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La noche había llegado al campamento. Todo se encontraba extrañamente tranquilo.

Tras huir de Soo Ho, Banryu se había metido a su tienda sin decir nada.

Aquello había estado cerca. Afortunadamente, Soo Ho no parecía tener ni la menor idea de la relación que había entre él y su hermana.

Y aunque Banryu deseaba con todas sus fuerzas gritarlo a los cuatro vientos sabía que tenía que esperar.

De repente, se escuchó un fuerte estrépito al exterior de la tienda, lo que le hacía pensar que no se trataba de algo bueno. Banryu salió rápidamente.

Un grupo de campesinos armados con palos y con antorchas los rodeaban. Banryu hizo una inspección rápida. Se trataba aproximadamente de unos treinta hombres. Los hwarangs se reunieron rápidamente, la princesa ubicada al centro.

Todos sabían que no tenían oportunidad contra tantos así que permanecieron en su lugar.

—¿Qué es lo que buscan?—preguntó la princesa con voz autoritaria. Sin duda estaba tratando de verse fuerte y mantener la calma.

—¿Acaso no es evidente?—susurró Sun Woo. —Es más que claro que vinieron por nuestros cuellos y cualquier cosa de valor.

—Es por el carruaje—dijo Ji Dwi.

—Pero los regalos de la familia real de Baekje están ahí—respondió Hansung.

—Justamente por eso, genio— añadió Soo Ho. —Sin embargo, no podemos dejar que se los lleven.

—¿Y cómo planeas hacer eso, genio?—le preguntó Yeo Wool. —Por si no te has dado cuenta nos doblegan en número.

—Pues así—dijo, blandiendo su espada.

En automático los campesinos se pusieron alerta y en posición de defensa.

—¿Estás loco? —le preguntó Ji Dwi, postrándose delante de él. —¿No ves que solo son unos campesinos hambrientos? Ni siquiera cuentan con las armas adecuadas para defenderse. Únicamente buscan algo que comer. No podemos lastimarlos.

—Pero ellos...

—Ji Dwi tiene razón, no es lo correcto —añadió Sun Woo, colocando una mano en el hombro de Soo Ho. —Envaina tu espada, por favor.

Muy a su pesar, Soo Ho hizo lo que le pidio.

De inmediato, los campesinos corrieron a saquear el carruaje. Sacaron rápidamente lo que pudieron y se alejaron corriendo.

—¿Qué creen que han hecho?— gritó Soo Ho, una vez que se fueron los campesinos. —¿Se han dado cuenta que llegaremos con las manos vacías a Baekje?

Nadie respondió.

—¿Son conscientes de lo que eso le costará al reino de Silla? Sobretodo al rey y a la reina.

—¿Por qué te importan tanto?—le preguntó Banryu.

Solo Ho parecía molesto por la pregunta.

—¿Qué quieres decir? Son nuestros reyes. Les debemos lealtad.

—¿Reyes? ¿Estas hablando de los cobardes que nos enviaron a morir por ellos a Baekje?—preguntó de manera burlona Ji Dwi.

—Retira lo que has dicho—amenazó Soo Ho, acercándose con la intención de golpearlo.

—¡Ya fue suficiente! Esta no es la manera de arreglar las cosas—intervino Yeo Wool.

—Yeo Wool tiene razón, debemos estar unidos. Por favor, no peleen— dijo Hansung.

Hwarang's houseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora