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María se cambió de ropa como dos horas antes de que tuviesen que irse. Aprovechó para escribir un poco hasta que su hermano apareció por la puerta.

Después de contarle todo lo que había pasado a Jeremy, él rodó los ojos.

—Estos adolescentes... Suerte con eso, María—le revolvió el pelo—. Ahora, vamos, va a ser una noche larga para ambos. Estoy en la sala del guarda si necesitas celebrarlo o si necesitas llorar con alguien, estoy allí.

María y él salieron de la mano y, con el apoyo de su hermano, se sentía que la caída no iba a ser tan dolorosa.

O que el triunfo más esperado no podría ser mejor celebrado.

María se giró hacia la caja nada más entrar.

     A través de la pequeña ventana que había encima de la caja, se podían ver reflejado los motines de polvo debido al reflejo de las farolas.

     Como si estuviese abandonada.

     María sintió un escalofrío por toda su espalda y empezó a tener frío en las manos y los pies, su corazón empezó a latir tan rápido que hizo un nudo en el esternón.

     Suspiró para relajarse, pero eso lo único que hizo fue empeorar sus nervios. Le estaba dando ansiedad.

     Jeremy, al verla, la cogió de los hombros y se los acarició con cariño, agachándose a su altura.

     —María, la vida es la vida y te puedo asegurar que todo lo que te puede estar pasando por la cabeza es peor de lo que en realidad va a pasar. La vida es una caja de sorpresas, es incertidumbre y es un montón de preguntas: No te hagas películas. Averigua la verdad por ti sola si estás mal acompañada y con ayuda si ves que la gente puede ayudarte; lo que hay aquí—el dedo índice de una de las manos de Jeremy señaló su cabeza—. Te está haciendo dudar, te está poniendo ansiosa y eso no puede ser. Eres más fuerte de lo que piensas, así que ignora a tu cabeza por un momento y abre los ojos, incluso si vienen pensamientos, déjalos ir igual que los dejas entrar. Todo puede salir mucho mejor de lo que piensas. Distráete con algo, si quieres jugamos a contar coches. ¡Me pido los blancos!

     María sonrió ante las palabras de su hermano. Desde luego, él era su ejemplo a seguir.

     Tuvo que madurar demasiado pronto para que ella recibiese la ayuda que él no pudo recibir.

—Me pido los amarillos.

     Se dirigieron a su destino después de esa parada, contando los automóviles y aunque tuviese prisa en hablar con Puppet, María quiso quedarse para ver a sus amigos unos segundos.

Ellos estaban —de momento— desactivados y Balloon Boy era el único capaz de saludarle.

—¿Al final lo vas a hacer?—preguntó el castaño, mirando con ilusión a la más alta.

María acarició su cabeza, como si eso la tranquilizase.

—Sí, eso planeo.

Balloon Boy cerró los ojos y rió con dulzura ante la caricia de su mejor amiga.

—Una cosa, María...—levantó la mirada y le sonrió con pena— Sé que no soy tan mayor como tú, que no he vivido tantas experiencias como tú o...—se calló durante un segundo y suspiró —. Pero quiero ayudarte en todo lo que pueda e intentaré serte de ayuda. Pero por favor, no me ocultes cosas tan importantes como lo son tus sentimientos, tus pensamientos, tus dudas, tus respuestas... Me duele tanto como a ti verte así de triste. Y hay la suficiente confianza para que me lo digas, ¿no?

Corazón De Metal © [Male!Puppet]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora