Lisa tomó el cargo de reina a los veinticinco años, siendo la más fuerte, sabia y misericordiosa reina que el pueblo había visto jamás.
Nuestros corazones han latido juntos desde que nos vimos por primera vez.
- ¡Mamá, Kuma me ha mordido!.– Nuestra pequeña hija, Jane, tiene ahora cuatro años.
- Hija, eso te pasa por jugar con Kuma cuando está comiendo.
- No es mi culpa que sea como la tía Rosie.– Bufó. No pude evitar reír por lo que dijo.
- ¿Amor?.– La voz de Lisa me sacó de mis pensamientos.
- ¿Qué pasa?.– Me levanté, llendo a sus brazos.
- Es que...Te extrañaba.– Besó mi mejilla.
- Cielo, estaba a dos metros de tí.– Me reí.
- Para mí, cada centímetro lejos de tí es un martirio.– Dramatizó.
- No niego que para mí igual.– La besé.
- ¡Mamá, las tías Rosie y Chu están aquí!.
- Ya vamos.– Nos levantamos, ya que hoy era la cena familiar.
Cuando todas estuvimos a la mesa, Lisa dió unas palabras.
- Ésta cena es en memoria de mi querida abuela.– Todos alzaron sus copas al cielo.– Que descanse en paz, por siempre.– Todos bebimos de nuestras copas.
Lisa, cuando dió el último bocado, nos levantamos.
- ¿No encuentras estúpida la regla de no seguir comiendo cuando la reina acabe?.– Le pregunté.– La reina no es tan especial.– Me burlé.
- ¡Guardias, llévense a la duquesa!.– Bromeó.
- ¿Deben arrestarme por poseer una belleza ilegal?.
- Y por robar mi corazón.– Me besó.
Cuando llegamos nuevamente a la habitación, Lisa les indicó a los guardias que nadie subiese a las habitaciones.
- ¿Por qué tan desesperada?.– Dije entre jadeos, recibiendo besos en el cuello por parte de Lisa.
- En esa cena te veías más apetitosa que la misma comida...– Gruñó.
Nos deshicimos de la ropa lo más rápido que pudimos.
- ¿Te has visto últimamente?. Te has vuelto tan sexy, y ardiente...– Le dije, mientras le bajaba los bóxers.
- Lo hago para tí, y solo para tí.– Murmuró, mientras yo le hacía sexo oral.– Jennie...– Jadeó.– Quiero tenerte.– Me levantó, sin dejarme seguir.
Me dió la vuelta, quedando de rodillas sobre la cama.
- Veamos lo que tienes...– La desafié.
Comenzó a rozar la punta de su miembro endurecido por la longitud de mis labios vaginales. Comencé a humedecerme, y por fin pudo hundirse en mí.
- Jen...– Gimió al estar dentro de mí.– ¿Por qué te sientes tan bien?...
Nuestras intimidades chocaban a medida que ella aumentaba la velocidad.
- Lisa...– Con suerte podía formular palabra con el placer que sentía.
Sentí mi orgasmo venir, y Lisa lo notó, ya que dió una fuerte y profunda embestida que hizo que ambas nos corrieramos juntas.
- ¿Por qué eres tan jodidamente buena?.– Me abrazó.– Mi diosa...– Comenzó a quedarse dormida a mi lado.
- Descansa, reina Lalisa.– Besé su frente, dejándome llevar por el sueño y el cansancio.