2. Ahogo

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Nota: A partir de este momento la temporalidad en cada capítulo está entrelazada de la siguiente forma:

pasado - futuro - pasado 

¡¡Advertencia!!

Esta historia puede herir la sensibilidad de algunos lectores.

Se recomienda discreción.

AHOGO

La luz de la mañana resplandecía tras las ranuras de las mal cerradas persianas y mientras aspiraba el aire frío que persistía entre las paredes de su alcoba; pero él seguía ahí, en su cama, casi inmóvil, moviéndose solo lo necesario para evitar el posible dolor en la espalda.

Todo había parecido ser solo un instante, a pesar del cansancio y lo tormentoso de la situación. Aún le afligían las insistentes y repetitivas preguntas que los implacables reporteros no dudaban de plantear.

—¿Es cierto que no fue un accidente? —todos, sin excepción, de distintas formas, habían preguntado lo mismo desde que aquel inevitable hecho sucedió—. ¿Es cierto que lo hizo por usted?, ¿Es verdad que fue un suicidio?

Culpa, de nuevo salía a relucir esa maldita sensación de culpa. Aquel ya incesante interrogatorio aunado a las desdeñosas miradas y la despectiva actitud con la que siempre iban acompañadas; habían terminado por sacar a relucir aquel sentimiento de culpabilidad, en su mayor potencia.

Durante los funerales había sido merecedor de infinidad de comentarios que no hacían más que atormentarlo en mayor medida. La gente murmuraba entre sí. Así mismo había sido merecedor de las miradas curiosas, furiosas, reprobatorias, simpáticas, unas cuantas, coquetas; pero sobre todo, las que sin mediar palabra, lo inculparon de lo sucedido.

Algunos lamentaban la pérdida; pero era obvio en la mayoría restante, que solo habían asistido gracias a su posición como figuras públicas, y sólo unos pocos estaban ahí por solidaridad, apoyando al rebelde de los escenarios.

Fuese como fuese; no tenía ninguna duda de que a partir de ese momento, su vida se complicaría de una manera que quizá, en ese preciso instante, ni siquiera podía imaginar.

•••

Sin importar distancias, sin importar si se trataba de un lugar lejano como Londres u otro más cercano como Nueva York; las noticias referentes a ciertos eventos sociales siempre llegaban incluso más allá de otras ciudades, como por ejemplo: Chicago, donde el patriarca de la familia Andrew, al enterarse de esa función tan peculiar, no dudó en pedir a su secretaria que hiciera todo lo posible por reservar un palco.

Avisar a todos los integrantes de su familia, excepto a los apellidados Leegan, no le llevó más que un par de días, mientras que la organización del viaje quedó en manos de George, quien también había sido invitado a acompañarlos. Sin embargo, Candy fue la última en enterarse, una vez que todo estuvo organizado y previniendo su posible negativa.

En aproximadamente una semana, la familia Andrew estaría en Nueva York, apoyando en su más reciente logro, a quien consideraban como uno de sus mejores amigos.

Aquella semana transcurrió rápidamente. La familia arribó por la mañana, se instaló en la propiedad que tenían en la ciudad y aprovecharon el resto del día para descansar del largo viaje.

Realmente emocionada, esa noche Candy no pudo dormir demasiado. Por más que deseaba, sus pensamientos no podían evitar alejarse de aquel a quien consideraba como un viejo amor y ahora, simplemente un buen y noble amigo. En aquel momento no le importaba, que en el pasado no contestó ni una sola de sus cartas, tampoco le importaba que, aparentemente y durante mucho tiempo, él no hubiera deseado saber nada acerca de ella.

Por Ahora, Por un PocoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora