Capítulo 34: Navidad

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El año estaba llegando a su fin, el ciclo escolar ya se acababa y después de unos estresantes exámenes finales, mis amigos y yo, milagrosamente, pasamos de año. Seguramente por obra de alguna divinidad. Particularmente yo había pasado con las calificaciones justas, la verdad era que este año no había estado muy atento en el colegio. Había tenido otras prioridades, como morirme de amor por ejemplo, o trabajar para juntar dinero para viajar a seguir muriéndome de amor.

En fin, ¡ahora por fin las vacaciones de verano comenzaban! Lo que significaba que la escuela no sería un problema por estos meses. ¡Libertad!

Se acercaba Navidad, se podía notar el aire navideño en los comerciales de la televisión y en los negocios que ya empezaban a vender sus pinos para adornar y las demás decoraciones apropiadas para la festividad. La ciudad comenzaba a teñirse de verde y de rojo acompañada por varias luces que brillaban por las noches.

Ya sé que la Navidad va más allá de lo material, pero no había perdido ocasión de pedir un regalo. Lo único que quería era viajar para ver a Guada en persona, por lo que, a fines prácticos, había pedido dinero, a mis dos familias. Dinero con el que, sumado al de mis ahorros, pensaba comprar un pasaje a México.

Oh, con solo pensarlo me llenaba de ansiedad y de felicidad, aquello era lo que más quería en la vida: poder conocer a Guada en persona, poder verla, tocarla, abrazarla y besarla, tener su cuerpo cerca, hacer nuestros entes tangibles.

Al parecer mi madre no sería difícil de convencer para que me dejara viajar, siempre y cuando pudiera comunicarse con los padres de Guada y ella misma se asegurara que yo estaría a salvo.

Lo que todavía no sabía cómo lograr era que mi padre me lo permitiera. Ay no, ¿tendría que hacer buena letra con él el tiempo necesario? ¡Podrían ser años! Nunca se sabía qué le agradaba y qué no a mi padre... A decir verdad, aún no sabía qué le gustaba de mí o si siquiera habría algo en mí que le agradara.

—Lean, hemos estado hablando con Darío –me dijo un día mi mamá, entrando a mi habitación e interrumpiendo mi sagrado juego de Mangus—, sobre tus deseos de viajar a México, entonces, en vez de darte dinero para Navidad, ¡pensamos que podríamos ir los tres juntos de viaje en enero!

¡¿Qué?! ¿Ir a México con mi mamá y Darío? ¡No! ¡Eso arruinaba mis planes de viajar solo! Dejé por unos minutos de jugar y chatear con mis amigos y miré a mi madre a los ojos, ¿estaba hablando en serio? Si era una broma no era nada agradable, pero lo dudaba, mi madre no era de hacer bromas.

—La verdad es que me daba miedo enviarte solito a un país tan lejos –comenzó a explicarme, mientras se acercaba para sentarse en mi cama—, y a la vez nosotros estábamos viendo dónde podríamos pasar las vacaciones de verano antes de que nazca la bebé. Y México es un lindo lugar turístico, ¡sus playas se ven mágicas, como en Cancún! Y también hay ruinas históricas de civilizaciones antiguas declaradas Patrimonio de la Humanidad, muy bellas e interesantes, para recorrer. Además, unas lindas vacaciones fortalecerían nuestros lazos familiares, sé que hemos estado muy ocupados últimamente con el trabajo y después con los controles de la bebé.

—Pero yo...

—Sí, ya sé que estabas ahorrando y que querías ir solo, podrás hacerlo cuando seas mayor de edad. Ahora usá tu dinero para comparte algo para vos o para tus gastos allá, porque ya compramos los tres pasajes, ¡feliz Navidad por adelantado!

Por unos momentos no supe qué contestarle... No era así como lo había planeado, yo quería ir solo, quería que Guada viera que yo había cumplido mi promesa de ir a abrazarla, en mis cabeza jamás me había imaginado acompañado por mi madre y por Darío... Pero por otro lado, ¡ya era real! Ya no tendría que preocuparme por seguir ahorrando... Mi madre ya tenía los pasajes, ¡viajaría a México! No sabía cómo sentirme al respecto...

El amor en los tiempos del internetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora