Prólogo

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El placer de la ciudad de Midas.

Donde toda clase de sueños y deseos se hacen realidad.

Sobre las cartas de navegación del mundo de Amoy se encontraba el borde más lejano de la galaxia de Salinas. Bajo el reinado de Tanagura, Amoy era un mundo complejo sólo para los que tenían los recursos y la riqueza de participar de sus delicias.

Era la norma de entrada para los visados a Midas reservar con meses de antelación, y estaban disponibles sólo para unos pocos elegidos. Para un plebeyo, era un premio siempre estaba fuera de su alcance.

Para tal visado, un análisis biométrico completo era un requisito absoluto donde los intentos de soborno, amenazas y la coacción no tenían voz. Todo el mundo esperaba su turno sin excepción.

Para los privilegiados, un visado de entrada a Midas era más que solo prestigio; era una marca insustituible de estatus.

Midas en sí mismo contenía a toda clase de humanos, independiente de la raza, género, religión o preferencia sexual, siempre y cuando no contravinieran las leyes de Tanagura. Midas aceptaba la presencia de todo sin preguntar – todo, excepto un solo lugar.

Área 9, Ceres.

En el pasado distante Ceres estuvo lleno de idealismo y de fe en un futuro mejor; ahora nada de eso quedaba. En lo que se refería a Midas, Ceres no existía: ni en los mapas oficiales, ni en cualquier reconocimiento estatal. Ceres era un gran gueto en el que nadie poseía una identificación de algún tipo, y los hombres superaban en número a las mujeres de 9 a 1.

En un rincón de este gueto era donde los primeros miembros de la ya desaparecida banda Bison vagaban, en una tienda de personalización de aerobikes callejeras y circuitos de motocross.

Personalizadas, marcadas por batallas de aerobikes era la opción en la guerra de bandas; caras y limpias de maquinas de fábrica no tenían lugar en Ceres aparte de ser robadas y vendidas por partes.

Kirie una vez ostento el máximo símbolo de estatus en Ceres – un vehículo aéreo que incluso temía que le robaran al punto de que pagó una suma exorbitante para estacionarlo en un garaje. Ese Kirie que no parpadeó al pagar por tal lujo era sin duda el reflejo de su ego al poseer algo que gritaba ―símbolo de estatus‖ en las calles de Ceres.

Que los miembros de Bison terminarían comprando después de la disolución de la banda se le debía a Norris, o más bien a la pareja de Norris, Maxie.

Maxie - con su gigantesco cuerpo, su sombra y el aura de sensualidad tan fuera de lugar en su exterior, solo pasaba como un genio mecánico. Un montón de raras y sobresalientes partes yacían en todas partes en la tienda.

Por supuesto, las partes tenían un precio.

Para disgusto de Norris, Maxie trazó una línea muy gruesa entre los negocios y el placer. Acusaciones de ser un tacaño o indiferente no le molestaban a Maxie en lo más mínimo; los negocios, eran negocios y Maxie no hacia ningún favor. Norris estaba enamorado de todos los ángulos de Maxie, a pesar de que prefería morir antes que admitirlo. Pero cualquiera que estuviera familiarizado con la relación entre los dos podrían decir que se trataba de algo más que sexo.

Era casi la puesta del sol, cuando Norris entró en el hangar de Kelly.

Norris caminaba con un overol cubierto de grasa... como una posibilidad lejana, incluso en una tienda de personalización, todos tenían un conjunto de habilidades que ponían en uso, pero después de la desaparición de Riki todo el mundo estaba abatido.

―Toma su dulce tiempo, ¿no es así, Norris?‖, Dijo Sid lacónicamente.

Norris metió la mano en el refrigerador y sacó una botella de alcohol carbonatada.

Ai No Kusabi - Vol. 6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora