Capítulo 3

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Los carteles holográficos en Midas continuaban arremolinándose en un océano de luz.

Al borde de esa luz estaba Apatia. La única propiedad privada permitida en todo Midas era virtualmente una isla en sí misma.

Tal era la importancia dada a la privacidad que la seguridad era más sutil que dura. Había algún número de hoteles de lujo con ostentosas comodidades en comparación; en Apatia, cada residencia era discreta, independiente de las demás completamente.

Por supuesto, que aplicaba la ley de bienestar fielmente, pero nadie dentro del recinto era lo suficientemente tonto como para crear un escándalo que le hiciera perder el privilegio de estar oculto de miradas indiscretas.

No era tan lujoso como Eos, pero el alojamiento era el compendio no obstante, de la elegancia. Las manos de Riki se detuvieron sobre el dataslate, después de repetir una docena de errores.

―¿Cinco años y es así como se ha ido mi estúpido cerebro?‖

Riki se detuvo para estirarse. Los pets en Eos eran mantenidos inalterables - así y todo en ese entorno dependía de las formas y los colores. Que a Riki se le concediera acceso aquí a un dataslate era un lujo inaudito para un pet. Al volver a Ceres después de su fuga durante 18 meses, el dataslate era su compañero constante, pero la falta de módulos de aprendizaje de orden superior parecía tener costo para él.

Para Riki parecía que el pasar de Eos a Apatia había sido un intercambio de una jaula de oro por otra. Pero no esperaba que Iason consintiera a esto.

¿Puedo estar soñando esto, cierto?

Pero Riki sentía invisibles cadenas que lo ataban. Cadenas que atontaban sus sentidos en los últimos cinco años, sentidos que necesitaría de nuevo para sobrevivir en los bajos mundos. Cadenas que se aferraban a él si es que alguna vez Riki fallaba y que lo llevarían de regreso a la total esclavitud.

Riki deseaba evitarlo a toda costa.

No entendía lo que tenía en mente Iason concediéndole este nivel de libertad, pero no tenía intención de resignarse con este estado del asunto. A menos que Riki pudiera demostrar que podía operar en el bajo mundo - y para probarse a sí mismo que era capaz de diferenciarse de Katze – podía volver a ser un pet en Eos en un eterno estado de servidumbre sexual.

Esta era su única oportunidad. Él estaba seguro de ello.

Riki hizo crujir los nudillos y volvió al dataslate.

Fue en ese momento que la puerta sonó.

Riki decidió ignorarlo.

La puerta sonó aún más persistentemente.

―¿Qué demonios?‖ Riki continuó tecleando a la distancia el dataslate.

El repique se negó a cesar.

Qué mierda, ¿Por qué no sólo abres por ti mismo, Iason?

Incluso después de trasladarse a Apatia, Riki despreciaba que la incuestionable etiqueta se mantuviera sin cambios para los pets. Todavía se negaba a abrirle la puerta a Iason, maestro o no.

Y no había Furnitures para abrir la puerta.

En Eos, era una cuestión de rutina para los Furnitures el abrir la puerta al Maestro. Pero esta era Apatia, y a Iason muy posiblemente no le importaba la diferencia. Aquí, era normal introducir el código de acceso para entrar a tu propio domicilio. Mientras que en Eos los sirvientes humanos eran omnipresentes.

Pero Iason nunca seguiría tocando la puerta así, a pesar de que sus visitas no tuvieran ningún patrón y siempre fueron inesperadas. Iason sabía que era inútil esperar que Riki acogiera la etiqueta de los pets, y odiaba perder el tiempo; Iason siempre ingresaba por sí mismo.

Ai No Kusabi - Vol. 6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora