Diez.

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—Michael no compres tanta comida, solo serán dos horas.

—Pero tendré hambre

—Michael.

—Ya.

Pero al final de cuentas no me hizo caso y compro bolsas de caramelos.

Bueno, si Michael quiere ser dulce, no era necesario que coma eso.

En todo el viaje de avión a Michael le habían prohibido estar con el teléfono, así que estuvo hablando todo el bendito camino de ida.

Me hablaba sobre la trágica muerte de su primer perro, y su voz me estaba haciendo dormir.

La verdad me interesaba muy poco su vida de él, sé lo necesario como para conocerlo a la perfección.

A mí me causaba mucha gracia como él mismo se reía de sus anécdotas graciosas. Se reía y festejaba él mismo a él mismo. Y mientras lo hacía se tapaba la boca para no hacer mucha bulla a la señora de al lado.

—¿No puedes vivir sin tu teléfono, verdad?

Se calló y negó con la cabeza sonriendo levemente.

Soltó una risita culpable y luego se calló.

Luego de eso Michael cayó medio muerto en el asiento del avión. Cuando el dormía exactamente no era la cosa más tierna, pero si la más callada.

Traté de dormir los últimos 45 minutos que quedaban pero la señora de al lado se había despertado y  no dejaba de hablarme acerca de su nieto que se parecía a mí.

Los minutos se hicieron extremadamente largos a mi parecer. Quería llegar, quería ver a mi madre, quería comer esas galletitas con sabor a naranja.

Había estado planeando este viaje para poder despejar mi mente, iban a ser como días de lluvias duradero. Iban a ser una desconexión total para mi mente y corazón.

La rutina diaria que estábamos llevando me estaba cansando demasiado, los conciertos, las entrevistas, las fotografías, los ensayos, todo. He intentado muchos métodos de relajación que han ido de masajes hasta rayar frutas, pero ninguno me relajaba más que estar con mi familia... O con él.

Y mis pensamientos vuelven a girar en tono del chico de pelo verde.

Joder, estoy cansado hasta de mí mismo.

—Michael —lo removí.

Tenía que hacerlo con cuidado, ya me había pasado una vez, no lo voy a volver a hacer.

—Ya es hora, bajemos.

Michael me seguía y salimos del aeropuerto. Cogimos un taxi directo para mi casa.

—Lukey

—¿Umm?

—No me gustan las bromas de matemática que hace tu mamá.

—A mí tampoco me gustan, pero las he extrañado.

Me encantaba reconocer estás calles otra vez, pasar y saber que ahí he estado o he convivido. Este aroma tan cálido y húmedo de Sídney era lo que más había extrañado a decir verdad.

Michael miraba la ventana al igual que yo, ya había pasado mucho tiempo desde que no estábamos aquí, se mordía su labio inquieto. No supe la razón, ni tampoco le pregunté.

No había tiempo ya casi estábamos llegando.

El taxi se estaciono y casi no reacciono, Le pagué y bajamos.

Colgué mi mochila en mi hombro y esperé a Michael.

Las luces de mi casa estaban encendidas. Jalé a Michael para entrar.

Mi casa no era exactamente muy grande ni muy lujosa pero era una casa muy acogedora y cómoda que podría existir.

Toqué la puerta y casi de inmediato mi madre abrió.

—¡Luke!

Y lo primero que hice fue abrazarla, como la había extrañado.

Habíamos tenido una excelente noche, la cena, las risas y las estúpidas bromas de mi madre, todo lo había hecho perfecto. Creo que fue buena idea traer a Michael conmigo, él es hijo único y no se celebran mucho cuando él visita a su familia.

Y además fue algo bueno, él se veía muy feliz.

Las risas descontrolables que soltaba cuando mi padre decía algo sin sentido como siempre eran realmente contagiantes. El gesto de arrugar la nariz cuando no quería reírse era extremadamente gracioso. No supe cuánto tiempo me quede mirándolo, pero era incontrolable.

—Tu familia es asombrosa, Luke.

Solo sonreí, estaba muy cansado, y la cómoda cama que tenía solo me hizo entrar en más sueño.

Nos habíamos despertado muy temprano a decir verdad, ya nos estábamos acostumbrando al ambiente frió de Londres, así que el calor nos atacó directamente.

—Luke, abre la ventana.

—No me quiero parar.

—Luke.

—Ábrela tú.

—Hace calor ¡Luke!

No le hice caso, eran raros esos momentos en los que él se despertaba enojado y me encantaba de alguna manera hacerlo enojar más. Porque cuando él me acusa con sus cortos dedos nunca me lo tomo enserio.

Cuando nos habíamos levantado de la cama, que por cierto tuve que compartir con él, todo el mundo ya no estaba. Mis padres se habían ido a trabajar igual que mis hermanos y mis sobrinos al colegio.

Así que fue buen tiempo para ir a ver mi vieja casa del árbol.

Oh, al parecer nada había cambiado, aún estaban esas cortinas de batman y esa alfombra de gatos, la mesa de cartón y madera. Las estúpidas flores artificiales que mi madre había puesto. Parecía que hubiera pasado años desde que no he subido aquí. 

Me senté en la alfombra y observe los diferentes tejados de las casas de al lado. 

Todo seguía igual excepto yo.

Cuando volví a darme cuenta de lo exterior, Michael estaba sentado junto a mi comiendo el tazón con cereales y frutas que mi madre había dejado en la cocina.

—¿Tú la construiste?

Asentí.

—Mi papá y yo.

—Eres muy unido con tu familia. Mi papá nunca hizo eso conmigo.

—No era muy unido sinceramente. Solo lo hizo porque fui el último.

Miraba a la nada.

¿Qué tan peligroso en estar aquí con Michael? Quiero decir, él se ha vuelto en una tentación y perdición en tan poco tiempo para mí. Él se había vuelto en un infierno y paraíso, y yo aún estaba en medio.

Pero era imposible elegir el camino. Yo lo hacía tan difícil.

—Luke

Su llamado era serio, voltee a verlo y él seguía mirando a la nada. Su mirada estaba llena de inseguridad y miedo.

—¿Qué pasa?

—Oh, nada. Me gusta estar aquí... contigo.

Él estaba haciendo dibujos sobre el polvo que había en el piso de la casa.

—Luke.

—¿Qué?

—No, no, Nada

Y su jueguito ya me estaba cansando.

—Luke.

No le hice caso.

—Lukey —alargó mi nombre soltando esa risita tan contagiosa.

—¿Qué, Michael?

Y sus labios de la nada chocaron con los míos.

I Don't Like Him [Muke Clemmings]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora