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—¡Que tenga que estar detrás de ti como si tuvieses tres años me parece increíble, Jeremy!—dijo María mientras le perseguía por toda la casa. Jeremy aún estaba en pijama y se acababa de levantar de su "pequeña siesta".

Y con pequeña me refiero a acostarse a las cuatro de la tarde y levantarse a las once y media de la noche. A veces, hasta no se levantaba.

Pero María siempre le despertaba, porque sino luego no dormía por la noche. Y se dedicaba a cacharrear como un loco, y la que luego no dormía era ella.

—Ay ¡Déjame ya en paz, sé vestirme solito!—refunfuñó Jeremy.

—Pues a ver si también te despiertas ya solito.—dijo María, imitándolo en la última parte. Su hermano le sacó una burla antes de cerrar la puerta de su habitación.

María se dirigió a su cuarto y se puso el vestido negro que se puso por la mañana. Digamos que tenía una ligera obsesión con ese bonito vestido.

Se tumbó en la cama, dispuesta a cerrar los ojos y pensar en todo lo que había pasado por la mañana. Tantas emociones en...¿dos, tres horas en el restaurante?

—Bella Durmiente, nos vamos ya...Bueno, lo de bella es discutible.—dijo Jeremy mientras le miraba burlonamente en el marco de la puerta. María frució el ceño y rodó los ojos.

—Eres tonto ¿Lo sabías?—María abrazó a su hermano y él le acarició la cabeza.

Jeremy suspiró triste. Estaba muy preocupado por lo que pudiese pasar esa noche. Su primera noche.

Miedo a algo que nadie sabía, ni María, ni nadie...

Que sólo él y su conciencia sabían, y que tenían miedo de ello.

  ∼*∗∙.∾⋅﴾𓅃﴿⋅∾.∙∗*∽ 

Jeremy comprobaba las cámaras mientras el hombre del teléfono soltaba un rollamen que los dejaba dormidos.

María dibujaba con los folios blancos que había encima de la mesa mientras su hermano se dedicaba a gastar batería como un energúmeno.

Hasta que María paró de dibujar en seco.

Dirigió su mirada a su estómago, que rugía como un león enfadado.

—Parece que alguien no ha cenado.—dijo Jeremy, mientras controlaba el pasillo y los conductos de ventilación.

—Pues no, he estado ocupada.—contestó cruzándose de brazos.

—Déjame adivinar ¿Con tus canciones?—Jeremy dedicó una mirada burlesca hacia su hermana. Ella soltó un bufido.

—Sí...—María se levantó y se dirigió a fuera. Detestaba que Jeremy tuviese razón.

—María...Ten cuidado.—avisó su hermano con seriedad. María sólo atinó a asentir.

¿Por qué tan serio de repente? ¿Qué le ocultaba?

Ella se dijo a si misma que tendría sus secretos. Pero eso no le quitaba la curiosidad que tenía.

"Síntomas de Curiosidad", como diría Fran Bow.

Sacó de su pequeño bolso unos fideos instantáneos y se dirigió a la cocina.

De noche todo daba más miedo. Ninguno se movía, ninguno emitía sonido alguno, sólo sonaban los zapatos blancos de María resonar en las baldosas blancas y negras. Como el primer restaurante.

Digamos que algunas cosas las cambian, como los animatrónicos; otras no, como las baldosas.

María abrió el microondas y lo metió allí. Puso el temporizador en el número tres y se sentó a esperar, para seguir pensando en todo. O para pensar en nada, en una mente en blanco.

Escuchó unos ruidos metálicos acercarse. Se levantó de golpe y buscó algo con lo que defenderse.

¿Un horno? Muy grande y pesado. Lo más probable es que estaría adherido al suelo.

¿Un microondas con unos fideos? Muy pequeño. Además, tenía hambre. No se tira comida, María.

¿Utensilios de cocina? Muy pequeños. A los humanos les puede regalar un chichón no deseado. Y a los animatrónicos les podría afectar como a los humanos les afecta una pelusa. Muy cutre idea.

Espera ¿Quién ha dicho que podría ser un animatronico?

Podría ser su hermano, podría ser el guardia diurno haciendo el estúpido, o que la esté buscando.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal. No quería ir con él, pero le daba pena dejarle con las ganas de enseñarle un animatrónico.

Sus músculos se relajaron al escuchar el ding del microondas.

Abrió el aparato y agarró sus fideos para volver lo antes posible con su hermano.

Pero al darse la vuelta se encontró con "una sorpresa".

Puppet se encontraba en la puerta, mirándola con el cuello ladeado y sus pupilas blancas.

María se asustó por un instante, pero se le pasó al saber que Puppet no le haría nada.

O al menos, eso creía ella.

—Puppet...Que susto me has dado.—dijo María, posicionando una mano en el pecho con la intención de calmar las pulsaciones—aunque científicamente sea imposible—.

—Yo que tú me iría ahora mismo con tu hermano.—le advirtió la marioneta, mientras se acercaba a María.

María no retrocedió. Por muy siniestro que se viese Puppet, seguía siendo...Puppet.

No sabía porque no le daba miedo.

Se paró a escasos centímetros de ella y agarró varios mechones de su pelo para acariciarlos, mientras su miraba se calmaba un poco.

—¿Puppet...?

Puppet reaccionó y se alejó un poco. María sonrió algo relajada.

—Bueno, mejor me voy con mi hermano, nos vemos.—María, dispuesta a salir, se encaminó a la puerta.

Pero Puppet la agarró del brazo y la giró hacia el.

—Ten cuidado.

¿Por qué todo le decían eso?

Ella asintió, pero cuando salió por la puerta, se llevó una enorme sorpresa.

Toy Bonnie había desaparecido, y los animatronicos restantes tenían la mirada fija en ella.

"Ten cuidado"

Tener cuidado. Tener cuidado con ellos.

Sus miradas eran gélidas y sin expresión. Tenían la cabeza ladeada y los ojos muy abiertos.

No eran los animatrónicos de esa mañana. Ni por asomo lo eran.

Esos daban miedo, mucho miedo.Los niños que lloraban por la mañana los ven y mueren de un infarto, o como mínimo, entran en cólera.

María se apoyó en la pared y se movió hacia el pasillo en la pared, como si así no la viesen, como si fuese invisible o un espía del gobierno.

María se giró hacia el tiovivo y vio que B.B no estaba.

Se estremeció al escuchar su risa en la sala de su hermano.

—Jeremy...—se dijo, para luego salir corriendo hacia allí.

Pero se encontró una sorpresa en el camino.

Una de las salas estaban abiertas, cuando supuestamente tendrían que estar cerradas.

Ella, se asomó con miedo. Toy Bonnie la estaba mirando con una mirada de "te voy a arrancar los ojos". María gritó y retrocedió hasta quedar en la mitad del pasillo.

Una melodía fácil de reconocer se escuchó de cerca.

La melodía era Pop!Goes The Weasel.

Lo que más le sorprendió y asustó de esa situación fue el golpe seco que la tiró al suelo de un empujón.

Cerró los ojos del impacto y sintió una respiración en su mejilla.

Al abrir los ojos, se encontró con "el regalo".

Corazón De Metal © [Male!Puppet]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora