Tierra
Me tocó nacer en una época donde la tecnología habitaba hasta en el barrio más apartado y pobre. Donde la esclavitud nuevamente estaba presente y al alcance de cualquier persona que tuviera el ego suficiente como para conseguir a un Esclavo de la Nueva Era. No tenía algo sobre qué quejarme; mis padres eran buenos conmigo, nuestra casa contaba con agua, luz, internet, entre otros lujos. Lo único que puedo resaltar que me molestase un poco era el hecho de estar encerrada en un taller armando y desarmando a esos esclavos.
Mis padres me pusieron un nombre poco común en estos años: Amelia. Ahora se normalizaron nombres como Alekaia, Rickson, Aixthres, etc. Mi nombre es bastante normal a comparación de los que actualmente son populares, por eso me gusta en cierta manera.
Tampoco es como si fuera alguien que destacase físicamente, digo, soy una chica de tamaño pequeño, no llego ni al metro sesenta. Tengo el color moreno de los mexicanos y soy regordeta, soy una chica bastante normal.Siempre supe que tenía una habilidad especial en cuanto a la modificación de androides pues cuando apenas iniciaba, había podido cambiar la programación de uno que originalmente se encargaba de limpiar vidrios, a uno que pudiera conducir máquinas de cargamento pesado. También pude cambiar la apariencia del mismo dándole un aire un tanto amenazante e incluso le puse más funciones. Claro que me tocó modificar uno de nivel básico para evitar que arruinase un modelo más moderno y más caro.
Para ser sincera, nunca imaginé que sería capaz de hacer algo semejante a lo que logré hacer solo por una casualidad.Todo comenzó un 8 de noviembre, era mi cumpleaños número dieciocho. Mis padres se habían olvidado por el exceso de trabajo que había por la época; siempre se llenaban de trabajos los últimos meses del año gracias a las fiestas que ahora se hacían más grandes que décadas antes. No me molesté en recordárselos para evitar que tuvieran más estrés así que solo me concentré en reparar el androide que tenía encargado para esa misma noche.
Estaba reparando los últimos detalles cuando alguien tocó la puerta del taller, fui a abrir y allí se encontraba mi mejor amiga: Evangelina. Ella solía ser una jovencita un poco más alta que yo, de una piel más blanca de lo usual y cabello negro; se podría decir que rompía los estereotipos del mexicano. Traía un regalo en las manos.
-¡¡Feliz cumpleaños!!
Dijo para después lanzarse a mí dándome un abrazo que correspondí con todo gusto. Le agradecí, me dio el regalo y después entró al taller junto a mí. No me molestaba que ella estuviera conmigo en el taller ya que no solía estar de curiosa así que nada se perdía.
Me senté nuevamente frente a la mesa de reparaciones y continué mi trabajo, no sin antes dejar el regalo en una mesa aparte para evitar que lo manche o lo destruya con algo accidentalmente. Esmeralda acercó otro banco y se sentó casi frente a mí.
-¿Qué se supone que le estás arreglando?
Me preguntó de repente. Levanté la mirada levemente mientras mantenía una sonrisa con la lengua entre un lado de los labios, tenía la costumbre de hacer gestos parecidos cuando estaba sumamente concentrada en algo.
-Pues primero me encargaron cambiarle la apariencia y ponerle un miembro extra junto con una función para.... "El Delicioso"
Dije regresando mi mirada a lo que se podía llamar 'El Cerebro del androide'. Evangelina soltó unas cuantas carcajadas; su risa fue tan contagiosa que me sacó de mi concentración y también comencé a reír como tonta junto a ella dando leves golpes en la mesa y sosteniéndome el estómago llegado a un punto en el que ni la voz me salía ya. Por alguna extraña razón, siempre que nos comenzábamos a reírnos por cualquier tontería, terminábamos casi llorando por la risa que nos provocaba en el momento.
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Corazón de Carne
Science FictionUn futuro no muy lejano lleno de los llamados androides ahora gobierna hasta a el país más subdesarrollado haciendo de Estados Unidos el país más importante. Sin embargo, en México los androides son tratados como si fueran simples juguetes que tiran...