No podía creerlo. ¿Lisa estaba comprometida?.
- ¿Cómo?.
- ¿No lo sabías?. Lo he dicho el día de la fiesta en la playa. ¿No recuerdas?.– Me preguntó Lisa.
Recordé al instante. Era una tal Julse...
- ¿No que ella era mejor que yo?.– Alcé una ceja divertida.
- Me he equivocado como no tienes cuenta. Eres la mujer más perfecta que hay.
- Solo por eso te perdono.– Dije, bromeando.
Lo de Tailandia ya lo sabía, puesto que Jisoo me lo había informado. Aunque ahora que Lisa me invitó, en realidad, me obligó a ir, era todo más fácil.
No pasó mucho más tiempo, y ya estábamos, en el jet privado de la princesa, en un vuelo a Tailandia.
Todo iba perfectamente, hasta que entramos al castillo.
Una joven hermosa esperaba a la entrada.
- Hola, Lisa.– La saludó, a punto de besar sus labios, si no fuera porque mi chica la esquivó, logrando que diera con la mejilla.– Hola, Rosie.– Rosé ni siquiera la miró y pasó de largo, haciendo que Jisoo la siguiera.
La chica comenzó a darme lástima.
- Hola. Soy Jennie Kim.– Le tendí mi mano, y hasta parece que se le iluminó el rostro al ver que alguien la había saludado.
- Soy Julse. La prometi--
- Nada, Julse.– Habló Lisa. No puedo creer lo dura que es.
- ¿Cómo?...– Oh, Dios, va a llorar.
- Lo hablaremos con mi abuela ahora mismo.– Sin más, Lisa se adentró al palacio.
- Pudiste ser un poco más comprensiva, Lisa.– Dije enfadada.
- ¿Te molestó?. Jennie, ella es quien me tendrá si tú no quieres que haga ésto. ¿Eso deseas?.
- Solo digo que no hacía falta ser tan dura.– Bajé la cabeza. Miré un segundo hacia atrás, y Julse nos seguía, sollozando. Se me parte el corazón...– Hey.– Solté a Lisa, y me dirigí a Julse.– ¿Me puedes enseñar el palacio?. Es muy grande...
Lisa me miraba sorprendida por mi actitud. Julse me miró unos segundos, y se limpió las lágrimas, mientras asentía con una sonrisa.
- No tienes permitido hacer eso, Jennie. Seré yo quien te enseñe el palacio.– Lisa fue clara.
- He dicho que voy a ir con Julse, ¿Cual es tu problema?.– Si antes Lisa estaba enfadada, ahora está que arde en rabia.
- ¡Soy la princesa, y éste es mi palacio y se hace lo que yo ordene!. ¡¿Entiendes?!.
- ¡¿Así que es tu palacio?!. ¡Pues mételo por donde te quepa!. Me largo.– No permitiré que alguien se atreva a darme órdenes.
- ¡Guardias!.– Oh, Dios, no creo que sea capaz...– Enciérrenla por desacato a la orden.– Comencé a correr, y de pronto tropecé, cayendo en el césped, pero eso no quita que me haya doblado una mano.– ¡Jennie!.