Capítulo 19: Achicopales

307 52 121
                                    

El lunes falté al colegio y al trabajo por órdenes de mi madre, que me llevó al médico de inmediato el domingo por la noche. Me seguía sintiendo muy mal y ella quería que le dijeran qué tenía, cómo curarme y también que me dieran un certificado para justificar mis faltas. Eso último se lo agradecí.

Pues bien, tenía una gripe común, como sospeché, y debía tomar unos remedios y permanecer en reposo por tres días. Bruno y Santiago vendrían a traerme las tareas el martes por la tarde.

Pero nada de todo lo que me había sucedido era lo peor: ¡lo peor era que Beto había desaparecido! Lo busqué por todas partes, para al final darme cuenta con horror de que mi bello gato blanco de ojos celestes, ¡no estaba!

La angustia comenzó a invadirme. Yo tendría que quedarme en mi casa solo durante tres días haciendo reposo ¡y no tenía a Beto para que me acompañara!
Sucedía que mi madre y su novio habían pasado el fin de semana en un spa o un retiro para embarazos, o alguna cosa de esas. ¡Y se habían olvidado por completo de dejarle comida y agua a mi gato!

El domingo por la noche, cuando llegamos del médico, no me alarmé de inmediato. Pero el lunes por la mañana, cuando me desperté y me encontré solo en mi casa, comencé a entrar en pánico. Él nunca estaba afuera tanto tiempo. ¡Beto! ¡Mi lindo Beto! ¿Dónde andaría? Mi fiebre ya había bajado un poco, de modo que salí a la calle a buscarlo.

Recuerdo que llovía y que hacía bastante frío, ¡pobre Beto! Lo llamé de todas las maneras posibles, pero no hubo forma de que apareciera, por lo que después de dos horas de intensa búsqueda, regresé a mi casa, más resfriado y triste que antes.

Me di una ducha caliente para sacarme el frío y también para relajarme un poco, aunque eso último no me funcionó de inmediato, no podía dejar de pensar en Beto.

Cuando salí de la ducha, de inmediato encendí mi nuevo celular para charlar con Guada. La extrañaba y en este momento necesitaba hablar con ella, no me sentía para nada bien.

-A ver, calma, la fiebre te está alterando de más -me habló ella, siempre tan sensata-. Seguro que Beto aparece mañana, los gatos a veces se van de sus casas por unos días, todo el mundo sabe eso. No te preocupes, estoy segura de que va a aparecer pronto. No te me achicopales.

-¿Qué? Tus palabras extrañas siempre me hacen reír un poco.

-Lo sé, quizá por eso lo dije -me respondió Guada-. Significa que no estés triste.

-Gracias -sonreí-. Esa palabra tiene que ir a nuestro diccionario de leanguadismos, ¿cuál será el antónimo? ¡No me digas! Tiene que ser algo como agrandepales.

Guada se rió por mi ocurrencia.

-Entonces agrandepales es cuando estás demasiado feliz -completó ella la significación-, qué chido.

-"Me agrandepalaré cuando aparezca Beto" -pensé.

Justo entonces me llegó un mensaje de Maca:

-¡Hola, mi nuevo novio! ¿Cómo estás? ¿Cómo te trata la fiebre?

¡Ahhh! ¡Mi noviazgo! Deje caer mi teléfono móvil en mi cama, como si estuviera hirviendo y debiera soltarlo de inmediato.

¿Cómo le contaba esto a Guada? ¿Podía no contárselo? ¿Debía contárselo? De todas formas no tenía nada de malo que estuviera de novio, ¿verdad? Después de todo, Guada y yo solo éramos amigos a distancia y ella misma había dicho que lo mejor era que cada uno se concentrara en vivir su vida con Maca y con Gus, "como debía ser". Esas fueron sus palabras.

El amor en los tiempos del internetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora