LA PINTURA

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Un rey con su reino siendo consumido por la locura, ni otros reyes ni otros dioses lograron aplacar lo inevitable y es que todo principio tiene un fin... Los reyes crearon una pintura, una de un mundo desolado y frío, un lugar donde guardarían todo aquello a lo que temiesen y a lo que no pudieron derrotar... Un mundo nuevo que surgiría en la pintura, ahí se desterró sus mayores temores y a los que alzaban la voz contra ellos.

Los reyes con el tiempo padecieron, ya que lo inevitable les alcanzó y en un mundo sin vida alguna, quedaba una pintura en una gran catedral que ya hace eones que no albergaba vida. El último rey que gobernaba dicho reino caído, asigno a Arian como custodio de la pintura, quien más tarde fue conocido como "El guardián de la pintura", y más adelante el sucesor del trono, puesto que como todo reino, por más decrépito que sea necesitaba un rey.

En esa pintura vivían seres adoloridos y sin dirección... Lo verde se tornó gris y al final el mundo era un desierto sin nadie que contará sus antiguas glorias.

Los años pasaron, y en el mundo pintado apareció una niña de pelo blanco con el cabello largo, siendo el doble de su tamaño, vestida de una túnica negra. Los guardias al entrar al cuarto en el que se encontraba la pintura se sorprendieron al verla ahí adentro. Ella, al verlos, pidió una llama donde prometió que, si la pintaban en el nuevo mundo, para que esté fuera cálido, recibiría a los afligidos recién llegado; sin embargo, nadie le hizo caso y la encerraron en un cuarto para que no se vuelva a acercar a la pintura nunca más.

Una tarde, una chica vestida con una túnica negra y descalza se le apareció al guardián de la pintura, quien ahora era el rey, Arian.

- ¡Quién anda ahí! -exclamó Arian.

- Soy una pequeña niña pérdida... Ayúdeme por favor

- ¿Dónde están tus padres? -se acercó a ella.

- ¿Mis padres?

- Sí, tus padres, este lugar está muy lejos de la ciudad y como es qué... -se quedó perplejo al analizar que ella no era una niña normal- «Cómo es que... Ella... Los...» -se dijo en sí y miró a la niña a los ojos.

- ¿Me puede ayudar, señor? -dijo con una voz tierna y calidad.

- ¡Quién eres tú y qué haces aquí! -sacó una espada.

La niña no respondió y miró fijamente a Arian sonriéndole lentamente -lo había logrado engañar- buscando así persuadirlo, para así obtener la pintura. A pesar de ello, el rey logro atraparla y encerró a la niña en un lugar oscuro, un lugar muy, pero muy pequeño donde solo cabía una persona, que ni los rayos de luz podían entrar, solo la mirada de quien la viera algún día.

Intento matarla, desaparecerla, para que no vuelva a existir, sin embargo, por más que lo intentaba, no la pudo matar, su carne se regeneraba al pasar los días, parecía inmortal. Así vivió en mundo pintado por mucho tiempo, aquella chica Freya mantuvo el frío en el "mundo" que parecía ser la pintura sin ser pintada parte de ella.

Un día, un esclavo, mientras recorría los pasillos del reino, la encontró en la celda.

- Hola, ¿qué haces en este lugar?

- No puedo salir, no sé cómo... ¿Me puedes ayudar? -le habló con una voz tierna y calidad.

- Ven conmigo

Este la acogió como tío, ella ganó el buen agrado, él era Gael quien le prometió que buscaría aquella llama y se lo daría para que pintara un nuevo mundo donde ella se pudiera encontrar como muchos pudieron y no como otros que se derrumbaron en su angustia.

Fueron al reino a hablar con Arian, antes protector de la pintura y ahora rey, quien en un principio asustado de ver a la niña fuera de la celda, Freya le prometió que, si le dejaba poner la llama en el nuevo mundo, para que esté fuera cálido, recibiría a los afligidos recién llegados.

Arian accedió a su petición, y los tres se dirigieron al cuarto donde yacía la pintura, Freya puso la llama, y tal y como prometió, insertó esos recuerdos muertos en un lugar que muchos lo puedan ver sin poder verlo en realidad... Ahora era un mundo cálido y nuevo, donde se podría recibir a los nuevos afligidos y sus almas puedan recuperar su luz.

"Muchos tienen miedo a decir o mostrar su miedo, pensando que se pueden burlar, sin pensar que al decir el miedo uno se puede sentir libre y el otro que no lo ha dicho, va a seguir teniendo miedo sintiéndose prisionero de sí mismo"


¡FIN!


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