Esa semana estuve buscando trabajo todos los días, dejaba mi currículum en donde fuera, lleno de esperanza, pero nadie me llamaba y muchas veces ni siquiera me aceptaban el currículum porque me veían muy joven o porque me faltaba experiencia. Pero, ¿cómo voy a conseguir mi primer trabajo si todos pedían tener experiencia como requisito? ¡Aquello no tenía sentido!
Al final, con mucha felicidad, conseguí trabajo en un restaurante. Mi misión consistía en lavar en tiempo récord los platos que los clientes y los cocineros ensuciaban. Los horarios no estaban para nada mal ahora que estaba de vacaciones de invierno, y cuando comenzaran las clases me seguirían conviniendo, porque entraba a trabajar al mediodía, justo cuando saldría del colegio. Lo único malo era que me moría de hambre en esa hora crucial del día en la que mi cuerpo estaba acostumbrado a alimentarse, pero esos eran detalles, podía almorzar cuando volviera a mi casa o llevarme algo para comer en el colegio.
La parte buena era que dentro de un mes podría tener dinero más que suficiente para comprar otra camisa elegante y reponerle al hermano de Maca la que me había prestado, y también me sobraría para alguna otra cosa que quisiera comprarme yo. Mi cumpleaños sería en un par de meses, y no me venía nada mal hacerme un regalo, mimarme un poco. Había unos cuantos videojuegos que tenía en la mira y que querría comprarme.
En cuanto a la maga, por supuesto que habíamos estado charlando durante toda la semana y ella fue testigo de mis múltiples fracasos a la hora de buscar trabajo y de mi alegría cuando al fin conseguí uno. Como ya era nuestra costumbre, hablábamos todo el tiempo que podíamos y nos contábamos absolutamente todo. Charlábamos hasta muy tarde, hasta que los dos caíamos de sueño y casi todas las noches, Guada me pedía que le contara uno de mis cuentos.
—Lean... me gustó mucho tu historia, ¿tienes más de ese estilo para contarme? –me había preguntado la noche siguiente a la que le conté uno de mis cuentos por primera vez, y por supuesto, me morí de ternura y no pude negarme.
Poder compartir con ella lo que yo escribía era para mí un inmenso agrado, y que le gustaran me generaba asombro, además de que adoraba sus comentarios y las devoluciones que ella me hacía después.
Pero el fin de semana no tardó en llegar y con él, mi viaje al campo. Extrañaría hablar con la maga por estos días, nos habíamos hecho muy unidos y hasta me estaba acostumbrando a charlar con ella todo el tiempo. Maldito campo sin internet.
Nos despedimos jugando hasta el último minuto posible, rogando para que nunca se hiciera la hora en la que tuviera que irme. Pero todo llega finalmente, por lo que al fin, a la tarde, mi padre apareció para buscarme y llevarme al campo.
Me despedí hasta con algo de dolor de mi amiga mexicana, pero nos prometimos que nos pondríamos al día sobre nuestros respectivos fines de semana cuando yo volviera a la civilización.
Mi padre me saludó seco como de costumbre, me despedí de mi madre y me subí al auto junto con él, que comenzó a manejar con cara de amargado. Le conté que había conseguido un trabajo, para ver si reaccionaba y hacía algún comentario, pero solamente me dijo:
—Está bien.
Decidí ignorarlo y hacer algo productivo con mi tiempo de viaje en silencio. Me llevaba el cuaderno de Geometría conmigo, debía estudiar los triángulos y el teorema de Pitágoras, pero no tenía ganas de hacer eso en ese momento, quizás lo hiciera después, cuando no tuviera nada que hacer en la casa de mi padre. Saqué el cuaderno de todas formas, pero no para estudiar, me sentía inspirado, escribiría un cuento, uno de fantasía medieval. Donde un grupo de valientes jóvenes héroes se unían para derrotar juntos al mal. Un malvado hechicero había secuestrado a los mejores guerreros de la región, y ahora todo estaba en manos de sus aprendices: una maga, un clérigo, un bárbaro y un explorador. Aunque de todos mis personajes inventados, la mejor y la más astuta era la maga. En cada una de las aventuras, era gracias a ella que salían con vida y sus hechizos fueron la clave para derrotar al gran hechicero oscuro.
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El amor en los tiempos del internet
Romance¡Vamos, conéctate! ¿Qué es lo peor que podría ocurrir? ¿Enamorarte de una extraña a miles de kilómetros? ¡Por favor, qué imaginación! Él es argentino. Ella, mexicana. Ambos se conocen a través de un videojuego. Pero el amor que comenzará a nacer ent...