Culpar Al Vino

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Por esa noche no existió rango, familiaridad, nada que les impidiera encontrar el clímax en el otro, hasta lograron incluso olvidarse de la existencia de Zeus cuando el primer gemido de la reina al entrar en ella inundó la habitación, dando inicio a una noche que culminaría con ella apoyada en su pecho de respiración entrecortada sonriendo con gusto a las sutiles caricias que ella le hacía por el dorso y el camino de besos que tenía en cuello y pecho.

A opinión del ladrón tenerla así era el mejor sueño sin duda, le acarició la mejilla cuando la sintió removerse sobre él, llamando sueño, agotada, satisfecha, con una sonrisa en los labios que jamás le había visto y más delicada no pudo parecerle, pero prefirió no decirlo, solo siguió acariciando la espalda baja de la reina hasta que la viera dormirse y la imitó varios minutos después, seguro que ese era el sueño más realista que hubiese tenido y sorprendentemente, uno de los mejores y más placenteros que recordara...

El problema radicó, cuando el amanecer llegó y al abrir los ojos, Hermes estaba en una habitación desconocida, abrazando a una mujer que dormía dándole la espalda. Ignorandola por un momento se acodó en el lecho maldiciendo los rayos de Helios que le hicieron entrecerrar los ojos, ¿dónde estaba? Evidentemente no era ese el templo de Dionisio, ni ningún otro que conociera, ¿Quién era ella? Se forzó por planteárselo obligándose a despertar de los efectos que dejaba la bebida de Dionisio

La miró unos instantes antes de tomar un mechón rojizo entre sus dedos y ausentar todo rastro de sueño ante el impacto de deducir a quien tenía al lado; de todas las deidades del Olimpo solo ella tenía ese cabello, observó la silueta que le parecía tan familiar y ya explorada, pero negó convenciéndose cada vez más, que era ella. Tragó lento y con cuidado de despertarla le volteó el rostro y quiso estar muerto, tenía que ser mentira

¡Hera! Había amanecido al lado de la reina Hera... Zeus lo iba a matar, se juró y pasó las manos por el rostro sentándose hacia la cabecera de la cama viéndola y recordando lentamente lo que había sido esa noche. Los besos, las caricias, las miradas y las pocas palabras que ella misma le profesó entre los dulces gemidos que le provocaba.

Y así el recuerdo se hacía más nitido con cada minuto, como se apoyó en sus muñecas entrando en ella tan lento como podía, para grabarse en la mente hasta el menor de sus gestos, como Hera se había estremecido y suspirado ahogadamente antes de morder sus labios cuando logró estar en ella, su beso húmedo que le dio como recompensa antes de gemir sobre sus labios provocando que él la mordiera, porque que a esos gemidos, le faltaba un quejido que superó las expectativas sin problema, el vaivén de sus pechos y como ella misma los apretaba o se los ofrecía y el movimiento de sus caderas llevando un ritmo propio que creaba la ficción perfecta entre ambos

Volvió a verla, se veía plácida y tranquila, pero al despertar estaría igual o peor que él, ¿Qué iba a hacer? Irse era mala idea, era provocar su indignación, pero quedarse, podría desatar su histeria al ver el desenlace que tuvo esa noche. No volvería a beber el vino de Dionisio y por el bien de la reina, esperaba que ella tampoco, juró sin expresión alguna, pero no se recordaba borracho. Estaba seguro de su sobriedad, no haber bebido más de cinco copas de vino como para decir que fue un desliz del licor y eso, solo complicaba más las cosas. A su lado la reina se estremeció por la brisa y entre sueños sonrió cuando el dios le puso la manta sobre los hombros, porque al menos uno de los dos lograba dormir plácidamente

¿Ya habría vuelto Zeus? Esperaba que no, porque entonces no tardaría en entrar a esa habitación. Tenía que irse, advertía su naturaleza fugitiva, pero esa silueta desnuda, a su alcance y solo cubierta por una delicada manta blanca, era una tentación demasiado grande como para dejarla sola. Volvió a verla tentado de esa imagen y humedeció los labios antes de reprenderse a sí mismo, ¡Era la reina! ¡Su reina y como si fuera poco, la esposa de su padre! se reprochó volviendo la vista al frente, pero creer que eso era impedimento, era absurdo, la relación de esos dos, era una pantomima que ya nadie creía y al caer la noche no les había importado que le perteneciera a Zeus, de hecho la única vez que lo nombró, la había silenciado y aun así, en ese instante le parecía que había hecho la mayor estupidez del cosmos

Ferviente Tentación [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora