LA PEQUEÑA NIÑA

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Una noche en donde la luna estaba en su punto más alto, como el sol a las doce del día, una pequeña niña curiosa a las tres de la madrugada se levanta a causa de un mal sueño, por lo que salió afuera y se encontró con las estrellas en el cielo oscuro de la noche, empezó a hablarle a las estrellas. «Tuve un sueño que no me gusto -les decía- me dio mucho miedo, se trataba que nadie estaba conmigo en este mundo, solo estaba yo... sola...». Una lagrima salió de sus ojos rodando por su mejilla derecha, cayendo al suelo, estas parecían multiplicarse conforme recordaba su sueño y miraba las estrellas. Sin embargo, la última lagrima cayo cuando del cielo apareció una luz saliendo de las nubes envidiosas, que la tenían guardada solo para ellas, era la luna tan hermosa y bella, que la pequeña tenia ansias de querer tocarla.

Volvió hablar con las estrellas, esta vez pidiéndoles que la ayudasen a tocar la luna y poder hablar con ella más de cerca para preguntarle «¿Por qué brillas siempre, aunque nadie te ve?». Las estrellas parecían no escuchar lo que ella les trataba de decir, hasta que un grupo de estrellas empezó a armar una constelación en frente de ella... Era la constelación de Orión, tan visible y deslumbrante, sorprendiendo así a la pequeña haciendo que la línea deformada que estaba marcada en su cara, se enderezara y convirtiera en una cálida sonrisa.

Mirando panorámicamente al cielo que estaba ante sus ojos no solo encontró a la constelación de Orión, sino que eran muchas las constelaciones que la rodeaban... Constelaciones que nadie nunca ha visto ni vera jamás en la nada del cielo. En eso vio una línea echa por un grupo de estrellas dirigiéndose a ella, tan curiosa ella decidió tocar la línea que se dibuja muy cerca de ella, se inclinó ante ella para así poder agarrarla, en ese instante se sentía frío y luego cálido, no tardó mucho en acostumbrarse a la temperatura emanada por las estrellas. Asimismo, ellas no tardaron en acostumbrarse a la suya.

Levantó el pie derecho para ponerlo en la línea, impulsándose y así caminar sobre ella, parecía ser una cuerda floja. Sin embargo, ella siguió adelante sin mirar abajo, estaba segura que las estrellas no la dejarían caer y le ayudarían a cumplir su meta, que era llegar a la luna y poder preguntarle lo que tanto ansiaba... « ¿Por qué brilla siempre aunque nadie la ve? ».

Estaba cerca... no le faltaba mucho, era seguro que esa noche hablaría con la luna. Asimismo, ya estando muy cerca de la luna, una de las estrellas va hacia ella y le dice «No tengas miedo ni te pongas nerviosa, ella te va a responder, va hacer cálida contigo, sabe lo que sientes». Ella mira atentamente a la estrella, se sentía insegura de saber que estaba ablando con un astro que no habla, saliendo una gota salada de sus ojos, esta empieza a rodar por su mejilla, que al caer parecía no tener fin, mostrando el oscuro cielo del espacio y desvaneciéndose en la atmósfera. Alza la mirada y la dirige fijamente hacia la luna, sonríe orgullosamente, diciéndole a la estrella, sin mirarle a los ojos «No tendré miedo».

Empezó a correr sin miedo, con muy pocos metros, convirtiéndose luego en centímetros y por último en milímetros. Estando ahí, frente a la luna, ella sonríe al saber que uno de sus sueños se iban hacer realidad. La luna distraída, no sabía quién había llegado a verla, sin compañía alguna en medio de la oscuridad, solo decorada por las estrellas, siente a su lado la misma temperatura de la última vez que pudo haberla sentido en el año 1972, voltea a ver y era una pequeña niña con la mirada en alto, la luna al mirar a la pequeña queda sorprendida y confundida, preguntándose «¿Cómo es que una niña a podido llegar hasta aquí? -mira la línea brillante atrás de ella, respondiéndose- Las estrellas siempre brillantes y ayudantes...».

- Lu... Luna, buenas noche -dijo con dificultad la pequeña, mirando decididamente a la luna-, yo estoy aquí gracias a las estrellas -miro a su alrededor-, ellas fueron quienes me ayudaron a llegar hasta acá -bajo la mirada- y no voy a decepcionarles -alzo la mirada con una sonrisa de oreja a oreja, orgullosa de si misma.
- Buenas noches pequeña, hace ya muchos años que no e vuelto a sentir está temperatura extraña, mucho menos de una niña, me puedes decir ¿Por qué estás aquí?
- Sí...

Empezó a contarle su mal sueño y como las estrellas la ayudaron a llegar hasta ella. Asimismo, el que quería formularle una pregunta que nadie le respondía lo que ella quería escuchar, que solamente la luna le respondería con claridad y sin fantasear.

- ¿Cuál es tu pregunta? -le pregunto la luna amablemente mostrando curiosidad.
- Mi pregunta es -hizo una pausa- ¿Por qué brillas siempre, aunque nadie te ve?

La luna nunca había oído en toda su vida hasta ese momento una pregunta así. Se quedó sin palabras por un instante. No sabía que contestarle, pero de algo que si sabía era decirle la verdad.

- Porque es parte de mi -hizo una pausa-, mi trabajo es alumbrar a todos -dijo la luna.
- ¿Tu trabajo es alumbrar a todos? -se sintió confundida.
- Sí, ese es mi deber, sé que tú tienes al igual que yo un deber, yo no me puedo apagar, si me apago -hizo una pausa- el mundo no sería igual
-... Yo... Yo... Yo quisiera ser como tú, el de brillas y nunca pagarme aunque nadie me ve
- Nunca nadie me había hecho la pregunta que me hiciste -dijo mirando a las estrellas- las estrellas si se apagan, llegará el día en que yo también me apegue al igual que ellas
- ¿También te vas a pagar? -dijo preocupada la pequeña.
- Sí -se mostró calmada ante la niña- todos tienen miedo a apagarse -miro a la niña-. También llegará el día en que tú te apagues, hasta ese momento siempre brillarás

La pequeña no sabía que responder, que expresión mostrar, que sentir, si llorar o reír. Miro a la luna con una sonrisa cálida, alzo sus brazos y luego los abrió como si quiera medir algo, se balanceo hasta que su cuerpo toque con ella y le dio un cálido gran abrazo a la gran luna.


¡FIN¡


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