Aquella tarde, después de comer, Harry se sentó con Corvus en el suelo de su habitación para enseñarle a jugar con el meccano. Sacaron los diferentes paquetitos con todas las piezas y el niño las observó con fascinación. Harry por su parte se concentró en leer las instrucciones.
- Esta cosa de aquí es para apretar las tuercas – le explicó.
Corvus tomó la herramienta y cogió una tuerca, para probar cómo funcionaba.
Poco a poco, el hombre y el niño fueron juntando algunas láminas de metal, en lo que, si todo salía bien, terminaría formando un coche. Entre las piezas había un mando y una batería, así que el vehículo tendría movimiento.
Ginny les observó desde la puerta, enternecida por la imagen. Sabía que a su padre le hubiera encantado estar allí, Arthur Weasley siempre había querido conocer el funcionamiento de todos los mecanismos muggles, y sintió una punzadita en el pecho, como un impulso de enviar una lechuza para informar a su familia de las novedades. No lo había hecho, no les había hablado de Corvus, porque era una situación complicada y el niño solo se iba a quedar por unos días... Pero lo cierto era que a Ginny no le importaría si los días se convertían en semanas. Y sabía que a Harry tampoco.
¿Quién hubiera imaginado que el hijo de Voldemort podía ser tan dulce y tierno? No era más que una criaturita indefensa, pero sabía que no todo el mundo lo vería así. Ella misma había tenido sus dudas al principio. Pero, en tan solo unas horas, el niño se había ganado un hueco en su corazón.
- ¿Quieren mis constructores tomarse un descanso? - preguntó, haciéndose notar.
- Mecánicos – corrigió Harry. Había un montón de cosas que él todavía tenía que aprender sobre la magia y aún muchas más que Ginny tenía que aprender sobre los muggles.
- Como sea. Hay té con galletas.
- ¡Galletas! - exclamó Corvus. Le habían gustado mucho las que había probado el día anterior. Toda la comida que le habían dado en aquella casa le había gustado. Soltó las herramientas y se levantó corriendo.
- Primero hay que lavarse las manos – le instruyó Ginny.
Acompañó al niño al baño y luego fueron al comedor. Poco a poco, iban comprendiendo que no podían asumir que Corvus sabía determinadas cosas, a pesar de su edad. No había tenido una educación normal, no había tenido una educación a secas.
En la mesa, Corvus escondió el azucarero con muy poca discrección y un brillo travieso en la mirada. Ginny y Harry fingieron que no lo habían visto y buscaron el frasquito durante un rato, hasta que el niño soltó una risita y lo depositó de nuevo sobre el mantel.
- ¡Ah, conque lo tenías tú! - exclamó Harry, haciéndose el sorprendido.
Corvus emitió una risita aún más audible, como si aquella hubiera sido la más elaborada y compleja de las travesuras.
"Me lo voy a comer" le dijo Ginny, sin emitir ningún sonido, moviendo solo los labios para que el niño no la escuchara.
Harry sonrió y decidió jugar un poco con el pequeño.
- Mira, yo también puedo hacerlo desaparecer – anunció y sacó su varita. Estudió la reacción del niño, quiso asegurarse de que no se asustaba porque intuía que su relación con la magia era complicada. Cuando vio que solo le miraba con curiosidad, agitó su varita e hizo desaparecer el azucarero.
Corvus entreabrió los labios y estiró la mano, hasta llevarla al lugar donde el recipiente había estado segundos antes. Casi pareció más sorprendido cuando sus dedos se toparon con algo, a pesar de que sus ojos no podían verlo.
- Es un encantamiento desilusionador – explicó Harry. - El azúcar sigue ahí, solo que no puedes verlo.
Con otro movimiento de su varita, Harry devolvió el objeto a su estado normal.
- Niños, no juguéis en la mesa – recriminó Ginny, poniendo énfasis en la primera palabra, pero secretamente encantada de ver ese lado infantil en su esposo.
- ¿Tú también puedes hacerlo desaparecer? - preguntó Corvus.
- Puedo hacer algo mejor que eso – dijo Ginny, y sacó su varita para hacer levitar el azucarero. Ella era más hábil que Harry en la magia no verbal y le gustaba presumir un poco, así que lo elevó bien alto, moviéndolo por toda la habitación.
- Mira quién está jugando ahora – replicó Harry.
Corvus les observó con una sonrisa. Se sentía seguro en aquella casa y era una sensación que no había experimentado en mucho tiempo. No hubiera sabido describirlo, pero en resumen se sentía feliz. Bebió su té y tomó las galletas, estirando al máximo el poder de sus ojos azules para que le dejaran coger tres y cuatro, pero a la quinta Ginny retiró el plato, prometiéndole que habría más al día siguiente, pero que podía hacerle mal si comía demasiadas. Era extraño eso de que de pronto hubiera alguien preocupándose de si algo "le hacía mal".
- ¿Quieres seguir con el meccano? - le preguntó Harry.
Corvus asintió. En realidad, le daba igual qué hacer mientras estuviera con él. Estaba acostumbrado a pasar mucho tiempo solo y no le gustaba.
Pasaron un buen rato mientras terminaban el coche. Ginny les ayudó en los últimos pasos y les quedó muy bonito... pero no se movía. Debían de haber conectado mal algún componente, porque cuando activaban el mando no sucedía nada. Harry se rascó la cabeza y él y Ginny leyeron las instrucciones para intentar averiguar qué fallo habían cometido.
Mientras ellos estaban concentrados en eso, Corvus empujaba el juguete manualmente, haciéndolo rodar con sus manos. Para él el mecanismo eléctrico era casi tan mágico como la magia en sí misma. No entendía mucho del tema, pero pensó que daba igual si no funcionaba, porque podían hacerlo rodar con una varita. Orgulloso de su propia idea, salió de la habitación sin ser visto y fue al salón. Harry había empezado a dejar su varita en la repisa más alta del mueble, para que no estuviera al alcance del niño. Pero había pocas cosas que pudieran frenar a un chiquillo travieso y decidido, así que Corvus apoyó los pies en los estantes más bajos y escaló poco a poco hasta alcanzar su objetivo. Ya con la varita en la mano, volvió a bajar, orgulloso de su hazaña, pero cuando se giró se topó frente a frente con una mirada de acero.
Harry había llegado justo al final y había visto lo suficiente como para saber que el niño había vuelto a coger su varita, sumándole esta vez una peligrosa escalada a un mueble alto. Pero Corvus no pareció consciente del enfado que iba creciendo dentro de su guardián.
- ¡Haz que se mueva con esto! - le sugirió.
- Suelta eso ahora mismo – ordenó Harry. - Te dije que no podías coger mi varita.
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Harry Potter y el hijo de Voldemort [FANFIC]
FanfictieHan pasado seis años desde que el Señor Oscuro fue derrotado. Los magos supervivientes a la batalla han rehecho su vida y son tiempos de paz. Pero Lord Voldemort dejó algo suyo en este mundo, algo aterrador para aquellos que aún le temen: un hijo. ...