La gente tiene dignidad - Cap 3.

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—Sí, lo era. Hasta que lo arruiné todo. Siguiente pregunta.

—Cuéntame más acerca de tus amigos.

—Ex.

—¿Cómo?

—Ex amigos. Ya no los veo más y creo que me matarían si vuelvo a aparecer en sus vidas. Aunque 

—Interesante Tord. ¿Recuerdas sus nombres? O el de alguno de ellos, completo.

—Edd Gould... —la chica apuntó rápidamente el nombre mientras fruncía el ceño, extrañada de que le sonara.

¿Dónde lo había escuchado antes? ¿Noticias? ¿En la misma armada? ¿Algún viejo compañero?

—Thomas Ridgewell y Matthew Hargreaves. ¿Estás bien? Parece que hubieras olido mierda. —el chico sonrió ante su propio chiste.

—No es nada. Solo que el nombre de Edd, me parece que lo he visto o escuchado en algún lugar.

—Estás muy informada —dijo sarcásticamente—. Está en búsqueda y captura por nuestra armada. ¿En qué mundo de nubes vives como para no haberte enterado?

—Pues... Me has dejado callada. Siguiente pregunta. ¿Cómo era tu relación con ellos?

El de ojos grises bufó cansado del mismo tipo de preguntas. No se le hacía fácil hablar de su pasado.

—¿Por qué quieres saber tanto sobre ellos? Esto va sobre mí, no de personas que ya no son nada en mi vida.

—Porque si no fuesen nada no te fastidiaría que te pregunte más de ellos. —el ambiente se volvía a tensar de un momento a otro y sus tonos de voz cada vez más alto, como si de una discusión se tratase.

Tord quedó impresionado con lo que dijo. Era verdad, le dolía pensar en ellos. Ese tema era una brecha hacia él, aún abierta, que quemaba y ardía por dentro.

—No es verdad... —estaba nervioso y furioso, no todos los días te recuerdan el mayor error que cometiste en tu vida— ¡Eso es totalmente falso!

—Ya lo veremos Larsson... Creo que por hoy es suficiente, puede retirarse. —Hedda empezó a recoger sus cosas para la siguiente consulta con su siguiente paciente.

Ahora le tocaba a ella dejarlo ahí colgado y de piedra. Pero ella no recordaba que ella, era ella, y Tord... Era su superior, el gran Líder Rojo.

Tord se hartó y explotó. Dio un golpe a la mesa para captar la atención de la mujer que se encontraba con él. Hedda se asustó, pero no fue notorio el salto que dio.

—Hedda Rød, hazme caso.

—Lo siento, pero la sesión ha concluido, le recuerdo que ya tiene que irse, usted no es el último paciente que tengo.

—Soldado, no estoy para bromas.

—Señor, yo tampoco tengo tiempo para eso, señor. —tranquilamente siguió colocando sus pertenencias en el interior de su bolso.

—Pues parece que sí. Si yo tuviera a alguien más que atender, no recogería para irme a casa. —su cínica sonrisa mostraba éxito.

Acertó, la joven pretendía irse. No tenía a absolutamente nadie más que atender. Le pillaron la mentira.

—Bien, bien —alzó ambas manos como si un policía la detuviera—. Felicidades, acertaste. Me voy y ya. No tengo nada más por hoy, pero también he acabado contigo.

El Noruego se acercaba poco a poco a la chica, que por su cercanía, la alteraba. Temía que le podría hacer.

—Obvio, siempre gano muñeca. —sus alientos estaban a punto de chocar de no ser porque Hedda lo empujó levemente.

—Sí, pero esta vez no.

Y así fue como la chica de cabellos castaños apartó a su superior y se marchó. Esa noche no dejaría puesta la llave en su despacho.

Nadie robaría libros, a menos que al gran Líder le atraigan las filosofías y analíticas sobre las maravillas del cerebro. Esta vez ganó ella. No dejaría que nadie la pisoteara, por muy superior que sea el rival. La gente tenía dignidad, pero la de ella era mayor a la de la gente. Normalmente le costaba su precio que nadie la lastimara, pero no importaba si ganabas honor. Tord también se dio cuenta de ello. Esa chica era diferente a todas las que había conocido. Tenía algo que le interesaba. Algo de ella le cautivaba y quería saber que era.

—Dulces sueños, Hedda.


⌇⌇ ⎙ ¡!   𝐭𝐡𝐞 𝐫𝐞𝐝 𝐥𝐞𝐚𝐝𝐞𝐫 - 𝗍𝗈𝗋𝖽 𝗅𝖺𝗋𝗌𝗌𝗈𝗇.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora