Capitulo 48
Luego de haber preguntado a cuatro personas diferentes, por fin encontró el lugar. La recepcionista fue amable, al igual que el director y la gente que recibió sus papeles y le dejó el trámite del intercambio hecho. Al día siguiente comenzaría las clases. Le parecía que la gente de Nueva York no era tan mala como decían. Aunque en la calle la gente era mucho menos amable. Fue a tomar un helado, aunque no hacía demasiado calor, tenía antojado un helado de chocolate. Compró uno y caminó por el Central Park despreocupado, mirando a su alrededor realmente emocionado y fascinado, mientras conocía la ciudad. Aunque otra vez aquel desgarrador sentimiento de melancolía volvía a él, imaginando lo que sería estar viviendo aquella experiencia con Taemin, de la mano, caminando, mirando las ardillas que corrían entre los árboles y subían por los troncos, mirando a su alrededor con algo de desconfianza. Sonrió, Taemin amaba las ardillas y siempre le decía que se parecía a una. Al principio a no le hacía gracia, pero luego terminó por reírse cuando le decía Ardilla Lee. Suspiró, a ese paso jamás se olvidaría de el y terminaría siendo un solterón melancólico toda su vida.
No recordaba el camino de vuelta al apartamento, así que tuvo que preguntar. Muchos no lo tomaron en cuenta, lo empujaron o lo regañaron, pero algunos si se detuvieron a darle las instrucciones para volver. Claramente se compadecían de un pobre chico extranjero que no conocía la vida de Nueva York, alguna gente hostil pero algunos otros bastante amables. Volvió al apartamento cansado de tanto caminar, y algo estresado. La vida de esa ciudad era demasiado agitada, más que Corea, y le estresaba bastante. Pero el resto del panorama de la ciudad le gustaba bastante. Se acostó temprano, no sin antes telefonear a su madre. Al día siguiente tenía universidad, y quizás era hora de comenzar a rehacer un poco su vida.
La alarma sonó, se levantó perezosamente y fue a tomar una ducha(Imagen mental *-*). No había comprado nada para la despensa, se maldijo por eso, pero decidió que en el camino tomaría algo para no desmayarse de fatiga. Caminó un poco y tomó un taxi, dándole las instrucciones del lugar. Miró todo el camino para memorizar donde tenía que ir. Era un tramo algo corto, quizás si podía caminar. Y quizás era la mejor opción, el tráfico de Nueva York era bastante estresante.
Llegó a un gran edificio, pagó al taxista y con algo de nervios se dirigió a la recepción otra vez. Lo mandaron con demasiadas personas, anduvo de allá a acá, hasta que le dieron su horario. La gente no lo miraba mucho, aunque algunos comentaban que era el día en que llegarían algunos de intercambio. Una novedad.
Se paseó buscando el salón correspondiente, hasta que topó con él. Se sentó en silencio, observando la gran cantidad de alumnos del salón. Se sintió un poco abrumado, pero alegre al mismo tiempo de poder cambiar de ambiente.
Taemin corrió hasta el salón de clases. Al mirar atrás, cuando casi botó a un chico en el camino,con un chico de ojos grandes le sorprendió y prácticamente casi le dio un ataque al corazón. Miró atrás otra vez, pero no lo vio ya. Mi imaginación comienza a traicionarme pensó. Suspiró largamente, y se metió en el salón que le tocaba. Olvidó el hecho de su “alucinación” y se dispuso a poner atención. Pero al rato, no pudo dejar de pensar en Minho. ¡Lo extrañaba tanto! Habían pasado casi cuatro meses, y no habían tenido ningún tipo de comunicación. Prácticamente hablaba con Key para saber de él. Ni siquiera con su madre hablaba, era una vez al mes como máximo. Suspiró, en este momento ¿Qué estaría haciendo Minho? Probablemente estudiando, o en casa… dependiendo de que hora era en Corea. Deseaba verlo, pero era lo bastante cobarde como para no querer regresar. Las heridas todavía estaban frescas, y cada noche una pesadilla lo dejaba en vela, asustado de que toda la historia se repitiese. Ya no salía de noche, jamás. Solo cruzaba palabras con su padre, su hermana y una que otra chica en la universidad, ni siquiera con chicos. Les tenía miedo, incluso le asustaba andar solo a plena luz del día en calles concurridas. Era temeroso y desconfiaba de todos.
Le dolía que por culpa de algo que estaba fuera de sus manos, hubiese tenido que dejar a su novio así como así. Aunque quizás su decisión fue errónea, prefería evitarle el problema a Minho. El ponía siempre la felicidad de Minho por sobre la de el, lo amaba lo suficiente como para que fuera más importante que el mismo. Sabía y tenía más que claro que daría todo por él, y lo estaba haciendo. Si él se enterara de todo… sufriría, porque sabía que él lo amaba como a nadie, siempre le había dicho que su felicidad, era la de él. Por lo tanto, su dolor, sería el de él. Suspiró cuando por fin tocaron el timbre y corrió fuera de la sala de clases. Se sentó en una mesa vacía de la cafetería, miró a su alrededor y se dispuso a comer su manzana, tratando de pasar desapercibido.
Por otra parte, Minho también se sentaba solo en la cafetería de la universidad. Había mucha gente, se sentía algo abrumado pero se había acostumbrado en la universidad de Corea . Lo bueno de que hubiese tanta gente, es que podía pasar totalmente desapercibido. Y le gustaba, últimamente no quería que nadie se fijara en él.
-¿Disculpa? –una voz lo sacó de sus pensamientos. Levantó la vista. Una muchacha de cabello pelirrojo largo y ondulado, unos ojos cafes grandes y con las pestañas largas y onduladas, sus labios rosados y pequeños y ampliados en una sonrisa. Delgada, piernas largas al descubierto pues llevaba un short y unas zapatillas púrpuras acompañando la tenida.
-¿Sí? –preguntó intentando sonar amable.
-¿Eres de los chicos de intercambio? –preguntó
-Sí, soy de Corea–dijo con una sonrisa gentil. –me llamo Choi MinHo.
-Hola Minho–dijo sonriendo –me llamo Tiffany, yo soy de Nueva York –agregó riéndose. Su risa era bastante suave y dulce. Tom sonrió, le agradó la muchacha, aunque hace mucho que no hablaba con una chica que no conociera de hace mucho. -¿puedo sentarme? –preguntó
-Claro, adelante –dijo él moviendo la silla con cortesía para que se sentara.
-¿No te molesta cierto? Intento ser cortés, te vi aquí solo, creí que nadie te había acogido… -sonrió en forma de disculpas por las posibles molestias.
-No –dijo el rápidamente –está bien, gracias –dijo –eres muy amable Tiffany, y dime ¿estamos en la misma clase?
-Sí, en las dos que pasaron por lo menos –dijo ella riendo suavemente. Era muy adorable su risa, y ella era bastante amable. Por la mente de Minho pasó la posibilidad de rehacer su vida quizás… aunque pensara que no era posible, quizás debía torcer la mano al destino e intentarlo. –supongo que tenemos la misma edad. ¿veinte?
-Exacto –dijo sonriendo, hace mucho que no le sonreía a una desconocida. –diría que tienes dieciocho si no supiera tu edad –agregó.
-¿Tan pequeña me veo? –preguntó ella divertida.
-Tienes rostro de niña –dijo el mientras tomaba un sorbo de refresco, que acababa de abrir mientras jugaba con la tapa.
-Me lo han dicho –dijo ella, mientras abría un paquete de gomitas. -¿quieres?
-¿Son gomitas? Las amo –admitió Minho. Sacó una y se la echó a la boca.
-Son mis favoritas –dijo ella.
-Las mías también –dijo él divertido. Miró su refresco durante unos segundos. Como si el destino no quisiese que su mirada se dirigiera hacia el muchacho que acababa de pasar frente a él. Si tan solo hubiese mirado, todo habría cambiado en esa milésima de segundo. Taemin acababa de pasar frente a la mesa de una muchacha rubia y un chico que charlaban animados. Se había fijado en las gomitas que ella había estado comiendo. Las favoritas de Minho, pensó con melancolía.
A la vuelta a las clases, el fue junto con Tiffany. Les tocaba en diferentes, pero las salas estaban una junto a la otra. El de rastas se despidió con una sonrisa y un beso en la mejilla de la rubia, y ella le dio una sonrisa.
TaeMin vio a su compañera de asiento en esa clase llegar. Tiffany, era su nombre al parecer. Era una chica Pelirroja con rostro de niña, pero extremadamente hermosa.
-Hola TaeTae-le dijo con una sonrisa.
-Hola Fany–dijo el esperando no haberse equivocado de nombre. Al parecer no, pues ella se dispuso a decir otra cosa.
-Conocí a uno de los chicos de intercambio –comentó la rubia –es un Coreano, está para morirse Taemin-dijo la Pelirroja. Los Coreano son para morirse pensó Taemin. –es muy bonito, ojos cafés almendrados grandes, alto. –el corazón de Taemin se paró durante unos segundos. No, Minhono podía estar en USA. El estaba a kilómetros, cruzando el mar, en Corea.
-¿Ah sí? –preguntó intentando sonar calmado. -¿y cómo se llama?
-MinHo… no estoy segura de su apellido –comentó la muchacha. No, tenía que ser tan solo una fea coincidencia. Era imposible, Minho había postulado a la universidad de Corea, debía estar estudiando allá. Ni siquiera sabía la ubicación de Taemin, tampoco era posible que la hubiese ido a buscar. Quizás tan solo eran un montón de consecuencias.
-Ah… ¿y qué charlaron? –preguntó sintiendo sus manos temblar. Su frente estaba empapada en sudor, pues se había puesto demasiado nervioso.
-Mhm, nada, comentó que era de Corea y que se había ganado una beca de intercambio, ah y justamente estaba comiendo gomitas, ya sabes, me encantan, y el dijo que eran sus favoritas. –dijo ella. Justamente el profesor llegó y se quedaron callados. Taemin estaba congelado, eran demasiadas coincidencias a su gusto. Y el chico de ojos grande que creyó haber imaginado… sintió que comenzaba a sudar, sintió su corazón palpitar desbocado. No, quizás estaba alucinando.
Ese día se fue a su casa intranquilo. Sentía que todos lo miraban, o que chocaría de frente con Minho. Aunque no estuviese seguro de que fuese él. Suspiró cuando llegó a su casa y por fin cayó en su cama, sin decirle nada a nadie. Si Minho estaba ahí, no había mucho que pensar. Sabía que apenas lo viera su fortaleza, aquella que utilizó para huir, caería y se lanzaría a sus brazos a decirle que lo ama.
Finalmente, intranquilo, se quedó totalmente dormido.