━ CAPÍTULO 02. ━

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EL CIERVO Y LA MARIPOSA

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EL CIERVO Y LA MARIPOSA

No hay diferencia entre estar en la mansión o salir a tomar aire. Afuera es mucho peor. Ante sus ojos hay peleas y asesinatos en plena luz del día, ¿es de día? ¿cuándo es de día? El cielo está teñido de rojo con nubes negras todo el tiempo.

Brianna está sentada en una banca del único parque al que considera decente, con la compañía de una pequeña radio.

Observa con detalle sus nuevas vendas. Sin sentido piensa: «Todos tienen una cualidad». Es lo que envidia la joven que no posee ninguna deformidad. Solo es alguien con vestido negro, delantal blanco y botines. En el infierno todos tienen ropas llamativas que es imposible no mirarlos dos veces. No posee alguna habilidad y si la tiene, bueno, no tuvo tiempo de descubrirla.

Una brisa de viento golpea a Brianna y se da cuenta de que su cabello es un estorbo cuando no lo sostiene con una casual trenza baja.

—No tienes por que matarte —le suplican. Brianna voltea a todos lados y no encuentra a alguien que esté hablando con ella—. Vivir en el infierno es un infierno, ¿no lo crees?

—Idiota —susurra.

—¿Por qué quieres matarte?

Deja de buscar cuando se da cuenta de que aquella voz viene de la radio. No se cuestiona cómo es que se encendió, pues en el infierno no existe la lógica.

—No quiero hacerte preguntas incómodas por respetar tu privacidad, pero aún así las voy hacer para respetar mi autoridad.

—¿Qué pasa con ese tipo? —Cuestiona levantando la radio, la observa con detalle y nota que no está encendida—. ¿Por qué intenta respetar privacidad si aún así hará lo que se le antoje?

—Porque estoy a lado de ti.

Brianna se muestra más asustada, con sus pupilas decretadas y jadeos de miedo. Alastor sonríe por presenciar tal expresión. Se inclina para mirarla más de cerca. La joven rompe su silencio con un pequeño grito de pánico.

—No tienes por que suicidarte.

—¿De qué está hablando?

El mitad ciervo coloca su dedo índice en los labios de Brianna.

—Tus vendas en las muñecas me dan a entender que sabes lo que haces.

—Mis... —Pausa sus palabras y analiza la situación. Por un momento quería reírse, mas no es el mejor momento—. No intento suicidarme —explica con una sonrisa retorcida—, mi jefe suele desquitarse conmigo.

—Da igual. Aún así tienes cara de querer morir.

—No. Bueno, un poco tal vez.

—Razones.

—Ninguna.

—Dime por qué estás asustada.

—Pensé que esa voz venía de la radio.

—Algo que sepa.

—Su voz suena como si estuviera escuchando la radio.

Alastor la mira con cierto asco. Preguntas estúpidas y respuestas coherentes. Esta aburrido y hablar con una chica aburrida podría matarlo, otra vez.

«Creo que no tengo opciones». Alastor aplasta la radio de Brianna.

—No —exclama enojada, pero no tiene valor de reclamarle algo al responsable. Por un lado, ella pensaba que ya estaba logrando mantener una conversación con alguien que no sea su jefe.

—Lo arreglaré.

¿Reparar algo que acaba de romper por su voluntad?

Alastor se quita el saco, lo rasga partiéndolo en dos y lo arroja contra el rostro de Brianna. Confundida observa las prendas: un fuerte olor a sangre y pólvora. Una bala de escopeta cae de los bolsillos, se inclina para recogerlo, pero la velocidad de Alastor es mucho mayor.

—Eso es mío.

—¿Por qué me está entregando esto?

Se ve como Alastor recoge cada parte de la radio sin dejar algún tornillo sobre la banca.

—Yo arreglaré tu radio. Eres sirvienta ¿no? Arregla mi saco.

—¿A donde quieres ir con todo esto?

—A nada. Solo es una excusa para volvernos a encontrar.

Brianna no puede creerlo, ¿quién quiere reencontrarse con el culpable de sus cicatrices? Encaja sus uñas en el saco, sus rodillas tiemblan y el suelo no para de moverse.

—Tienes algo muy importante para mí y yo tengo algo importante para ti, así que estamos obligados a volvernos a encontrar.

—No sé si pueda hacerlo.

—Lo sé, ese hijo de puta "Manos del infierno" nunca iría a la fiesta que estoy organizando ni porque será invitado.

—¿Una fiesta?

—Para estrujar mi victoria en su cara.

—¿Cuándo será su fiesta, señor Alastor?

—La próxima semana. Invite a mucha gente, comeremos un banquete de venado y bailar cuando la noche este en su punto más alto...

—Señor Alastor —le llama. El mitad venado sigue cantinfleando por lo que no la escucha. Termina con una conversación incoherente y ni así se detiene—, señor Alastor, no me quedaré a su fiesta.

De cien palabras que no paraba de repetir, seis lo detuvieron.

—¿Qué te hace pensar que no irás?

—Solo iré por mi radio y a dejar su saco, nada más. Tengo un jefe exigente y lo sabe.

—¿Le tienes miedo?

—No. La razón por la que no me quedaré es porque usted es a quién le tengo miedo, señor Alastor.

Miedo a escuchar tu voz.|Alastor「Hazbin Hotel」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora