Eran las 7:16 cuando entré al autobús.
Sonaba la radio con los 40 éxitos principales, y la gente hablaba, me senté sola, al lado de la ventana, y me puse los cascos para escuchar música e intentar ignorar el bullicio que había en aquel autobús.
Apoyé mi cabeza en el asiento y miré por la ventana, todavía no había amanecido. Me quedé observando cómo pasaban las calles, las farolas, los edificios... Sin duda debía de ser uno de mis momentos favoritos de mi día a día, la tranquilidad de mirar por la ventana con la música de una playlist de spotify. Claro, el resto del día se resumía en estrés en el instituto, problemas familiares y ansiedad por los deberes, yupi.
Apoyé la cabeza en la ventana y sin darme cuenta, cerré los ojos, aunque no me iba a perder la parada, ya que todavía quedaba una hora de viaje.Al abrir los ojos no me podía mover, solo podía girar los ojos, y un poco la cabeza. El autobús estaba vacío, ni siquiera el conductor estaba, pero este seguía su camino. La radio paró de emitir canciones, ahora solo se escuchaban interferencias, y las luces de los pasillos parpadeaban.
Se paró en un rincón oscuro, aunque no había ninguna parada de autobús, y tampoco había nadie. De repente vi que las puertas se abrieron y una niebla oscura se expandió por el vehículo. Esta misma niebla procedió a tomar forma humanoide, alta, sin rasgos, solo unos ojos brillantes blancos, como dos linternas.
Esas formas procedieron a sentarse en los sitios del autobús, mientras yo solo podía mirar aterrada.
Aunque estuvieran de espaldas, podía sentir sus miradas, impasibles, frías, sin rastro de sentimiento humano, como si sus ojos traspasaran su cabeza y me miraran a mí.Estaba intentando moverme desesperada, mover los dedos, cualquier cosa, peor no funcionaba. Una de ellas se sentó al lado mío, su cabeza estaba torcida, y como el resto, me miraba fijamente.
Todos se pusieron de pie, mirándome, y se acercaron un paso, y otro, y otro, todos al mismo ritmo, podían traspasar sus asientos.
Me rodearon.