Capítulo 0 Ψ

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Alana

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Alana

Mi día comienza de lo más chistoso, un poco alegre porque me desperté de buen humor. Cuando abro la puerta de mi departamento para retirarme a la universidad, me encuentro con un hermoso ramo de rosas, no es la primera vez, los recibo desde hace dos semanas y con el mismo mensaje.

"Para mi niña bonita, quien me alegra mis días. Que tengas un excelente día. Tu recuerdo me trae loco
-A. R.".

Recojo el ramo del suelo, me adentro a mi departamento para poner las flores en un florero. Las dejo en el comedor y me vuelvo a dirigir a la salida para tomar mi camino de todos los días: rumbo a la universidad.

El camino a la universidad viene siendo tan monótono que a veces me gustaría cambiar de aires, o que algo me pase y que mi vida tenga un giro de 180 grados.

Donde mi vida fuera todo lo contrario a lo que es; vivir más, divertirme y sobre todo conocer chicos, porque a mi edad no he tenido novio.

Llego a la universidad, ya el estacionamiento está casi lleno por todos los estudiantes. Agradezco que llego a tiempo, logro encontrar un lugar para estacionar mi auto. Bajo de él para emprender camino a mi salón y encontrarme con mi grupo de amigos.

Voy por los pasillos con mis auriculares puestos, sin embargo pierdo la concentración de la música que se reproduce cuando veo a Adair. No soy la única que se queda embobada al verlo, hay como seis chicas más viéndolo. Conectamos miradas, yo la desvío.

A mi mente viene aquel día que nos conocimos, en Barceló y que probé esos labios que muero por volver a probar. Aún no sé qué me sucede cuando estoy cerca de él; pierdo los estribos y me vuelvo loca por el deseo de hacer cosas indecentes en todos aquellos lugares que se puedan hacer y... en los que no se puedan también.

«Lo que tú quieres es cogértelo y perder tu virginidad con él».

Cállate.

«Sabes que digo la verdad, hasta te apuesto que has tenido fantasías sexuales con tu querido compañero sexy».

Bueno sí, lo reconozco, pero ya déjame tranquila estúpida conciencia.

Camino al salón para tomar la primera clase del día, cosa que me disgusta porque son las 7:00 am. Y lo peor: es inicio de semana. Me dirijo al salón, ya dentro de él me voy a mi lugar, todavía sumergida en el mundo de la música, soy ajena a lo que sucede a mi alrededor, pero me sobresalto cuando siento una mano sobre mi pierna.

-¡¿Qué te pasa?!-digo algo molesta, volteo a mi lado derecho para ver quién es.

-¡Hola, mi niña bonita! -dice, con una sonrisa en su rostro, mantiene su mano en mi pierna.

Ahí es donde me cae el veinte de que es él quien me ha enviado esas hermosas rosas, que me tienen... enamorada, es el lindo detalle que, hasta ahora, he recibido de un chico.

-Eras tú -menciono algo nerviosa.

-¿Cómo? ¿De qué me hablas?

-Que... ¿si eres tú quien me envía un ramo de rosas todos los días?-pregunto, molesta, porque no recibía una respuesta de su parte.

-Puede que sí sea yo, o puede que no lo sea. -Me deposita un beso en la frente y se dispone a poner atención, el maestro ya está aquí.

Para mi mala suerte me quedo más intrigada y de mal humor, ahora no sé si son verdaderas mis sospechas, tendré que saber si es él o no. Aunque tenga que meterme en un juego, en el que pueda quemarme con fuego, lo haré... y más si es él quien está detrás de mí. Me utiliza para una de sus aventuras... Es simple, ¿por qué lo digo? Hay rumores de que, en su anterior escuela, era un mujeriego. Eso tendré que comprobarlo.

 Eso tendré que comprobarlo

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Mi niña bonitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora