4. Equivalentes

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Terry:

Tal parece que esta es la carta más difícil que me he planteado en toda mi vida. Han pasado casi treinta minutos antes de que lograra escribir algo, aparte de tu nombre.

Estoy segura de que las pocas palabras de consuelo que pueda mencionar aquí, no serán suficientes para menguar el dolor que sin duda alguna debe estar consumiendo tu corazón, y muy probablemente estas serán exactamente las mismas que ya muchos te dijeron antes, en persona.

Lamento de todo corazón la enorme pérdida que has sufrido, pero lo único cierto es que la muerte es inevitable; y por lo poco que he logrado leer, soy consciente del accidente que ella sufrió y, de verdad, te aseguro que muchos de los comentarios publicados son más que absurdos.

Así que te pido, te suplico que por favor no hagas caso de ellos; muchos solo podrían catalogarse como alardes manipulados con el único fin de obtener una considerable cantidad de ventas.

Terry; ya sé que nuestra relación terminó en unas condiciones muy peculiares; de hecho, a veces pienso que no debió haber terminado. Y también sé que probablemente ello influya, ya sea en tu intención al leer o al responder; aún así, quiero que sepas esto.

Justo ayer, cuando nos enteramos de lo acontecido; Albert se mostró muy preocupado por ti, lo cual, admito, aproveche para convencerlo. Charlabamos sobre ti, sobre lo difícil y duro que es lo que debes estar pasando; y llegamos a la conclusión de que tal vez te vendría bien un descanso y quizá visitar a algunos de tus amigos te sea de ayuda.

La mansión Andrew, aquí en Chicago, te espera con las puertas abiertas; el día que quieras, no importa cuándo, siempre serás gustosamente recibido.

Por favor, acepta nuestra petición; pues realmente nos gustaría verte y saber de ti un poco más de lo que dicen los periódicos.

Te quiere.

Candice White Andrew

P. D.: disculpa que me haya tomado el atrevimiento, Albert deseaba escribirte, pero le pedí ser yo quien te enviará esta invitación.

•••

La decisión había sido tomada. Ya no había marcha atrás, aunque justo en esos momentos eso era lo que menos les importaba.

Los días pasaban y la organización de la boda iba viento en popa. Los Andrew, o al menos unos cuantos de ellos, se mostraban satisfechos con la idea de emparentar con el inglés; sobre todo por la felicidad que la pecosa irradiaba.

La fecha de la ceremonia llegó muy rápido, durante el invierno; y es que, en realidad, la joven pareja había decidido no esperar demasiado tiempo. Por supuesto, Candy lucía hermosa y Terry se veía realmente apuesto, pero aún más importante, ambos estaban felices con su unión.

La celebración, por supuesto, fue inolvidable, incluso los tantos reporteros también quedaron satisfechos con la comida y las viandas, al grado en que muchos se mostraron condescendientes respecto al escándalo que representaba ese apresurado matrimonio.

Es fácil imaginar que la luna de miel fue precisamente un derroche de felicidad. Un rápido receso a las actividades de ambos; en el cual, en aquellos instantes que no estaban encerrados en la alcoba, eran sin duda, un juego antecesor a su próxima demostración de amor.

La nueva residencia era algo lógico. El lugar a donde regresaron después de unos días viajando por el caribe, fue Nueva York; donde el nuevo apartamento que Terry había adquirido, los recibió de la mano de su nueva vida cotidiana. Una vida juntos, de la que estaban seguros, no permitirían que jamás, nadie interfiriera o intentará separarlos; aunque solo se tratara de una simple discusión.

Por Ahora, Por un PocoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora