VIII. ANGELES MUERTOS

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Sirve la nube, sirve el aire, sirve el surco - ¡sirvo yo! -

Nunca me hubiera imaginado que sería una asesina, que podría ser la que le quitará la vida a muchas almas pequeñas, ¡Angeles de Dios! - ¿Que he hecho?  Me reprochaba constantemente, no se si Dios mismo algún día pueda perdonarme, vivo todos los días buscando su perdón.

Ahora entiendo que esto era mi trabajo y tenía que tomar decisiones entre matar a dos o solamente a uno. - Que no te llamen solamente los trabajos fáciles. ¡Aquel es el que crítica, este es el que destruye: ¡SE TÚ EL QUE SIRVE! - (Gabriela Mistral).

Dentro de los pabellones del "hospital", estaba el de los partos,  el estar embarazada era una condena de muerte ya que ambos eran enviados inmediatamente a la cámara de gas.  Solamente cuando el bebé no tenía oportunidad de vivir o cuando nacía muerto se le perdonaba la vida a la madre, después de dar a luz se le permitía regresar a la barranca. La muerte de un ángel era la vida para quien lo creo. Por lo menos teníamos que SALVAR A LA MADRE,  y para esto teníamos que condenarnos para toda la vida, pero: ¿Acaso el poder salvar un alma de la condena mortal era mas grave que matar a otra?.  - en fin todos los judíos y nazis ya estábamos condenados. -

Para esta horripilante decisión pusimos en marcha el plan de simular que los bebés habían nacido muertos, esto lo hacíamos con mucho cuidado si los Alemanes nos descubrían también iríamos a parar en la cámara de gas y antes a la sala de tortura, desgraciadamente el recién nacido no podía correr con otra suerte,  aun recuerdo a una mujer que llegó con síntomas de alumbramiento nos decía que sobre toda las cosas lo primero era la vida de su bebé. Pero como cumplir el sueño de esta mujer, no era posible, no estaba en la mano de nosotras.  Eso creía en ese entonces y eso creo hoy.

"cuando el bebé nació, tan tibio, tan pequeño e indefenso, con sus pequeñas manitas incapaz de matar o hacer daño alguno, sin poder defenderse de lo que le esperaba. Le colocamos unas pinzas en la nariz del angelito condenado a muerte y cuando en un instinto humano del infante de vivir, habría su pequeña boca para poder respirar le colocamos pequeñas gotas de un veneno mortal,  hasta que el bebé tan pequeño tan hermoso dejo de luchar por la vida y fallecía en mis brazos. "            - ya estás en casa, con Dios, para que con tus  travesuras conviertas el cielo en un lugar mágico lleno de alegría. - lloraba por dentro por que las lágrimas ya no me salían de los ojos, me dolía el pecho sentía una falta de aire que me asfixiaba, el hecho de saber que los malditos nazis me convirtieron en una asesina, estos crímenes, no dejaban de ser menos terribles. No tenía satisfacción alguna de todo esto, lo único que pensaba era que salvábamos a la madre y una vida salvada era un muerto menos por los nazis o para nosotras mismas.

YO SOY JUDÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora