VI. LO QUE PODEMOS DAR

292 6 3
                                    

"Si tu carga es muy pesada, piensa en los otros: recuerda,
Si te sientas, ellos se deleitan."

Durante varios días estuve sin hablar, sin ver, sin sentir me aisle de la vida de Auschwitz, andaba por andar y hacia las cosas con la intención de morir. Un buen día se acerco a mi una extraña mujer que nunca jamás había visto ni en el "hospital" ni en los bloques, pero en realidad quien de nosotras sabría si había visto  alguien o no, todas vestíamos y andábamos igual de mal, esta señora de voz cálida me digo: -  tú has perdido todo,  pero si estas en esta tierra, no crees que bien vale la pena averiguar ¿por que?. - cuando estaba a punto de responderle, se marcho y nunca la volví a ver, aveces pienso en ella e imagino que tal vez la soñé, en mi angustia de la soledad necesitaba escuchar algo que me diera fe.

Y decidí buscar la razón de seguir existiendo, al día siguiente mi actitud cambio me presente a mis labores y lo primero que vi, fue a la perra de Belsen, como siempre deleitandose del dolor de las pobres desafortunadas.  Me hubiera gustado en ese mismo instante, oprimir su bien formado cuello y escuchar su último respiro,  es que dentro de mi estaba  creciendo un grado de locura acompañado del nacimiento de una asesina al igual que las integrantes de la SS.

Era claro que no podría volver hacer esa niña dulce que sonreía y anhelaba sueños por cumplir.

Un día los alemanes dijeron que tendríamos medicamentos y el hospital sería un lugar mejor y apto para tratar verdaderamente las enfermedades. Otra vez estos empleaban palabras maravillosas para describir una realidad horrible.

En los días posteriores y hasta siempre aquel "hospital" siguió siendo un espectro de horror para todas, estaba rodeado de misterios y sombras de muerte. Podría catalogarse este lugar como una ante sala a morir.

El doctor encargado en el hospital era Fritz Klein este hombre tenía una peculiar  diferencia a los generales médicos destinados  Auschwitz, en una ocasión, este hombre salvo a casi 30 mujeres de ser enviadas a la cámara de gas ese día, este señor tuvo el gesto de humildad, y esto era raro en un miembro de la SS. Este hombre me obsequio algo y fue el darme cuenta que tal vez, habría una pequeña esperanza de salir viva de este infierno, que la piedad existía.

Pero en cambio Irma Grese, buscaba la forma para hacerme mal,  siempre lo lograba, hasta que una de esas tantas ocasiones con una sonrisa burlona me digo: - vaya, vaya, aún no has decidió quitarte la vida, que asombro. -  entendí que quería que yo me condenará en el infierno al igual que ella,  yo le conteste: - gracias por ayudarme a entender, por que sigo aquí, y eso es para no darle gusto.  - ¡no creo señora que sus ojos vea lo que tanto anhela, si usted así lo desea         - ¡hágalo! - con esa pistola con la cual ya está condenada ante los ojos de Dios. - no tenía miedo a perder la vida con ella, y se daba cuenta que en mi no tenía ningún efecto de miedo y trataba de buscar la manera de volverme sumisa y así tirarme un tiro después, quería torturarme, para así sentirse con más poder, esta se alimentaba de todo la maldad que hacía a su paso, la desdichas de muchas era la felicidad para ella.

Yo tome una decisión, me prometí a ser fuerte, tanto que nada turbara la paz de mi mente, hablarle a cuanta presa de felicidad y prosperidad dándole esperanza, mirar en esta oscuridad la luminosidad de las cosas y hacer que mi optimismo siempre sea mi estandarte, pensar solo en lo mejor y esperar solo lo excelente, sonreír siempre y ser tolerante, firme y generosa para combatir la pesadumbre, la pasión y el miedo y suficientemente feliz para no permitir la presencia de la maldad en la vida y  no darle a Grese la posibilidad de destruir mi alma, teniendo presente que todos podemos elegir con dar o quitar y yo elegí  dar  para no ser igual que está mala mujer.

YO SOY JUDÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora