Bromas Pesadas

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Mis ojos comenzaron a abrirse poco a poco a la realidad... una que odié apenas percibí la oscuridad que reinaba en el lugar y el olor desagradable a humedad. Mi cuerpo estaba entumecido por el frío, moverme me provocaba dolores punzantes por todos lados, aun así, puse todo mi empeño en moverme hasta las heladas rejas que me mantenían encerrada en este infierno y las usé como apoyo para levantarme. No podía quedarme quieta por más tiempo o sería peor.
Observé a través de los barrotes, pero no había ni un alma en esta lúgubre mazmorra ¿Cuántos días pretendía mi padre tenerme aquí encerrada? ¿Era acaso este mi castigo? No... él no sería tan benevolente conmigo, probablemente su mente oscura estaba planeando la tortura más adecuada por mi traición y debido a eso me tenía encerrada en este maldito lugar.
Arrastrando mis pies, me desplacé hacia el otro lado de la celda y me dejé caer, inmediatamente mis pensamientos volaron hacia esa persona que era tan importante para mí.

—¿Qué... opinión tendrá de mí ahora? ¿Me odiará? —susurré a la nada y una triste sonrisa apareció en mis labios cuando su imagen apareció en mi cabeza.

Su amable sonrisa, su cabello chocolate siempre desordenado, esos labios que se habían vuelto mi perdición, y sus intensos ojos ambarinos que eran capaces de mostrar tanto. Mi piel se erizaba de tan sólo recordarlos febriles y llenos de pasión, pero... también sentía como mi corazón se rompía un poco más al remembrar la mirada que me dio cuando me dejó huir... una que me mostraba cuan roto estaba por dentro.
El sonido de pasos me sacó de mis recuerdos e inmediatamente me puse alerta, eran tres guardias quienes venían.

—Su majestad desea verla, princesa, pero ha ordenado que se asee y se alimente primero —dijo uno, abriendo la reja.

No respondí, solo me dejé guiar por ellos mientras pensaba en que mi castigo por fin había sido escogido.
Las sirvientas limpiaron mi cuerpo mugriento y me colocaron un hanfu digno de una princesa como yo... ropas que en realidad yo odiaba usar pues nunca me había caracterizado por ser una dama convencional de esas que solo se preocupaban por verse hermosas.
Los alimentos que me fueron traídos lucían apetitosos, pero mi estómago estaba tan cerrado que se negaba a recibir cualquier cosa y cada bocado que ingería inmediatamente amenazaba con ser expulsado. Dejé de intentarlo y le pedí a los guardias que me llevaran con mi padre... después de todo, si mi sentencia era la tortura, no valía la pena llenar mi cuerpo de comida.
A medio camino me encontré con una de las pocas personas que podía llamar mi aliado en estas tierras, mi querido primo Yukito. Aunque los guardias se negaron en un principio a darnos espacio, él hizo valer su estatus como noble y nos brindaron cinco minutos que él no desperdició y me abrazó.

—Mi padre está tratando de resolver esto —dijo en mi oído—. Pero necesita de tu apoyo.
—¿Qué puedo hacer yo en estas circunstancias? Mi padre no confía en mí —le dije sin soltarlo.
—Solo accede a todo lo que tu padre diga —dijo y me separó para acariciar mis mejillas—. Analiza muy bien su exigencia, Sakura. De tu decisión dependerán nuestras acciones... incluso la vida de quien más amas.

No entendí sus palabras y tampoco tuve tiempo de preguntarle porque los guardias me tomaron de ambos brazos para instarme a avanzar. Miré sobre mi hombro y noté como mi primo señalaba su pecho y después su boca... esa era nuestra señal para decirnos que confiáramos en el otro. Asentí y continué el camino hasta que por fin divisé las puertas del salón del trono.
Ingresé en la estancia con la espalda completamente recta, podía sentir las miradas de todos los presentes siguiendo mis pasos, pero la mía estaba posada únicamente en el hombre que era responsable de mi averno. El rey me observaba desde su trono y a medida que me acercaba, una sonrisa soberbia iba apareciendo en su boca, una que había visto tantas veces en el rostro de Fuyuki Kinomoto que simplemente ya no provocaba nada en mí.

—¡Querida hija! Me alegra verte un poco más repuesta después de tu accidentado regreso —dijo cuando estuve justo frente a él y en contra de mi voluntad, hice una reverencia como lo dictaba el protocolo.

Al enderezarme nuevamente, noté que los generales me observaban con aprobación, realmente eran unos idiotas que creían cualquier mentira que mi padre inventaba.

—Hemos considerado que ya has tenido tiempo suficiente para descansar y es hora de ponernos en marcha. —Colocándose en pie, caminó hacia mí sin dejar de observarme y extendió un pergamino para que lo tomara—. Esta es tu nueva misión... y espero, por tu bien, que no me falles, porque si lo haces, la mazmorra donde estabas encerrada te parecerá el cielo en comparación a donde serás enviada —susurró para que solo yo pudiera escucharlo.

Mi padre acarició mi mejilla y me vi tentada a manotear su mano para alejarlo... pero teniendo en cuenta la advertencia de Yukito, me dije que no era lo más adecuado.
Tragando grueso, tomé el pergamino y lo desdoblé. A medida que mis ojos recorrían las letras allí escritas... la agonía de mi alma se acrecentaba, era como ser devorada por un abismo del cual no podía escapar ¿Acaso mi padre había perdido la razón? ¿Qué clase de broma pesada era esta?
Levanté mi mirada hacia él y al ver como su sonrisa se ampliaba hasta convertirse en una llena de sadismo... entendí que esto era real ¿Cómo podía existir una persona con un alma tan oscura? Aunque sus generales me vieran como una heroína por todos los cuentos que él había inventado para enmascarar mis acciones, mi padre sabía la verdad ¡Él sabía que yo lo había traicionado!... y ahora me pedía ¿esto?
Bajé mis manos a los lados sin soltar el pergamino... y lo apreté con todas mis fuerzas haciéndolo crujir. La negrura de mi alma estaba a punto de desbordarse, incluso me vi tentada a robar alguna espada y mostrarle a mi padre cuan impía podía llegar a ser, pero inmediatamente... las palabras de Yukito cobraron sentido. Si los generales estaban aquí, era porque todo estaba preparado... ocurriría aun si yo me negaba... y no podía permitirlo. Respiré profundo y logré controlarme, mostrándome impasible ante todos.

—Si esta es su orden... la cumpliré, padre.
—¡Perfecto! —dijo, aplaudiendo como si esto fuera un gran logro para él—. Di en voz alta lo que harás, querida, para que no queden dudas.

Apreté mi mandíbula y enfrente su mirada sardónica con una altiva que derrochaba orgullo, aunque por dentro estuviera muriendo.

—La vida de Shaoran Li... se apagará en mis manos.

Mi padre sonrió satisfecho y se giró hacia sus generales para celebrar, mientras que yo... ya estaba planeando en mi cabeza su caída. Para mí, la muerte era sólo un premio para esos que habían desgraciado tantas vidas... por eso haría hasta lo imposible para que mi padre pagara uno a uno sus crímenes... y protegería al hombre que yo amaba para que la oscuridad de este hombre no lo tocara... aunque eso significara enfrentarme a él... una vez más. Debía planear todo con estricto cuidado... y para eso necesitaba de la ayuda de Yukito y mi tío Fujitaka.

 y para eso necesitaba de la ayuda de Yukito y mi tío Fujitaka

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Escrito por CherryLeeUp.
Esta corta historia de la dedico a mi querida amiga WonderGrinch.
Continúa en "Lujuria"

Reto Fictober 2019 - Colaboración.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora