AVENTURAS EN UN...

839 8 3
                                        

Estoy desconcertado con lo que me acaba de pasar. Estaba en la escuela, asistiendo a clases, donde tenía un amigo extranjero con quien conversaba un rato.

— ¿De qué país eres? —le pregunté.
— Rusia, pero mi padre es peruano.
— Hmm... ¿Y qué te trajo a Perú?
— Mi padre. Vinimos porque en mi país está ocurriendo algo inexplicable, y como él ya tenía su casa aquí, decidimos venir.
— Entiendo —me sentí mal por la pregunta que hice.
— Sí, ¿quieres jugar un rato? —dijo, tratando de animar el ambiente.
— ¿A qué?
— ¿Te parece si jugamos fútbol?
— Está bien —dijo animado.

Empezamos a jugar, pero después de un momento comenzamos a aburrirnos, así que nos fuimos a otro lado. En ese instante, alguien me llamó por un nombre que no era el mío. Lo sentí extraño, ya que mi nombre es Yuan. Quise investigar quién me había llamado así, mientras que mi amigo se quedó sentado en una banca. Yo entré al salón de donde provenía el llamado —no recuerdo el nombre con el que me llamó—. Pero al entrar al salón, vi una luz muy hermosa, de un tono verde degradado. No pude distinguir bien lo que había en medio de esa luz, pero parecía ser un hada... Una criatura muy hermosa que, al parecer, me terminó hipnotizando hasta tal punto que me sentí muy cansado y terminé por quedarme dormido en ese lugar.

Al despertar, no encontré al hada. Sin embargo, estaba en una casa algo descuidada, con mi ropa sucia y algo desgarrada. A mi lado, había un niño que me decía: «hay que salir». Le hice caso al niño y tomé su mano. Comenzamos a desplazarnos con cuidado por la casa, pues había seres poco humanos que caminaban por los pasadizos —no sabría cómo describirlos, y mucho menos dibujarlo—. Hacían ruidos extraños que casi nos descubrían, así que corrimos por un pasadizo que nos llevó al exterior y, al salir, nos encontramos en un bosque cálido. Fue entonces cuando nos despedimos y el niño me llamó por un nombre que no era el mío, distinto del que me había llamado el hada... Era diferente —aunque, al intentar recordarlo, se desvanecía en mi mente—. Avancé más profundo en el bosque y el ambiente se comenzó a volverse más pesado y el aire traía consigo un olor familiar. Al salir, me topé con una guerra, eran personas que combatían contra las mismas criaturas que habitaban la casa. Corrí bajo el fuego de ambos, pues ni siquiera las personas parecían ser realmente personas. Al final logré salir de ahí y llegué a otra casa. De inmediato me volví a sentir cansado, pues mi cuerpo ya no podía mantenerse de pie y me dejé caer al suelo y me quedé dormido.

Ahora, al despertar, me encontré en un barco. Dentro de mi camarote, llevaba un uniforme con la inscripción "Propiedad de Dylan". Me pregunté «¿Quién es Dylan?», pero no le di importancia; tenía más curiosidad por entender por qué había aparecido en un barco que ni siquiera era mío. Decidí ir a la cubierta. Allí, tres personas limpiaban las ventanas, que al escucharme caminar, voltearon y me dijeron: «Ven a ayudar». Sin cuestionarlo, me uní a ellos. Mientras trabajábamos, la conversación comenzó a fluir. Hablamos distintos temas hasta llegar a los libros —algo que me apasiona, pues me gusta leer en mis tiempos libres—. Uno de ellos mencionó "El Bestiario de Axlín", así que, con entusiasmo, dije que lo había leído y que me había gustado. A partir de ese momento, el ambiente se volvió más ameno y la conversación comenzó a fluir con más confianza. Hablamos de más temas en común, reímos y la pasamos bien. Casi de noche, uno de ellos me dijo: «Ya es tarde, ¿no lo crees Dylan?». Fue cuando les comencé a explicar que no era Dylan y que había despertado en este barco sin saber por qué. Me pasé un buen rato tratando de convencerlos, pero seguían sin creerme o hacían preguntas que no tenían que ver conmigo. Al final, aceptaron mi explicación y me dijeron que habían disfrutado la charla. Nos despedimos con un apretón de manos. «Adiós, Yuan, un gusto», dijeron al unísono. Me fui a la recámara que, supuestamente, era mía, pues me sentía cansado. Cuando estaba a punto de echarme a dormir, noté que no estaba solo. El hada que había visto en un principio estaba allí y me dijo «¿Cómo te sientes? De seguro estás cansado... Descansa». Su voz era tan relajante que me dejé llevar y me quedé dormido.

