarde, me conecté nuevamente al Magnus, el juego de rol online. Apenas lo hice me llegó un mensaje de la maga Lutina:
—No te conectaste en todo el fin de semana –me escribió.
Yo me reí negando con la cabeza.
—¿No vas a saludarme antes de recriminarme?
—No –me respondió–, todos los curanderos son iguales, vienen, te ilusionan y después se borran todo el fin de semana, se van de juerga o algo así, ¿cierto? ¿Te parece bonito? ¡Tuve que matar monstruos yo solita! Sin mi dosis de curación ni bendición de varita. –Me reí.
—No sabía que me habías extrañado tanto. –Le escribí—. ¿Dónde estás? ¿Vamos a los calabozos a matar algunos demonios?
—Te veo allá.
Justo cuando nos encontramos y le bendije su varita para que hiciera daño sagrado, Bruno, mi amigo arquero, se conectó al juego y lo invité a venir con nosotros también. Los presenté y lo agregué al equipo. Su personaje se llamaba Légolas, sí, como aquél elfo del Señor de los Anillos.
Santiago también se conectó, aunque un poco después, y la ayuda de su personaje guerrero fue justo lo que necesitábamos para acabar sin problemas con los demonios, sin tener que estar escapando por nuestras vidas.
—Ey, Santiago Abisal –le preguntó Lutina a Santiago—. ¿Tu nombre real es Santiago, como la capital de Chile?
—No –le respondió él–, la capital de Chile tiene su nombre en mi honor. –La maga envió el emoji de la risa.
—¡Cierto que todos ustedes son argentinos! Eso me faltaba, el típico argentino creído. —Volvió a reírse.
Un mini jefe nos emboscó y ya no pudimos continuar chateando con tranquilidad, sentía que me faltaban manos para curarlos a todos y los chicos no tenían ni un respiro mientras lo atacaban. Era un demonio bastante poderoso, rodeado de varios mini súbditos demonios que invocaba constantemente.
Al fin, Lutina le dio el golpe de gracia: una enorme bola de fuego sagrado, y con eso desaparecieron los pequeños demonios.
—¡Me tocó una daga demoníaca! –Envió un emoji de felicidad la maga, ¡qué suertuda! Era uno de los ítems más caros del juego.
—Bueno, ya me voy, tengo que ir a ver a mi novia –saludó Santiago—. ¡Buena partida! ¡Gané toneladas de experiencia! –Se desconectó.
—Sos muy buena –la halagó Bruno a Lutina—. ¿En serio sos mujer?
—¿Qué? –Su personaje envió un emoji enojado—. Légolas, ¿estás insinuando que las mujeres no juegan bien?
—No, no. –Bruno se rió–. Eran dos oraciones sin conexión entre sí. Es que no es común encontrar mujeres en este juego. Ahora sí creo que seas mujer, se enojan de la nada.
—¡Qué arquero más sexista! –se enojó ella—. ¡Vámonos, Sunspeaker, no necesitamos a un arquero en nuestro equipo, podemos solos!
Sunspeaker era yo.
—¡Ey! —Escribió Bruno—. ¡No me robes a mi curandero! –Me reí.
—Chicos, chicos, hay suficiente de mí para todos. –Les escribí con velocidad y los bendije y curé a ambos.
—Primero me acusa de no ser mujer y después hace un comentario sexista. –La maga le lanzó un hechizo de fuego a Bruno–. Me niego a hacer equipo con alguien así.
—Cada vez me convenzo más de que sos mujer. –Se rió Légolas.
—¡Sun! ¡Haz algo! ¡Este vato me está molestando! –Me escribió la maga.
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El amor en los tiempos del internet
Romance¡Vamos, conéctate! ¿Qué es lo peor que podría ocurrir? ¿Enamorarte de una extraña a miles de kilómetros? ¡Por favor, qué imaginación! Él es argentino. Ella, mexicana. Ambos se conocen a través de un videojuego. Pero el amor que comenzará a nacer ent...