"Rayo de sol"

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Tienes que haber leído Luz de luna antes de pasar por aquí. Esta es una recopilación de extras.

Ambientado antes de: Harry Potter y el niño-que-brillaba.

Rayo de sol

1986

A veces, sucede que las personas olvidamos cosas importantes. Cosas que nos marcarían, de otro modo. Cosas que podrían haberse convertido en señales, facilitando o alargado nuestro proceso de crecimiento.

Había sido hace tiempo, en una época complicada de su vida. A pesar de que Draco almacenaba recuerdos de ese último año, igual que tesoros que necesitaban ser resguardados, existía uno al que no logró darle la importancia que se merecía.

Tal vez, habría sido más sencillo si lo hacía. Por otro lado, no habría sido tan divertido.

Draco tenía seis años, recién cumplidos. Era el seis de junio, para ser exactos. Los Parkinson, que se quedaron a pasar la noche en la Mansión, estaban por marcharse.

Aquel año, los Parkinson estuvieron muchísimo tiempo en su casa, por diferentes motivos. A él le gustaba la compañía, así que no importaba. La Mansión era maravillosa, pero se sentía mejor si la compartía con Pansy. O Jacint.

—...vamos al Vivero este fin de semana —decía su tía Amelia, besándole el rostro. Le sujetaba las mejillas y lo hacía balancearse con ella, obligado a estar de puntillas para que no tuviese que agacharse demasiado; la pobre mujer tenía cara de estar permanentemente enferma, aunque su madre le aclaró que se encontraba en perfecto estado—, les compraré helados para llevar, pediremos a los elfos que hagan torres de helados, ¿te gustaría?

Draco asintió de inmediato. ¿A quién no le gustaban las torres de helados?

—Despídete de Pansy, Draco —añadió su madre, desde la entrada. No tenía que decírselo, era una formalidad; en cuanto la señora Parkinson lo soltaba, Pansy se le lanzaba encima, rodeándole el cuello con los brazos.

Temblaba un poco. Por aquella época, Pansy siempre temblaba un poco.

Ambos hablaban menos de lo debido, para su edad, así que ella se contentaba con plantarle un suave beso en la mejilla, a manera de despedida, y Draco la estrechaba por un instante. El psicomago decía que se pasaría, como cualquier etapa. Hasta entonces, era mejor no forzarlos para evitar crearles más problemas al relacionarse con otras personas.

En cuanto Pansy se apartó, buscó la mano de su madre, a la que le hizo una pregunta en voz muy, muy baja. Draco miró alrededor, arrugando el entrecejo. Le faltaba alguien de quien no se había despedido.

Se le escapó un grito agudo cuando sus pies abandonaron el suelo. Jacint lo alzó, lo hizo girar y se carcajeó de la forma en que pateaba el aire, retorciéndose y chillando cuando fingía que lo iba a soltar. Draco estaba seguro de que no lo iba a dejar caer, ¡pero no era razón para cargarlo así! ¡Que tenía seis años, no seis meses!

Jacint lo acomodó entre sus brazos, de manera que quedaban de frente. Él le fruncía el ceño. No producía un gran efecto intimidatorio, en su rostro aniñado y enrojecido por los gritos estrangulados.

—Dime algo —lo hizo dar pequeños saltos, Draco negaba. El hermano de Pansy tenía un problema serio con el concepto de "no forzar", creía que podía intentar un "avanzar lentamente" y los dos mejorarían más rápido.

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