Esta vez desperté —y, como ya me lo esperaba, no sería en el barco, aunque lo hubiera querido... pero a la vez no—. Estaba en un camión, atado a una plataforma de metal. Mi cuerpo era más máquina que humano, aunque mi rostro —que, en realidad, no era el mío— se mantenía a sus orígenes humanos. Trate de liberarme de las ataduras. No fue tan difícil. Salí de allí y de inmediato comenzó una persecución. Militares y robots disparaban a matar, por lo que tuve que esquivar cada uno de sus ataques —las explicaciones pueden verse en las películas de acción o ciencia ficción, así que no sería necesario detallarlas—. Lo único que podía hacer era seguir corriendo... Llegue a un pequeño asentamiento donde me esperaba alguien similar a mí, pero un poco más bajo, un adolescente —yo, en esta situación, era mayor—. Me mostró una cámara en la que había una chica de su misma estatura y me explicó que era un experimento que había logrado sacar de las instalaciones, aunque aún estaba reprogramándola. Ante todo, necesitaba un arma —y esa arma era la chica—. Para ello, le mostró varias armas, pero ella no reaccionó a ninguna... hasta que vio, a lo lejos, a un militar usando una motosierra, quien mataba a gente inocente. Ella al ver eso enloqueció. Yo me asusté y eché a correr. Al salir de la cuarentena, los dos nos alarmamos, pero ella atacó, aunque no a matar, y después desapareció. Nosotros, tras una breve conversación táctica, decidimos ir a las instalaciones al amanecer. En medio de todo el escándalo, el cansancio me comenzó a invadir y me dejé caer, estaba cansado.

No sabía si esta sería la última vez que despertaría en un lugar fuera de lo común, pero ya estaba acá en una nave espacial y me alarmaron, pues era hora de algo de lo que no estaba informado. Sin pensarlo, comencé a correr hasta el puente principal para ver el plan. Al llegar a la sala principal, uno de nosotros estaba conversando con un "alienígena" —al parecer, era nuestro capitán—, quien lucía astuto e inteligente. Después de advertir a nuestros enemigos, estos se negaron y él activó unos comandos que dejaron las naves enemigas sin escudos de plasma. El capitán sorprendido le dijo a la cabeza del enemigo «¿Cómo lo hiciste?», y le contestó «Hay más de un millón de robots por esta nave, están en todas partes conectados a las principales redes, no tienen escudos, ni armas y ahora ni nuestra piedad» —cortó la llamada—. El capitán de la nave, con un tono firme, se dirigió a todos: Bien, demostrémosles que no nos quedamos atrás —dijo con determinación. Desde un rincón de la nave observé todo lo que ocurría. El cansancio me invadió poco a poco, hasta que finalmente me venció. Me eché a dormir. Entre mis pensamientos me preguntaba «¿Dónde aparecerá ahora? ¿A qué nuevo mundo iré? Me siento cansado...»

Ahora no sé si despertar, me sigo preguntando «¿Dónde apareceré? ¿Qué veré ahora?». Abrí mis ojos sin esperanzas de ver algo familiar. Esta vez estaba en una cabaña rodeada de muchas flores, todas hermosas. Quise aprovechar el momento, sabía que en algún instante me iba a quedar dormido e iba a despertar en otro lugar. Salí de la cabaña y empecé a caminar en línea recta y al frente mío volví a divisar a aquella hada —era tan linda— descendiendo hasta tocar flores con sus pies. En ese momento, se convirtió en una mujer de mi edad, pero parecía tambalear por falta de energía, así que corrí hacia ella para que no se cayera o lastimara en la tierra. Logré llegar a tiempo, y ella cayó sobre mis brazos, era hermosa igual que... —pero lo había olvidado— «No recuerdo» —me dije—. No lo tome importancia, en ese momento solo me importaba que ella se encontrara bien. El sol estaba cayendo, ella abrió sus ojos, puso su mano sobre mi cara y mientras me acariciaba, me dijo «Hay que descansar». Sus manos eran tan suaves y cálidas que comencé a sentirme cansado. Me eché a dormir.

Ahora lo único que quería era despertar junto a ella, pero el despertar siempre traía una sombra de incertidumbre. Aquella noche, sí estaba a mi lado, como siempre había estado, aunque en algún momento de los sueños la había olvidado. Fue en esos mismos sueños donde su presencia regresó a mí. ¿Cómo olvidarla? No lo volveré a hacer, ni en mis sueños, ni en otro lugar. Ella siempre estuvo conmigo, incluso en los más simples sueños donde mi identidad se desvanecía, pero de algún modo seguía siendo yo. Y donde ella no era ella, pero, al mismo tiempo, sí lo era.



¡FIN!

CUENTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora